Y la compra masiva de las izquierdas derrotadas
La psicopolítica o control mediático de la voluntad, el albedrío y la conducta de la gente, creó y echó a andar, desde hace más de medio siglo, a una humanidad light ahora interconectadamente sumisa a las razones superficiales y egoístas del hedonismo banal, así como a los dineros que las promueven, disfrazadas de “conocimiento” y “nueva política”: esa variante teatral del neoliberalismo “pospolítico” y “posideológico”. Por eso, en los movimientos populares ya casi no hay lugar para la gestión (agency) de clase, sino sólo para la manipulación del masificado maniqueísmo cristiano de buenos y malos, y del bien financiado mercenarismo cínico de esos alegres sicarios del pensamiento crítico: los “horizontalistas sin ideología”.
El capital especulativo global posmodernizó y adquirió (mediante compra masiva) a las izquierdas derrotadas del mundo y las hizo políticamente correctas y dependientes de los financiamientos corporativos, con los cuales cuentan para montar luchas culturalistas que jamás sobrepasan los issues sexuales, étnicos y raciales prosistémicos, siempre en clave victimizada y jamás vistos en el marco determinante de la ubicación de clase de los seres concretos que los viven. El mayor comprador de las izquierdas derrotadas (y devenidas posmodernas neoliberales) es el ultraderechista George Soros, megaespeculador financiero y enemigo del propuesto regreso a la productividad física de mercancías y a la pequeña empresa como salida paulatina al capitalismo monopolista neoliberal: ese sistema suicida del armamentismo, la industria energética y la especulación como ejes de la acumulación global. El mismo de la vigente crisis del 2008.
Como este capitalismo y su psicopolítica casi desactivaron ya la gestión crítica de clase en individuos y masas, la pregunta que procede para explicarse hechos como el auge del fascismo y las migraciones repentinas (como la actual de Centroamérica) es quién los financia y para qué. No porque no existan causas reales para que ocurran, sino porque el estado dúctil de la conciencia popular ─inducido por estas causas: explotación, ignorancia, hambre y falta de futuro─ es lo que la psicopolítica sorosista manipula para imponer el capital especulativo sobre la productividad física, montando simulacros de “luchas de masas” por parte de compradas “izquierdas moderadas” prosistémicas.
Por eso, para los movimientos populares que escapan a este control, las “izquierdas” de la “nueva política” ─pagadas por el capital especulativo─ forman parte del enemigo de clase, pues sus miembros no son sino operadores de las derechas financieras locales y de la élite especulativa global. De aquí que les opongan la lucha de clases a sus bien pagadas quejas culturalistas y a su histriónica y traidora corrección política.