El terremoto provocado por el triunfo de Donald Trump sacudió a América Latina. En primer lugar, al fronterizo México debido a su “integración”, vía maquilas, con Estados Unidos. El ganador de las elecciones estadounidenses pone en cuestión el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que sustentó las relaciones económicas en las últimas décadas.
En 2015, sumaron US$ 22 mil millones las remesas recibidas por siete países de Centro América, mayormente provenientes de Estados Unidos. Significaron el 34 % del PIB (Producto Interno Bruto) de Honduras, 18 % para El Salvador, el 13 % en Guatemala, el 11 % en Nicaragua, el 7 % de República Dominicana, 1 % para Costa Rica y Panamá. La ola antiinmigrantes podría implicar inconvenientes para sostener esos flujos monetarios.
En los primeros días luego del resultado electoral el peso mexicano se devaluó rápidamente. Otro de los fenómenos recientes es la volatilidad de las bolsas, que con sus subas y bajas, expresan la incertidumbre imperante sobre el porvenir. También subyace el muy probable fortalecimiento del dólar estadounidense.
La incógnita más importante e inmediata para los países de la región es qué hará la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) con la tasa de interés. Esa variable concentra la respuesta, al menos provisional, a varias preguntas que urge responder: ¿Se revertirá el flujo de capitales? ¿Aumentará el costo de la deuda? ¿Bajará el precio de las materias primas?
Janet Yellen, presidenta de la FED, afirmó que podría subir la tasa de interés "relativamente pronto". Trump había criticado a Yellen señalando que debía “avergonzarse” de la política de baja tasa de interés y reclamaba restricciones crediticias. Si la FED decide un aumento en la tasa de referencia es muy probable que a todas las preguntas haya que responderlas con un “sí”. Aunque el efecto real estará determinado por el desarrollo de la situación más general, de lo no cabe duda es que el escenario económico latinoamericano enfrenta nuevas turbulencias.
Muchos analistas exhiben cierto consenso en el muy probable inicio de una época de dólar fuerte producto de la combinación de estímulo fiscal y mayor restricción monetaria en Estados Unidos. El antecedente que mencionan, con todas las diferencias del caso, es el período en que Paul Volcker comandó la FED mientras que Donald Reagan presidía el país. Para América Latina esa política implicó crisis de deuda y la década perdida. El ex ministro de Economía de Argentina, Ricardo López Murphy, señaló que había que reaccionar a tiempo para no repetir aquella historia.
A su vez, otras incógnitas más profundas surgen: ¿Qué tipo de relación buscará establecer Trump con la región? Durante los “™90, con el auge neoliberal, el “Consenso de Washington” ordenó las relaciones con América Latina que, con desigualdades, actuó como verdadero “patio trasero” de los Estados Unidos.
Esa situación cambió en el nuevo milenio cuando varios gobiernos neoliberales de la región quedaron, o fuertemente deslegitimados o directamente impugnados en las calles, obligando a desvíos de la lucha de clases o al establecimiento de mediaciones políticas preventivas, como el kirchnerismo en Argentina o el Partido de los Trabajadores en Brasil, que plantearon ciertos grados de autonomía frente al país del norte, por ejemplo desactivando el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), aunque sin cuestionar los pilares del poder imperialista, como el enorme peso de las empresas extranjeras en la economía y honrando la deuda externa. Aun así, Estados Unidos siempre conservó aliados fieles, entre ellos Colombia o Chile.
Hoy soplan nuevamente vientos de cambio. Las especulaciones sobre qué tipo de vinculación buscará el nuevo presidente con América Latina van desde aquellos que se ilusionan con que el unilateralismo y aislacionismo que promueve Trump desentenderá a esta parte del planeta hasta los que creen que intentará, lo que parece mucho más probable, una nueva ofensiva en su “patio trasero”, cuyos contornos más precisos se definirán con el andar de la nueva gestión en el país del norte.
Articulo original de Pablo Anino, publicado en La Izquierda Diario