En 1973 y en el marco del golpe de estado en Chile, se implementó para América Latina por intermedio de los “Chicago Boys” chilenos, y bajo el monitoreo permanente de Henry Kissinger y de Milton Friedman, una primera fase del entonces novedoso modelo neoliberal denominado “El Ladrillo”. Era una guía matizada y seguida en el territorio latinoamericano donde las dictaduras militares la impusieron a sangre y fuego.
A 40 años de su imposición nuestra región sufre los efectos de aquellos desmanes, siendo la más desigual del planeta, donde las élites beneficiadas de aquel brutal período concentran hasta el 70% de la riqueza local, mientras las mayorías viven con el día a día e indistintamente del país que se trate, explicándose por ello la violencia social que padece el territorio ahora.
A la represión institucionalizada le siguió la privatización de lo público, con poca o ninguna resistencia por temor de las represalias desde el estado o sus conexos, mientras éste a su vez se reducía o incapacitaba para cumplir su rol, enriqueciendo aún más a los pudientes quienes se aprovechan del proceso ya que ése era el propósito.
De ahí que ahora descubrimos que el fracaso de las reformas impulsadas entonces no es casual, sino la intención última y en el ánimo de favorecer a los de siempre, a quienes abrazaron los golpes militares, la tortura y la represión.
Ahora, las democracias de urna latinas enfrentan otra fase que implica al poder económico, mediático y jurídico. Estos se oponen al progreso mediante otra forma de violencia: la desinformativa, la del recurso legal irreconciliado con las reformas progresistas y sin base legal, la del desabasto intencionado de bienes fundamentales, la intervencionista. Con estos recursos la derecha recupera en ésta etapa, al ejecutivo, sirviéndose de la nula memoria critica histórica de nuestros pueblos, aprovechando el visceral enojo por no haberse concretado las promesas que la democracia hizo, por lo que se recrudecen las medidas que implementa el conservadurismo en los países electoralmente “recuperados”, donde las contrarreformas y re medidas de ajuste son extremas y ya provocan graves costes sociales donde se han aplicado: en Argentina y como consecuencia de las medidas adelantadas por Macri, la pobreza ha aumentado en 5 puntos, 1.5 millones de personas y un 10.5% aumentado el coste de la canasta básica según el BID; o en Brasil donde la institucionalidad ha virtualmente desaparecido desde el golpe contra la presidenta Roussef, privatizando en apenas los 5 primeros meses del año todos los activos estatales y negando mediante reforma que éste actúe en lo social, desnaturalizándolo por vía legal mientras sus obligaciones son trasladadas a privados con la intención de enriquecerlos a costa del incumplimiento de las obligaciones constitucionales del Estado brasilero.
La crudeza retrograda con que se retoma el proceso de ajuste iniciado en los 90´s en ésta etapa es solo un atisbo de lo porvenir, y que como en 73´solo revela un nuevo período experimental neoliberal, con el coste de sangre latinoamericana en que ello derivará en las décadas venideras.