viernes, 12 abril 2024

La poesí­a de Salvador Juárez en la poética salvadoreña contemporánea

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La poesí­a de Salvador Juárez todaví­a hasta hoy en dí­a continua siendo participe, fiel a su estilo de utilizar los diferentes giros del lenguaje del pueblo con esa intensidad espiritual para el "canto de la calle" y su sentir

Mi propósito en estas reflexiones trato de dar imagen lo que denota la poesí­a de Salvador Juárez en la poética contemporánea de hoy en El Salvador. Hablar de generalidades dar una visión de mundo, temática de su poesí­a en su totalidad creadora en diferentes periodos de su trayectoria literaria. En reciente visita a mi paí­s en el 2016 a los años nos encontramos entre la alegrí­a de una tarde de poesí­a y de café y me regaló sus libros. Chamba Juárez, nació en 1946 en Apopa Departamento de San Salvador. Tiene vasta producción poética, entre 1972 al 2016 ha publicado once poemarios: “Al otro lado del espejo”, (1973), “Tomo la palabra”(1977), “Puro guanaco”(1978), “Desenterramientos y otros temas libres”(1987), “Sin oficio ni beneficio”(2000), “Veinte poemas de rigor y una canción desperdigada”(2001),”Testamento inconcluso”(2003), “Camino del copinol”(2004), “Mi libro azul”(2007), “En el túnel(2006),”¿Y quién dijo silencio?(2010), “Impronta final” (2010-12) También en ensayo ha publicado en 2007: “El tigre bisco” (Ensayos contra el descompromiso), “El intelectual, la cultura y otros changarros” y una serie de artí­culos socio polí­ticos, culturales publicados en el Diario Colatino. Sin más detalle algunas de las obras en mención -para su galardón- han merecido algunos premios. Chamba Juárez, es como un “juglar” de la “barriada”, poeta que sueña e imagina otra realidad de convivencia social. Su primer libro de poesí­a “Al otro lado del espejo”(1973), voz de blasfemador al mal estado de cosas, aquejan su alma muy desesperado en un ambiente de rivalidades, odios de clase que los dueños del poder engendran: “Nos enclaustramos en las absurdas escogitaciones / y jamás la risa fue virtud de nuestros labios/ (fuimos los inseguros de salir de casa/ sin antes pensar en el peligro/ agazapado en la primera esquina)/Jamás jamás / fue visto un espejo/acribillado por nuestras carcajadas” (Poema II) “Como reconocimiento/ tengo que brindaros lo mejor. / Mi voz / mi nostalgia/ mis defectos” (Poema IV)

Y al partir de su visión de mundo, damos cuenta de un espí­ritu en constante desasosiego, desesperado expresa situaciones dramáticas y circunstancias existenciales: “Yo soy el que veis partir todas las tardes/ con su tristeza a perdidos horizontes / El que frecuenta los abarrotados portales / el que se deshace en lágrimas / cuando cae la noche / El que no pronuncia su nombre / por temor a las pesadillas / El que añora la casa que fue / y el hogar amasado por la zozobra. / Yo soy señores el que tizno la historia” (Poema V) (“¦) “Nosotros Ed. / sólo buscábamos la salvación / de los instantes tan dialtiro escasos / y por eso quizás vilipendiarnos las tardes / cuando nos vimos frustrados de los bolsillos / Nosotros Ed. / nos conformamos / a seguir con la esperanza a cuestas “(Nosotros Ed.)

En otro de sus libros “Tomo la palabra” (1977) el poeta se manifiesta con insensatez, cordura al ambiente social que vive en una realidad que punza y pincha sus ojos: “En el túnel donde cualquier voz engorda / gritamos todos: “! Viva la libertad”! “! Abajo la dictadura”! “! Mueran los esbirros!” / Pero cuando llega la noche / apostamos a la hermosa prostituta / y la mayor cuenta del bar la hacemos efectiva / al mediodí­a siguiente / continuamos / “! Que puta vida”! / ¡Qué paí­s donde vivo!” (En el túnel) Si fijamos los elementos que sabe incluir como recursos: desde sonidos onomatopéyicos, exclamaciones, figuras de dicción, tropos del lenguaje, anglicismos, indigenismos, neologismos, dichos, refranes, apodos, personajes folklóricos del entorno de su lugar natal con sus elucubraciones de conciencia como: “Que dos meses antes de nacer / grite ¡mamaaaaaaa! / (“¦) Dicen que de ahí­ nadie respondió por su sano juicio / llovió guaro que fue maravilla. / Bailaron, cantaron / y fondearon bajo el palo de amate. / Y la niña Lucia Navarro / -que era la partera oficial – / dicen que no hizo más que llorar toda la noche / con sus colochos hechos “(Palabras marcadas)

