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La violencia genera violencia (y también ganancias”¦)

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Una sucinta revisión histórica nos permite constatar que los sucesivos gobiernos conservadores implantaron polí­ticas de "manudurismo", que se tradujeron en la adopción de estrategias de combate frontal a las estructuras pandilleriles. Sin embargo, la mano dura, la súper mano dura, el guante de hierro y otras iniciativas lejos de resolver la problemática terminaron profundizándola.

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Introductorio

En estos últimos dí­as en los que se discutió en el seno de la Asamblea Legislativa y en otros cí­rculos, sobre la conveniencia o no de prorrogar la aplicación de medidas extraordinarias, cabe adicionar una arista al debate: ¿Se proyecta el necesario balance entre los componentes que conforman la estrategia oficial en materia de seguridad?

Hasta hoy el diseño y la  aplicación de las diferentes polí­ticas gubernamentales para enfrentar  la violencia en nuestro paí­s, al margen del signo ideológico del partido en el poder, han carecido de una inestimable virtud: no han sabido reflejar un verdadero balance entre aspectos que son esenciales, para el caso : entre la prevención y represión, entre el carácter dual de algunos antisociales de tener la calidad de  ví­ctimas y ser victimarios, entre el tratamiento a las causas y a los efectos del fenómeno de la violencia y, entre el debido respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales y la necesidad de garantizar la seguridad y el orden público.

Prevención y represión:

Una sucinta revisión histórica nos permite constatar que los sucesivos gobiernos conservadores implantaron polí­ticas de “manudurismo“, que se tradujeron en la adopción de estrategias de combate frontal a las estructuras pandilleriles. Sin embargo, la mano dura, la súper mano dura, el guante de hierro y otras iniciativas  lejos de resolver la problemática terminaron profundizándola.

Se pasó, a posteriori, bajo una lógica pendular a desarrollar acciones de prevención social enmarcadas en seudo procesos de diálogo con las apuntadas estructuras delincuenciales. Esta polí­tica también mostró su ineficacia y ahondó el estado de cosas.

La explicación del porqué ambas polí­ticas han terminado fracasando se haya, a mi juicio, entre otros, en que no se ha logrado establecer el justo equilibrio entre ellas. Se reprimió cuando aún era posible entenderse por lo menos con algunos sectores,  y se  “dialogó” cuando el Estado debió mostrarse en su plena capacidad punitiva en consonancia con el monopolio de la violencia legí­tima que le define.

Prevención y represión:

Una sucinta revisión histórica nos permite constatar que los sucesivos gobiernos conservadores implantaron polí­ticas de “manudurismo“, que se tradujeron en la adopción de estrategias de combate frontal a las estructuras pandilleriles. Sin embargo, la mano dura, la súper mano dura, el guante de hierro y otras iniciativas  lejos de resolver la problemática terminaron profundizándola.

Se pasó, a posteriori, bajo una lógica pendular a desarrollar acciones de prevención social enmarcadas en seudo procesos de diálogo con las apuntadas estructuras delincuenciales. Esta polí­tica también mostró su ineficacia y ahondó el estado de cosas.

La explicación del porqué ambas polí­ticas han terminado fracasando se haya, a mi juicio, entre otros, en que no se ha logrado establecer el justo equilibrio entre ellas. Se reprimió cuando aún era posible entenderse por lo menos con algunos sectores,  y se  “dialogó” cuando el Estado debió mostrarse en su plena capacidad punitiva en consonancia con el monopolio de la violencia legí­tima que le define.

El carácter dual de los pandilleros de ser ví­ctimas y victimarios

Los pandilleros son el resultado de una acumulación de motivos internos y externos, coyunturales y estructurales, de un sistema polí­tico y socio-económico que los margino de sus beneficios y los excluyó socialmente.

Los etiqueto como parias. Por ello, es válido afirmar que el fenómeno delincuencial de las estructuras pandilleriles es sub-producto de lo que durante décadas dejo de hacerse y de lo que se hizo mal (victimas).

Por otro lado, estas estructuras han generado patrones de violencia demencial e irracional. La carencia de un proyecto social coherente y su directa dependencia para subsistir de la realización de acciones criminales les marcan como antisociales (victimarios).

Las distintas medidas encaminadas a enfrentar los niveles epidémicos de  violencia, deben partir de comprender por tanto que el fenómeno pandilleril refleja una naturaleza dual, es paralelamente resultante de la violencia (producto)  y generador de la misma (productor).

Concentrarse en los efectos de la violencia y no en las razones que la originan

En la respuesta que desde el Estado (no desde la sociedad) se le ha brindado a la violencia de las pandillas se ha privilegiado el abordaje de sus consecuencias, no así­ el de sus raí­ces. Es decir, se ataca la expresión del fenómeno y no tanto su etiologí­a. No debe olvidarse, empero, que un buen diagnóstico es la base para una medicina eficaz.

Vale decir, que la guerra contra las organizaciones pandilleriles tiene mucho de distractiva. El accionar desde el Estado se ha concentrado casi exclusivamente en el combate a esas estructuras, “olvidando” (¿?) a otras fuentes de violencia en la sociedad salvadoreña como son  aquellas derivada de la narco-actividad y el crimen organizado y que ejercen control sobre negocios relacionados con  la venta de armas (incluso de uso privativo de la FFAA), explotación sexual comercial, tráfico de personas y demás).

Este punto guarda relación con una interrogante clave:

¿Todos queremos vivir en paz en la sociedad salvadoreña? ¿O será acaso que algunos actores más bien viven ““y se lucran- del conflicto? (Por ejemplo, propietarios de agencias privadas de seguridad, empresarios de seguros,  dueños de armerí­as, de funerarias y demás). Es evidente,  entonces, que la violencia genera violencia pero también ganancias.

Derechos Humanos vs. Seguridad y Control

 El peso histórico de las relaciones de poder autoritarias y anti-democráticas implementadas en nuestro paí­s,  ha llevado a determinados sectores a creer que el ineludible e inevitable coste de las  polí­ticas públicas pro seguridad y control social, es violar los derechos humanos y libertades fundamentales.  En verdad ambas tareas son realmente complementarias.

Los derechos humanos en este marco aparecen, según algunos, como un valladar o un problema para el eficaz cumplimiento de las leyes (defensores de los delincuentes son denominados los defensores de los derechos humanos). Esto hace parte de un proceso de descalificación o de desacreditación del poder a dichos derechos inherentes. 

Se debe de asumir con un sentido de retrospectiva histórica el tema de la violencia porque esta, como se ha apuntado, es una construcción social que se ha perfilado de manera gradual. No es un fenómeno ni reciente ni espontaneo.  Por ello, se tiene que procesar apropiadamente las experiencias traumáticas del pasado, y puntualmente, los acontecimientos del conflicto armado domestico de los ochentas (80´s),  porque el no hacerlo, contribuye, decisivamente,  a colocar en una condición de re-victimización al conjunto de la sociedad.

Es clave, así­, descifrar las conexiones lógicas y necesarias entre los actuales patrones de violencia y aquellos aplicados históricamente (Para el caso, la existencia de cementerios clandestinos, las ejecuciones sumarias, los feminicidios,  las tareas de limpieza social, la muerte por desmembramiento, la desaparición forzada o involuntaria de personas etc.)

Finalmente, es de advertir que una tarea que se impone a los formadores de opinión y a los tomadores de decisiones  para superar el crónico y estructural problema de la violencia es, indudablemente, el definir como prioritario alcanzar un justo equilibrio entre los varios componentes que hacen parte de las polí­ticas públicas para enfrentarla.

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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