La mundana tragedia

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En diálogos con gente instruida en torno al tema, “qué es lo que el país más necesita”, opino que uno de los puntos esenciales es un contrato social. La respuesta inmediata, en la mayoría de los casos, es ¡ha Rousseau!”. Continuando el coloquio, trato de explicar de que no se trata del filósofo mencionado. Al final, lo que saco en claro es que el interlocutor no ha leído a Rousseau, ni tampoco entiende de que estoy hablando. Me pongo en tela de juicio y pienso que quizás me explico mal. Pero creo que no, pues se trata de gente instruida, y el tema no es tan difícil de entender.

La cuestión del contrato social es la cuestión de la justicia social. Un tema, con una línea de pensamiento que proviene desde los griegos más de dos mil años atrás, hasta nuestros días, comprendiendo filósofos como Platón, Aristóteles, Locke, Kant, Hobbes, Marx, claro también Rousseau y en nuestro tiempo,  entre otros, Benjamin, Marcuse, Horkheimer, Adorno, Arendt y John Rawls. Viendo este pequeño grupo de nombres, veo ya el fruncir el entre cejas de mis compatriotas anti intelectuales, disfrazados de intelectuales.

La justicia, para los atenienses, se determinaba mediante dos reglas: la lex y la equitas. La lex es una regla, como una vara rígida, que puesta sobre una piedra, no se pliega. La equitas, sin embargo, puesta sobre la misma piedra, se pliega y se adapta a su forma. Es decir, la justicia es el resultado de la dialéctica entre la norma abstracta y el caso concreto.

Desde los tiempos de Platón y Aristóteles, estaba ya, la justicia social, estructurada y concretizada en una forma de sistema político. En la Edad Media, por Plontino, San Agustín, Luego, tomada sobre todo, mas no los únicos, por la línea de pensadores ingleses. De hecho, fueron estos los que concibieron la primera Magna Carta (Ley Fundamental) del mundo moderno.

Traigo a cuenta lo anterior; porque en mi país se desarrolla un proceso de reforma de la Ley Fundamental. Si he entendido bien, se han organizado tres mesas o grupos de trabajo. En la primera se tratará de dilucidar la cuestión de los derechos fundamentales. En mi opinión, debería existir, una mesa precedente a los derechos fundamentales, y sería la mesa de los principios fundamentales. De los principios fundamentales se deducen los derechos fundamentales, a menos que se consideren a los principios fundamentales, sinónimos u homólogos a los derechos fundamentales. Lo cual, desde mi perspectiva jurídica no sería correcto. Comparto la opinión de John Rawls, tal como lo desarrolla en su libro, “A Theory of Justice” (Una Teoría de la Justicia), el cual en el capítulo 3, titulado “The main idea of the theory of justice” (La idea principal de la teoría de la justicia), expresa lo siguiente: “Mi objetivo es presentar una idea de la justicia, que generaliza y lleva a un nivel alto de abstracción a la conocida teoría del contrato social…” El alto nivel de abstracción se debe entender en el sentido de que no está ligada a una forma predeterminada de Estado, sino que le deja espacio, para su aplicación, al legislador.

El nivel básico de partida del contrato social es, en todo caso, concebir una “tabula rasa” de las clases sociales y grupos que integran una determinada sociedad, y ubicar el resultado en un concepto de igualdad de toda la estructura social. En esta situación, en donde nadie, como primer paso, tiene derechos ni obligaciones, determinar cuales son aquellos válidos “erga omnes”, sin que se privilegien grupos o clases sociales. Estos últimos sí, pueden encontrarse en los derechos fundamentales; pero no en los principios fundamentales. El sentido del contrato social, es lo que Rawls llama Justice als fairness (la justicia como equidad).

La teoría de Rawls, ha creado un debate muy interesante, a favor y en contra, en Colombia, Chile, Brasil, etc. En mi país, que yo sepa, y si me equivoco, pido anticipadas disculpas, ni la sombra de un comentario.  La mundana tragedia consiste en que el antiintelectualismo se disfraza de intelectualismo.

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Redacción ContraPunto
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Nota de la Redacción de Diario Digital ContraPunto
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