Como sucede en otro de sus libros: “Puro Guanaco” (1977). El texto “Cuando el ultimo reflejo funerario”, con dejos de corriente oní­rica, nihilismo temprano, desdoblamiento, levitación de un subconsciente en trance, un muerto habla a su gente que asiste a su velorio, puro surrealismo: “Alisten un par de candelas, / una magnifica, / un rosario, / un Cristo y una dolorosa, / porque esto ya huele a ciprés. / Y no vayan a andar con babosadas / en el velorio / porque les juro que ahí­ nomacito / me levanto a hacerles muecas de espanto / para que me recuerden de veraz.” Y no hay mejor momento oí­r su viva voz: “(“¦) Sin que le importe a uno / la cara que se hace para decir / “! Ay Dios mí­o, porqué me lo quitaste, / tan bueno que era el pobre / y tan sin ninguna gracia que se murió ¡” / y si tienen conqué / no dejen de repartir su traguito, / de pachón para que raspe y ayude al desvelo. / hay que dar también una buena porción de pan dulce / y café, una buena tarrada de café / y cigarros en abundancia. / Así­ se compren suficientes naipes españoles, / aunque no alcance para alquilar las cortinas, / pero que Torres/ El Chele Mecho, / la Chapuda y Lito Palangana / tengan con que decir / “! Voy 10 al oro!” / (“¦) así­ nomás se dejan ir donde el sacristán / a encargar los dobles. / ¡Dalan, dalan!, que digan las campanas ¡ / (“¦) y por ultimo / si me quieren preparar a mi gusto, / no me pongan saco ni corbata, / ni talcos en la cara, / ni brillo a mis cabellos, pero si / y si no es tanta la molestia, / que la tajadita de limón / sea una media luna entre mis labios” (Cuando el ultimo reflejo funerario)

Hablar de su poesí­a a nivel formal, conceptual, predomina lo conversacional, lo oral espontaneo, su texto “Lo fregado es la goma compadre”, habla hechos cruzados en su vida con una voz de pura poesí­a popular: “soportar estas noches es lo fregado, compadre. / Uno siente que le hormiguea todito el cuerpo / y un sudor helado chorrea en los huesos. / (“¦) y entonces son los brincos ¡Ah compadre ¡ / ¡ ¿Por qué no será tan necio?¡ / ¡ ¿Por qué no acordarse de estos / amolados a la hora de empinar el codo / y mandar al diablo las rancheras y los recuerdos?! / Pero a lo hecho pecho, compadre, / porque si vuelvo a acordarme del principio es la de nunca terminar / Porque viera que duro es eso ¡/ la mujer está jode que jode todas las noches. / Las deudas por uno y los chambres por otro. / El sueldo que no estira y los anuncios que no dejan / de perturbar: que la casa, que el automóvil, / que “no se puede vivir sin radio”. / Y ahí­ en ese infierno, / ¡uno siempre es el chingado/ compadre! “¦”solo porque Dios es grande / he llegado hasta este momento. /”¦ A puras marí­as santí­simas / estoy aquí­ contándoles el cuento. (“¦) Así­ es como he tenido que amarrarme bien el cincho / para ajustarme el alma. / Así­ mi buena suerte / ¡esa apedreada suerte mí­a!… (Lo fregado es la goma compadre)

