Por Gabriel Otero.
Son seres sintientes sujetos de los afectos de toda una generación, dejaron de ser propiedad de alguien, nombrados perrhijos y gathijos, o simplemente, animales de compañía constituyen el componente fundamental de las crecientes familias inter o multiespecie, así los reconoció el Décimo Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa de la Ciudad de México quien en su resolución aseguró que “la realidad actual es que los animales domésticos han pasado a ser en algunos senos familiares, parte de los miembros de la familia. Desempeñan un papel de protección, apoyo, compañía, cariño y cuidado hacia los humanos” (1).
La dependencia emocional hacia los animales domésticos se acentuó durante la pandemia de COVID-19. La determinación del tribunal puede parecer excéntrica a los ojos de los países periféricos, para México es una acción necesaria. Los canes salvan vidas durante tragedias, por eso Frida, la perrita rescatista, fue tan amada que en agradecimiento le erigieron un monumento para recordarla.
Pero ello no exime de llegar a niveles grotescos de intentar humanizar a los animales, el llamado antropomorfismo, del que hay exageraciones chabacanas: productos como cerveza para perros, limpia patas verde olor limón, servicios de fiesta categoría gold que incluyen globos, pastel y tres horas de uso de alberca con pelotas para el can festejado y sus 15 invitados, entre muchos otros que representan un atentado contra su naturaleza.
La oferta de bienes es diversa, los centros comerciales han asumido una actitud “pet friendly” y los grandes almacenes se enfocan en obtener una tajada gigante del pastel.
Y no es para menos, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) hay 43.8 millones de perros y 16.2 millones de gatos en los hogares mexicanos (2), eso sin contar los millones de perros callejeros que fueron abandonados con crueldad por haber crecido después de ser obsequio en ocasiones especiales como cumpleaños y fiestas navideñas.
Esto es producto de la voluntad manifiesta de una generación, los llamados milenials, que no desean tener hijos aduciendo razones económicas, afectivas y profesionales. La tendencia va al alza, y la tasa de natalidad a la baja.
Y, empatías aparte, es necesario comprender que los principios de legalidad no implican la modificación de conductas, hay gente que continúa minimizando el papel de los animales domésticos e incluso llegan a actos aberrantes de torturarlos o causarles la muerte.
Y ahí es cuando uno considera que la humanidad es la idea de una mente enferma.
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- Sentencia emitida por el Décimo primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito por la Magistrada Paula García Villegas Sánchez Cordero,
- Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (Enbiare) de INEGI.