sábado, 14 diciembre 2024
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Las caravanas migrantes, el rostro visible de todos los fracasos

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Las caravanas de migrantes que han partido de Honduras, Guatemala y El Salvador son fiel reflejo del fracaso de sus gobiernos. Es el gran fracaso de esta era que parece estar harta de las transiciones polí­tico-partidarias que poco o nada han mejorado las condiciones de los pueblos. En este sentido, estas caravanas son el rostro visible del hambre, de la violencia y sus desplazamientos, de la inseguridad, de la falta de empleo, de la institucionalización de la corrupción, de la represión, de la dictadura y de todo el escarnio que los ciudadanos de estos paí­ses sufren gracias a la inoperancia de los gobierno. Todos estos problemas no son nuevos, siempre han existido, al igual que siempre han existido caravanas de migrantes que buscan mejores oportunidades en Estados Unidos de América. La diferencia estriba en que estas nuevas carvanaas son masivas, y es que más allá de una obvia organización mí­nima de parte de terceros, esas caravanas son espontáneas, no obedecen a un plan orquestado por los partidos de oposición de estos paí­ses, ni por manos oscuras con objetivos indefinidos. Prueba de la espontaneidad de estos movimientos son los paí­ses de donde provienen. En Honduras, paí­s de derechas, hay un gobierno ilegí­timo, represor y dictatorial que lejos de resolver los problemas económicos y de seguridad de la ciudadaní­a, los ha profundizado hasta el hartazgo. El Salvador, paí­s que ha vivido la transición democrática de las derechas a las izquierdas, también es un paí­s con graves problemas de inseguridad que se refleja en las maras, con un alto í­ndice de desempleo y con una corrupción que, como hemos visto en los distintos juicios en contra de ex presidentes, se institucionalizó de una manera descarada.

Así­ pues, este no es un problema de ideologí­as ni de teorí­as conspirativas de fuerzas oscuras, este no es más que el gran fracaso de la esperanza en el cambio, este es el rostro visible de todos los fracasos de nuestras pí­rricas democracias. Los migrantes solo han necesitado una sencilla convocatoria en redes sociales para animarse a dejar sus paí­ses, es el empujoncito que necesitaban para llevar a la práctica y a la realidad fí­sica lo que en sus mentes ya habí­a sucedido: abandonar a una madre tierra que los ha maltratado y expulsado. Porque más allá de la voluntaria marcha, en realidad no son los migrantes quienes abandonan sus paí­ses sino más bien son los paí­ses los que expulsan con odio a sus hijos.

Vivimos la era de las grandes desilusiones. Hemos hecho un largo recorrido desde las dictaduras militares, pasando por los gobiernos de derechas con sus recetas de organismos internacionales, hasta llegar a los gobiernos de izquierda del socialismo del siglo XXI. Pero de nada ha servido este recorrido porque los gobiernos, en lugar de cambiar viejas prácticas, las han perfeccionado para el beneficio de unos cuantos. Estamos, pues, ya en el abismo de otro tipo de demagogia: la demagogia del que gana elecciones solo por ser diferente a lo tradicional. El triunfo de Bolsonero en Brasil es prueba de ello. La gente está cansada de la corrupción galopante de las derechas y de las izquierdas, y por tanto busca una alternancia hacia la alteridad, hacia lo distinto, sin preocuparse si esa alteridad sea peor que las derechas y las izquierdas tradicionales. Mientras los pueblos eligen personajes distintos como gobernantes, los problemas de los más pobres no desaparecen sino más bien se agudizan, de ahí­ que la desesperanza, el desencanto, la desilusión y el escepticismo, se traduzcan en estas grandes caravanas fantasmales que viajan sin más equipaje que la esperanza. Nada pierde el que nada tiene, esta es la triste realidad de nuestros hermanos migrantes.

Se dice que para emerger se debe tocar fondo. Las caravanas de migrantes son la expresión concreta de que ya hemos tocado fondo, muy a pesar de que algunas de nuestras instituciones aún funcionen. Las caravanas son el rostro visible de todos nuestros fracasos, una prueba más que como civilización estamos condenados a repetir nuestra historia por no tener memoria, y por haber confiado en partidos polí­ticos que son más bandas de forajidos que dignos representantes del soberano.

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Alfonso Fajardo
Alfonso Fajardo
Columnista

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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