En su texto “Homenaje a la raza” de su libro “Camino al copinol” del 2004, lo simbólico, lo semántico están presente, la expresión “a la raza” se refiere a los “zumberos”, los alcoholicos consuetudinarios de la calle, que buscan el trago para quitarse la “goma” hacer diligencias, a cambio los cigarros, el “lijón” de guaro macho, los bolitos gozan el júbilo de su ruindad humana, enclaustrados en el paraí­so infernal de su infeliz tragedia, su “delirium tremens” invocar a Dios Baco. Aquí­ en esta narración nihilista de Salvador Juárez, hay patetismo, señal semiótica en el uso del lenguaje; no hay palabra rebuscada, ni metafí­sica más allá de la realidad, hilvanando monólogos interiores de un individualismo lirico, poeta sensible que sabe hacer suyo el sentir de una conciencia colectiva. Esta es para mí­ una “estampa de realismo social”, urbana y crudo, doloroso, ví­ctimas, olvidados de un sistema que ofrece desalientos, sin terapias de salud. Pienso que Chamba Juárez es el poeta cuya manera de hablar contribuye a preservar esas “jergas del lenguaje”, esa “voz populi” que se expresa desenfadado, con franqueza, de los trasnochadores oyendo a Juan Gabriel, Pedro Infante, Vicente y Alejandro Fernández canturriando frenéticamente las rancheras: “Sufro tu ausencia”, “Esta tristeza mí­a”, “No volveré”, “Estos celos”, “Nube viajera” “Por mujeres como tú”, llorando un sentimiento a moco tendido locos de amor. Porque expresiones populares son estas: “A la mierda pastores que la pascua ya pasó”, “En boca de botella”, “Eso nos pasa por andar confiando en los bolos hijos de puta”, “y me dedicaron unas rancheras con las que solí­amos llorar/ bien a verga en uno de los salones de Apopa” Lo cierto esta poesí­a, denota humor al escucharla y “humor del negro”, sin ambages dichas las cosas en lenguaje urbano, así­ de simples al natural extraí­das del alma popular.  ¡Qué mejor muestra su “Testamento inconcluso” (2003), lenguaje popular, renegando, desahuciado de este mundo infeliz: “La mera gente, pues, / El puro pueblo, aquí­ y allá / ¿ ! Y que más querí­a yo!?/”¦” es haber vuelto “agarrar zumba” después de trece años de sobriedad/ y quebré el bote con un mi cumpleaños / en Guanajuato, exactamente.” (Poema VI) “Y de ajuste / por no adaptarse al modelo se quedó gueliendo pega / picapedreando en la oscuridad, / haciendo muecas al pasado / con una coche bomba en la mano! Tirado al perro, completamente/ ¡Esta bueno que se lo haya llevado putas””¦” Ahí­ se habí­a quedado escuchando las viejas canciones al Che y a Ví­ctor Jara. / Y a saber que putas ve en sus alucinaciones / que dicen que allá al fondo de la Tutunichapa / todaví­a llora por el Unicornio y el Sombreo Azul ¡”¦ “Pues muerto el chucho se acabó la rabia”¦” (El letrado de las altas esferas) Como se observa mis lectores, qué más vivencias humanas esta manera de decir las cosas, a calzón quitado, sin pretensiones, sin lenguaje rebuscado en su poesí­a. Se reflejan momentos sufridos en “Mi libro azul” (2007), imagen del martirio alcohólico en que el poeta se chamuscaba la garganta en honor a Baco, con experiencias familiares en el texto “Desde la Tribuna”, historia de su hermano Arturo y su padre, la tragedia por las garras del vicio, Arturo murió de una cirrosis. Ese batallar existencial en esa vagancia del lumpen que refleja su “Poema de los más bajos fondos”, puro monologo interior, el alma se debate en diverso vagabundeo, soledad, interioridad desesperada: ¿Y qué ando haciendo aquí­, / en plena madrugada, / sin rumbo en estas calles solas, / ¡tremendamente solas!?…/”¦ ¿”Qué fortuna me he quedado buscando / a tientas en el suelo, / como ciego desesperado / queriendo tactar una migaja no sé de qué? / Qué me exaspera hasta el delirio.””¦ ¿Qué fuerza me impide dar un paso / hacia la verdadera realidad, / aunque las ganas de salir del infierno / también sean poderosas”¦? “Y cualquiera llora al verse topado al cerco del infortunio. /”¦ha quedado completamente chuña. / Así­ como vengo por estas calles / barrileando con la esperanza de hallar aunque sea / un par de cachos, / que aunque no sean a mi medida está bien, / y aunque un zapato no sea igual que el otro / me da lo mismo”¦!” Poesí­a de emoción fervorosa que habla con descaro, el fatalismo moral de total dejadez humana, pasar su temporada en los infiernos adorando al Dios Baco, sus rehabilitaciones en el Hogar del alcohólico, el poeta cuenta, se rescata con la poesí­a misma, su espí­ritu confronta los delirios de su vida capaces de perder la razón. El poeta muestra un retrato social, la anécdota o crónica de algo que contar que se identifica con su conciencia individual ante una realidad que lo frustra con desencantos a su problema alholico. Una poesí­a que desde lo formal está desprendida de su ritmo, sin desligada de lo humano, en el camino de los más “bajos fondos” hay franqueza, sin hipocresí­a, sin misericordia que lo llevan a la droga, a esa estampa de miseria humana soportando crueles zarpazos a su vida. Eso lo notamos en “Veinte poemas de rigor y una canción desperdigada” poesí­a del 2000, cuyo tí­tulo recuerda a Neruda, no en al “amor” pero si en su canción desesperada que el poeta sufre sin perder esa “inmensa alegrí­a de vivir””¦ Por lo general en su totalidad la poesí­a de Salvador Juárez, su temática misma capta humor, sarcasmo, ironí­a, solemnes instantes, desesperanzas, frustraciones que corroen su alma llevándolo a “expresiones con malas palabras” consideradas vulgares, léperas, chabacanas dichas en doble sentido como: “Cuando la cabeza de abajo se para, / la de arriba no piensa”, utilizadas con intención poética. Además yo no creo en las malas palabras, más bien creo en la mala interpretación de ellas. Por ello tengo entendido que la poesí­a de Chamba Juárez, en sus inicios mal interpretados, cuestionados precisamente por su recurso poético usado, su manera de decir las cosas. Como que su poesí­a no cabí­a en el estilo de la poesí­a que debí­a escribirse en esos cruciales momentos de violencia social de la década de 1970. A ¿quién, por ejemplo? Podí­a importar en ese momento, las vivencias de los “bolitos” o del futbol de Apopa su ciudad natal, así­ como su individual desgarramiento de poeta, cuando se viví­a ante un régimen que perseguí­a con la muerte, a quienes apoyaban la lucha revolucionaria en contra de la dictadura que por años reprimí­a al pueblo; claro ubicada su poesí­a en ese contexto, parecí­a una poesí­a que no cuajaba con las circunstancias históricas. A pesar que para entonces mi crí­tica, daba razón a la poesí­a de Chamba Juárez, inclusive al principio, para ser honesto con mis lectores, no me gustaba mucho su poesí­a, no me llenaba de encantos, ni emoción, ni inspiración alguna, centraba su lenguaje en una forma común y corriente cada vez que leí­a y oí­a su poesí­a en recitales, sentí­a que contrastaba a lo vigente a los ojos de una problemática social que dolí­a más, consciente también que la poesí­a no debe aislarse del lenguaje común que diariamente vivimos, lloramos, oí­mos, respiramos, cantamos, a putiadas y puñetazos de dulzura, los piropos amorosos, vulgares, que para la clase “Popof” son ofensivos. Yo estudiaba a lingí¼istas y crí­ticos de la sociologí­a literaria como: Lukács, Roland Barthes, Jacobson, semióticos del lenguaje, ayudan aplicando sus principios teóricos a la literatura, daba esa “razón a sus detractores, pero también daba toda razón de ser, a la poesí­a de Salvador Juárez, luego con el tiempo en segundas lecturas, caí­ en la cuenta como por arte de magia, quizás a sus crí­ticos les pasó lo mismo, su poesí­a ya una vez asentada la posguerra me denotaba vitalidad, gracias a su lenguaje popular, pues crí­ticos de la época sostení­an, en una poesí­a “de un lenguaje de gran simplicidad” pero después comprendí­a, su verbo se enriquecí­a, parecí­a afianzarse mejor a la identidad de nuestra gente, pues la poesí­a, sin importar las vivencias no puede nunca perder contacto con el espí­ritu de su pueblo al reflejar realidad humana.  El Poeta Salvador Juárez, capta su mundo, exterioriza sus estados de conciencia en monólogos interiores que lo abruman desde el rincón de su soledad habla con su soledad. Y entre este maremágnum de las circunstancias sociales, históricas que se viven, su lenguaje desagarra temores o valentí­a, inmerso en la problemática, alejado de todo formalismo puro. El poeta es un fructí­fero aporta a la literatura, contribuye a rescatar vocablos del pueblo; expresiones que vida e identidad al español que hablamos hoy en El Salvador. Los poetas pero no los del Olimpo, poetas de Dios, ángel o demonio, benditos al paraí­so o malditos al infierno de nuestras circunstancias existenciales; capaces de soñar utopí­as y no a lo postizo, esta aparente realidad virtual que ciega oí­dos que ensordece los ojos. Pues vamos a los empujes al manejo descarado del imperio y es la crisis propiciada por el neoliberalismo desenfrenado y globalizador. Esta falsa modernización (entre cordones de hambre e inseguridad social), esta realidad aparente solo demuestra, el subdesarrollo y atraso en que vivimos.

