viernes, 12 abril 2024

La poesía como brújula en la vida y obra de Sofía Estévez

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Sofía Estévez, vivió en El Salvador y tiene obra que atestiguan esa aprehensión de la cultura salvadoreña. Pudo captar las profundas vetas de nuestra identidad y las trabajó con herramientas afiladas y llenas de amor, pero sobre todo con solidaridad

Sofía Estévez, dominicana-estadounidense, habla de su pasión: «Soy poeta por un acto ambiguo de rebeldía y agradecimiento ante la vida, sus seres, circunstancias, paisajes y mercancías. Ser poeta es un oficio urgente, serio y sagrado, el poeta tiende un puente a su oasis donde ofrece asilo y recuerda que no estamos solos ni en la alegría ni tampoco en el más profundo dolor, ¡la poesía salva!» Y Sofia quiere salvarnos con sus versos y prosa.

La poesía de Sofía estuvo retenida por la vacuidad de la rutina laboral. Pero la palabra se abrió paso para concretar la revolución vital y existencial, entre lo que podía ser y lo que debía ser, su drama de estar atada terminó en versos: «Una mujer se prostituye en una oficina, / se ahoga entre reuniones y ejecutivos, / cegada por monitores, estadísticas y gráficas, / víctima de un buen salario que la sedujo.». Dinero versus Poesía. Ganó la Poesía. Bien por nosotros.

Y para que no haya dudas, con la fatalidad que los hijos de Baudelaire entendemos, confiesa: «Los poetas no elegimos la poesía, ella nos elige a nosotros, y nos persigue y nos consume si no la dejamos ser.» Por eso es admirable la poesía de Estévez, porque no es producto de represión u ocultamiento, como Sor Juana Inés de la Cruz, si no de liberación, de diálogo consigo misma y por tanto con toda la humanidad. Es poesía de encuentro, no de evasión.

Sofia asumió su apostolado de la literatura cuando se dijo: «Detono esta maldita piedra que me apresa:/ grito mis verdades, elijo mis placeres, pago mis impuestos, / me desempadrono de la jerarquía de los caciques-sagrados, / artífices de morales bifurcadas, / propietarios de la rama larga de la horquilla, / me sacudo sus escuetos permisos y pesados deberes.» Este fue su decálogo hacia el compromiso poético.

En su libro Los abrojos del bien, percibí la exquisita sensibilidad en temas críticos. Veo, dice Sofía, mi razón poética como un Don que me han concedido los dioses: el de la palabra como brújula para dar sentido a lo que el simple ojo no ve, a lo que no se mercadea en masa, a lo que no nos cuentan ni las noticias, ni los libros de historia, a lo que nos ahoga, nos excluye, nos asombra y enternece.  Sofia no se detiene en la verdad incómoda, en la belleza oculta ni en la fealdad maquillada. No transige con la hipocresía. Es letal con la estupidez generalizada.

Su extraordinario poema “Poeticidio” devela y denuncia la trampa del consumismo y la cosificación humana: «En este pretender absurdo de normalidades, / me levanto, trabajo, compro, me acuesto…/ Un vivir en orden sin revelaciones, / El esposo, los niños, el perro/ ¡Ay! Mis dos yos me están acabando, / hola, que tal, como no, hasta luego…/ Se baten cuerpo a cuerpo, me aflijo, / pan, leche, carne, verduras…/ ¿Por qué duele tanto un destino incompleto? / Limpio, lavo, plancho, ordeno…/ Y, yo me niego la vida a cada momento, / tengo, quiero, necesito, consumo…/ Matando al poeta, abortando poesía, / me levanto, trabajo, compro, me acuesto…».

En medio de todo, Sofia es una mujer sociable, pero no sumisa a las «Sociedades elaboradas dentro de burbujas/ sostenidas en atarrayas que revientan, / realidades disfrazadas: álbumes de bodas, / discursos bíblicos extraídos con tenazas, / construcciones sociales de hormigón armado/ impuestas como verdades universales. / Eclipse de azul y rosa sobre un arcoíris.», es una poeta con posturas éticas claras, que prefiere fluir con sus sentidos y convicciones, avanzando estéticamente con una contagiosa y avasalladora fuerza vital.

Finalmente, Sofía Estévez, vivió en El Salvador y tiene obra que atestiguan esa aprehensión de la cultura salvadoreña. Pudo captar las profundas vetas de nuestra identidad y las trabajó con herramientas afiladas y llenas de amor, pero sobre todo con solidaridad. Hay muy bien logrados versos dedicados a Roque Dalton, ya publicados, así como a lo ocurrido en 1932 y la masacre del Mozote/ Y ¡por supuesto!, sobre Monseñor Romero.

(*) El autor es escritor salvadoreño-estadounidense, master en literatura hispanoamericana, exembajador de El Salvador en Perú. Abogado y Notario.

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Grego Pineda
Grego Pineda
Escritor de la diáspora salvadoreña en EE. UU, Magíster en Literatura Hispanoamericana, columnista y colaborador de ContraPunto
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