miércoles, 11 diciembre 2024
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La satisfacción democrática en El Salvador

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"El poder político en El Salvador, en la coyuntura actual, tiene una legitimidad democrática": Francisco Martínez.

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Por Francisco Martínez.

Literalmente, democracia significa gobierno del pueblo. Democracia, como el Sistema Político, donde se expresa el poder de las mayorías por sobre unas minorías, que asegura un catálogo de derechos a los ciudadanos, es el espacio de expresión de la soberanía: el ejercicio del poder reside en el pueblo y el resultado de las políticas de gobierno los “bienes públicos” creados deben ser acordes a las necesidades presentes y las expectativas de futuro de los ciudadanos, esos bienes, deben asegurar la protección y la cohesión social, bases de un estado de bienestar.

En los regímenes democráticos no basta con que el poder se adquiera por vías legítimas, su legitimidad debe alimentarse y fomentarse mediante el uso responsable que se hace del poder político y al servicio de la gente. En la democracia, la soberanía radica en el pueblo, el gobierno no la ostenta, sólo la representa.

Asumiendo que no hay una sola forma de democracia, hay modelos diversos, prácticas democráticas particulares, desde la representativa-consultiva estadounidense, el modelo chino de la democracia popular de proceso completo electiva-consultiva, al modelo suizo que incluye muchos aspectos de la democracia directa, para citar algunos que pueden ser paradigmáticos, la práctica democrática dependerá de la evolución histórica y los contextos de cada sociedad.

El reporte Latinobarómetro 2023, señala que, en El Salvador, el 80% de los ciudadanos dicen que la democracia es el mejor sistema de gobierno y el 64% expresa satisfacción con el estado actual de la democracia, esta es la mayor tasa de satisfacción democrática en la región. Pero este es un momento nuevo, ya que la población salvadoreña había mostrado mucha insatisfacción democrática, pero a partir de 2020 inicio una valoración de mayor satisfacción con la democracia, y en particular en el último reporte de 2023, mientras en la región el promedio de satisfacción fue sólo del 28%.

Tabla 3: Percepción sobre la democracia en El Salvador

Fuente: elaboración propia con base a Latinobarómetro.

Por contrario, en Latinoamérica la percepción mayoritaria es de insatisfacción democrática, esto es la respuesta ciudadana por la falta de respuesta a los problemas acuciantes del día a día, como lo señala Latinobarómetro “las élites se preocupan de su bienestar no el de la colectividad, mientras que los gobiernos defienden los intereses de unos pocos, se perpetua la concentración de la riqueza, la escasez de justicia, se profundizan la debilidad de las garantías civiles y políticas”. Esta realidad se se presenta en la siguiente tabla, presentando datos que permiten ver tendencias, desde el año 1995 que está disponible el registro de Latinobarómetro.

Tabla 1: Percepción sobre la democracia en América Latina

Fuente: elaboración propia con base a Latinobarómetro.

En 2022, la oficina del alto comisionado de derechos humanos de Naciones Unidas señalaba que “el nivel de democracia que una persona media podía disfrutar en el mundo se había reducido a niveles de 1981, mientras, el Índice de Democracia Global elaborado por la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist, destaca que para al año 2023, sólo 24 países del mundo fueron calificados como democracias plenas, lo que representa tan solo el 8% de la población mundial. En esta categoría se incluyen todos los países escandinavos, varias naciones de Europa Occidental, así como Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Mauricio, Corea del Sur, Taiwán, Japón y los latinoamericanos Uruguay y Costa Rica.

La lucha por instaurar la democracia como base del sistema político, ha sido una constante de los luchadores sociales en el mundo en desarrollo, los diferentes movimientos políticos del siglo XX tuvieron la consigna democrática como horizonte y eje de organización y movilización social. En América Latina donde, con excepciones, se instauraron sangrientas dictaduras a lo largo del pasado siglo, la aspiración democrática fue central, un reclamo masivo por hacer realidad ese sueño por alcanzar lo que las diversas constituciones ya reconocían, pero que sus elites se negaban a cumplir: formas de gobierno democráticos.

En el caso de El Salvador, la herencia del Estado Oligárquico es un país vulnerable, de bajo desarrollo humano ajustado por la Desigualdad (IDH-D la intensidad de la privación de la población en El Salvador en situación de pobreza multidimensional, es del 41.3%). La lucha por la construcción de la nación salvadoreña con una sociedad justa y en desarrollo en que sus ciudadanos gocen de sus riquezas: naturales, culturales, materiales, espirituales, su historia y sean activos participantes de su futuro, es la utopía que ha movilizado a generaciones de luchadores sociales a lo largo de doscientos años de vida republicana.

En varios momentos, ese sueño pareció lograrse, pero las fuerzas oligárquicas y sus adláteres y lacayos, con el apoyo imperialista, lograron una y otra vez usurpar ese sueño y mantener el estatus quo, de un país subdesarrollado con una sociedad en donde 116 grupos familiares (Albiac, 1998), sus sucesiones, sus alianzas parentales y sociedades afines, se apropian de la riqueza nacional, avanzar en la senda democrática implica desatarse de esa hegemonía de los grupos empresariales que han decidido quien prospera y quien no, es vital desoligarquizar el espacio público y las práctica democráticas, y, modernizar el Estado.

Para las elecciones presidenciales de 2024, conforme lo dispuesto en el ordinal primero del artículo 152 de la Constitución, Nayib Bukele lanzó su candidatura y ganó la elección con el respaldo del 85 % de los votantes, siendo reelecto para un segundo mandato. Además, su partido Nuevas Ideas obtuvo 54 de los 60 escaños legislativos, un respaldo electoral que le otorga una alta cuota de poder para impulsar todas las decisiones que la situación amerita, ya que cuenta con las tres mayorías constitucionales.

El poder político en El Salvador, en la coyuntura actual, tiene una legitimidad democrática, es resultado de un proceso en donde es el soberano, el pueblo, que de forma mayoritaria ha depositado su representación en Nayib Bukele y su movimiento político, con el 52.3 por ciento en 2019 y con 85 por ciento de respaldo en la última elección 2024 y una representación parlamentaria de amplias mayorías. Como señala Latinobarómetro, es el presidente mejor evaluado de todos los tiempos desde el inicio de la transición en América Latina, con el 90% que le otorgaron diversas encuestas. Eso es el resultado de dar solución a los problemas de la gente.

Nayib Bukele, es un político nativo digital, transideológico, que asume lo que funciona, no por doctrina, sino por resultados; ha dado forma orgánica al descontento de las mayorías contra las minorías gobernantes, convencido de la crisis de autoridad y del vacío de poder en el seno del viejo bloque y de la oportunidad histórica de transformar la sociedad salvadoreña. Él, es el referente ideológico, es el líder político del nuevo Bloque, que busca imponer una nueva hegemonía, es el elemento catalizador, unificador, integrador y movilizador del pueblo. Un líder providencial, extraordinario y acorde a los tiempos y a las necesidades de la población, que asume la tarea histórica y revolucionaria de conducir las voluntades colectivas, las aspiraciones de las mayorías, hacia un nuevo orden nacional con paz, progreso, justicia y bienestar.

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Francisco Martínez
Francisco Martínez
Columnista y analista de ContraPunto. Consultor en temas sociolaborales, exdirigente sindical y exmilitante insurgente. Con experiencia en capacitación y organización popular, formación en finanzas corporativas y gestión de recursos humanos.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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