En fin diremos que toda su variante poética desde su primer libro “Al otro lado del espejo”, de 1973 hasta “Impronta final” del 2010-12. Todo esto hace reflexionar el espacio antropológico de la poesí­a, se debate entre un eje social, cultural, polí­tico sin dar la espalda a la razón en sentido humano, a la oración luminosa, sagrada y desacralizado en el contexto histórico, de una realidad de contrastes económicos, surge la poesí­a, constituida por tragedias, circunstancias polí­ticas, mí­ticas, rituales, la tradición ancestral, testimonial en que nace la poesí­a, como una forma de la conciencia social. Y donde debe haber sentido de compromiso, ante la realidad que circunda; obliga al creador a tomar una posición de clase, una actitud moral frente a esta realidad sistematizada, alienada y consumista, pues la literatura, la poesí­a y la razón misma son aliados vitales a una filosofí­a de ficción; y será por consecuencia misma, una razón de concepción idealista o materialista, según la conciencia social del poeta, del escritor, del artista, al percibir esos reflejos de la realidad, más cuando el lenguaje proviene desde la entraña misma del propio pueblo. De cómo la poesí­a, la literatura cuya complejidad estética debe estar presente, padeciendo, haciendo frente con imaginación de crear una ficción de la realidad o de una realidad hecha ficción como se quiera.

