En días recientes destacados intelectuales de izquierda de Latinoamérica estuvieron en El Salvador en el marco de las celebraciones de los 25 años de los Acuerdos de Paz, quienes en gran medida en vez de festejar el acontecimiento se dedicaron a exponer sus puntos de vista de manera crítica y autocrítica acerca de los procesos político-democráticos en Latinoamérica. ¡Bien por ello!
Importante porque la soberbia política ciega a los gobernantes, sean de derecha sean de izquierda. Esa es la labor de los intelectuales: hablar y pensar críticamente sobre las realidades que viven y que estudian.
Hay al menos tres puntos centrales de la autocrítica, al menos en Brasil y Argentina, donde los gobiernos se agotaron y no están en el poder, mismos que se pueden sintetizar en lo siguiente: tras la llegada al poder gubernamental se da un alejamiento de las izquierdas de las mayorías sociales, que han sido su base histórica; falta de cambios estructurales, incluso en el terreno de las comunicaciones y se fomenta la corrupción.
En conjunto esos tres ingredientes han dinamitado a las izquierdas de Brasil y Argentina, pero también están presentes en mayor y menor medida en el resto de países en los que fuerzas de izquierda han llegado al poder.
En muchos casos parecía que los ponentes invitados estaban hablando de la realidad salvadoreña. Se aplicaba aquello de que se lo digo a Juan para que lo oiga Pedro, pero el mensaje era claro: O se ponen las pilas o este es el camino al fracaso”¦
El momento para El Salvador es bueno, al mismo tiempo que complicado. Por un lado, la derecha local quiere derrotar al segundo gobierno del FMLN cueste lo que cueste, pero también éste debe revisar sus fallos. Por otro lado, a nivel mundial se da un cambio en EEUU hacia la ultraderecha, con visos todavía no confirmados del nuevo quehacer geoestratégico.
Ante los cambios mundiales y los cambios nacionales que están ya en camino, las fuerzas populares también deben cambiar, renovar compromisos e ideales, así como actualizar las ideas de la lucha por la democratización, el desarrollo y la justicia social para todos los salvadoreños; no más el impulso de programas y planes que perpetúan la pobreza y la exclusión.