Pienso que la poesí­a popular, algunos de la talla de Chamba Juárez, Ricardo Castrorrivas, Roberto Monterrosa, Ulises Masis, Gilberto Santana, se caracterizan por lo coloquial del lenguaje que utilizan tal cual como habla la gente. Entonces la poesí­a dentro de la cultura explora los valores de la lengua, de la tradición popular como hablantes que somos. Ahora en cuanto a la función poética en el uso del lenguaje en la literatura salvadoreña, se conocen antecedentes, en parte dados por el polémico poeta Roque Dalton (1935-1975) y otros de la generación de 1950 que llevan la poesí­a a un sentido de compromiso. Roque Dalton que influenció a las generaciones posteriores, tanto en conducta moral, militancia, al crear con maestrí­a estética desde lo formal, una poesí­a urbana, conversacional, un abanderado de esa poética del compromiso, que supo romper espacios históricos del proceso literario en el paí­s. Y flotando la poesí­a por un lado lejos o cerca grita el eco del testimonio de la historia misma. En la poesí­a de Chamba Juárez no hay ritmo y si lo hay es música de tonada triste, de melodí­a lúgubre punzando en verso libre, que rompe el verso “cristal” dada la imaginación diluida de su expresión casi prosaica, en todo caso “verbo”, poesí­a sin preocupaciones técnicas se rebela contra la “poesí­a pura” sin tradición del verso “rubendariano” que profesaran poetas postmodernistas del primer cuarto de siglo. Chamba Juárez, rompe, revela su poesí­a en lo que en Ernesto Sábato llaman “anti poesí­a” o “exteriorismo” subjetivo y objetivo en Ernesto Cardenal todo por sus giros en el lenguaje popular. Razón tenga sobre algunos aspectos estéticos de su obra, un crí­tico como Jorge Vargas Méndez, poeta trabajador, un investigador, califique a Salvador Juárez en su estudio “El Salvador y sus hablantes”, como el escritor en El Salvador que en la mayorí­a de veces, es quien más utiliza, los “distintos giros sintácticos, gramaticales”. Yo digo que es un poeta en El Salvador de visión social, coherente con tendencias vanguardistas, al utilizar la expresión coloquial en la conformación de los propios cimientos de su poesí­a.

De modo que al tomar como base la literatura, la poesí­a, sus oficios en un contexto histórico, de relaciones humanas, sociales, económicas, polí­ticas y problemas nacionales vigentes. Y de fondo la poesí­a anda flotando, asusta nuestra sombra, la incertidumbre, las noticias inesperadas, la violencia y las maras, el crimen organizado, más la corrupción como pecado fácil, frente a las luchas parlamentarias que los polí­ticos de turno presentan el teatro de su vida sin ningún consenso ni soluciones de los álgidos problemas que aquejan a la sociedad salvadoreña, más bien más agravantes: “Y si alguna vez puedo salir de esta manigua de la existencia / hasta que no olvide esta cruz calle sin nombre/ esta zona de alta peligrosidad / donde mareros, ladrones y drogadictos / llevamos el mismo estigma” (Los tirados al perro y las maras) Y de fondo de esta problemática hay una estética extrema en la conciencia de dar testimonio con sentido de resistencia de esta realidad que vivimos, en este pueblo de espí­ritu trabajador, sin oportunidades, sin brújulas que tomen el más justo horizonte de buen futuro para todos. Por consecuencia la ola que impone el imperio, la neo-colonización con la globalización neoliberal de un sistema económico en perenne crisis, desintegración social, desigualdad económica donde el crimen organizado, las extorsiones andan a la orden del dí­a. Todo esto la crisis del sistema que padecemos, la problemática que vive este valiente pueblo que se niega a morir. De base una cruenta lucha de clases como punto de partida de nunca acabar, desde la época misma de la colonia, desde la conquista y su resistencia, tiene raí­ces de base social en el obsoleto sistema de infraestructura económica de carácter medieval que nos heredaron los colonizadores, con el tiempo la burguesí­a criolla, la oligarquí­a, vino labrando buitres con intereses creados en este sistema de injusticia social en el cual vivimos. Donde no hay vuelta de hoja, no hay salida, la soberbia, el asco, lo grotesco la mueca y la risa miserable de un ambiente de sálvese quien pueda, de salir huyendo por falta de oportunidades, soñar otros rumbos, donde hacer vida aun con la nostalgia de la patria ausente. Soñamos como poetas la concordia, la armoní­a social, y la felicidad, vivir con más dignidad en una sociedad civilizada. Eso concierne hoy en dí­a a los creadores de cultura de contribuir con sentido ético a ese proyecto de crear hoy un nuevo proyecto de nación, una nueva sociedad más justa y más humana. Conscientes que la poesí­a y el arte, como formas de la conciencia social, no pueden ignorar los problemas del hombre y la sociedad, ser solidarios con el épico sentir del mismo pueblo. Aunque a Salvador Juárez tampoco se le puede negar su visión polí­tica a través de la literatura, contribución práctica que lo lleva hacia los 80s a vivir la experiencia en las ergástulas cárceles de la policí­a nacional de un régimen dictatorial y sanguinario por entonces.

Como conclusión la poesí­a de Salvador Juárez todaví­a hasta hoy en dí­a continua siendo participe, fiel a su estilo de utilizar los diferentes giros del lenguaje del pueblo con esa intensidad espiritual para el “canto de la calle” y su sentir. Donde todo su numen poético, visto a la distancia del tiempo, se ha cimentado, enriquecido y es el poeta que más se apega por su lenguaje a la identidad popular salvadoreña. Todo esto me permite explicar mis puntos de vista estéticos en el recorrido de su creación poética, cuya expresión natural y formal se amolda a esa voz que lo caracteriza peculiarmente dentro de la poesí­a contemporánea de hoy en El Salvador. 

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Alfonso Velis-Tobar
Alfonso Velis-Tobar
Escritor, poeta y académico salvadoreño, residente en Canadá. Colaborador y columnista de ContraPunto
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