La muerte del instigador del asesinato de Roque Dalton

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Edgar Alejandro Rivas Mira habrí­a muerto sin pedir perdón a la sociedad salvadoreña por sus crí­menes.

Edgar Alejandro Rivas Mira, principal instigador y autor intelectual  del asesinato de Roque Dalton y de Armando Arteaga, el 10 de mayo de 1975, está presuntamente muerto. Conocido en la clandestinidad como Luis Rí­os, Sebastián Urquilla, el Choco Sebastián o El Capitán, habrí­a fallecido hace un poco más de ocho años, es decir, aproximadamente en 2009.

No sólo eso: su esposa Ana Angélica Meardi Araujo, habrí­a fallecido también hace poco más de dos años, aproximadamente en 2011; ambos murieron en la capital mexicana, sumidos en la soledad, el olvido y el más absoluto deterioro de sus facultades morales, mentales y fí­sicas.

Habrí­a acabado así­, en cierta medida, el misterio que encierra a esta pareja, al menos en lo que se refiere a su última ubicación geográfica y las circunstancias finales de sus vidas.

No tenemos la fecha ni lugar exacto de sus fallecimientos, tampoco dónde fueron sepultados ni bajo qué nombres. Sólo sabemos que murieron, con dos años de diferencia entre uno y otro, en el Distrito Federal de los Estados Unidos Mexicanos.

Con la muerte de Sebastián Urquilla llegó el final fí­sico del hombre que en su polémica vida sembró el terror y el miedo en la sociedad salvadoreña, y que de manera especial, hizo grave daño a la izquierda local.

Pese al daño que ocasionó Sebastián Urquilla, sus crí­menes aún se tratan como circunstanciales del pasado; ha sido preferible esconderlos debajo de la alfombra que someterlos al análisis crí­tico y al enfrentamiento valiente de las problemáticas y errores que la insurgencia revolucionaria cometió en el proceso de antes y durante la guerra civil. Desentrañar y transparentar lo ocurrido durante el mandato de El Capitán abonarí­a al derecho a la verdad y a la justicia que merecen sus ví­ctimas (los asesinados, sus familiares y la sociedad salvadoreña en su conjunto).

Sebastián Urquilla fundó “El Grupo”, que en su acción más destacada el 11 de febrero de 1971 secuestró y asesinó al empresario Ernesto Regalado Dueñas; en febrero del siguiente año creó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), al que se integraron universitarios, en su mayorí­a provenientes de las juventudes demócrata-cristianas y comunistas, sectores radicalizados que se integraron a la lucha anti-dictatorial.

Edgar Alejandro Rivas Mira, sin embargo, fue un enigmático “genio del mal”, en todo el sentido de la palabra. Durante su jefatura fueron asesinados, entre otras personalidades relevantes de la vida nacional, Ernesto Regalado Dueñas, Roque Dalton y Roberto Poma. Se sabe también que bajo sus órdenes fueron aniquilados otros lí­deres sindicales y polí­ticos ligados al entonces Partido Comunista de El Salvador (PCS), a quienes consideró “enemigos revisionistas”. Todos estos delitos están impunes.

Los investigadores e historiadores salvadoreños y extranjeros interesados en esta parte de la historia local, deberán llegar a la profundidad que encierra este personaje en la vida nacional y desentrañar realmente el por qué de sus acciones: si estuvo al servicio de algún Estado o de inteligencias extranjeras o bajo órdenes del Ejército salvadoreño; o si actuó por cuenta propia de acuerdo a su mentalidad extremista, con la cual logró arrastrar a otros individuos con cuestionada ética y moral que le siguieron sus pasos y que tienen un registro igualmente nefasto en la historia nacional, como Vladimir Rogel, Joaquí­n Villalobos y Jorge Meléndez, especialmente.

En el caso de Roque Dalton, el cuarteto de Rivas Mira, Rogel, Villalobos y Meléndez, fueron quienes planearon la trama para asesinarle, así­ como a Armando Arteaga; urdieron una campaña difamatoria  en su contra; quienes los torturaron fí­sica y mentalmente estando detenidos; los asesinaron a traición y finalmente sepultaron en un lugar  que hasta el momento mantienen en secretos, como sí­mbolo del odio que aún destilan contra de las ví­ctimas. Todo ello está categóricamente comprobado.

De  izquierda a derecha: Roque Dalton, Armando Arteaga, Ernesto Regalado Dueñas y Roberto Poma, ví­ctimas de Edgar Alejandro Rivas Mira, conocido en la clandestinidad como Luis Rí­os, Sebastián Urquilla, el Choco Sebastián o El Capitán, quien habrí­a muerto de forma trágica en México, lugar hacia el que huyó tras fugarse de El Salvador.

Hemos sabido por testimonios que cumpliendo órdenes de “El Capitán”, el  comando ejecutor estuvo integrado por tres personas: Rogel, quien se encargó de matar a Armando Arteaga; mientras que Villalobos disparó contra Dalton. Meléndez supervisó el cumplimiento de las órdenes. Horas después, “El Capitán” mismo, junto con Meléndez, así­ como dos acompañantes más, llevaron los cadáveres a un punto desconocido aún, pero ubicable en la zona del Playón (lava del Boquerón), donde les dieron sepultura.

La muerte de la pareja Rivas-Meardi

En  años recién pasados el escritor salvadoreño David Hernández, quien ha investigado y escrito acerca de Roque Dalton, su obra, su vida y su muerte, publicó en La Prensa Gráfica varias columnas en las que hací­a referencia a la persona de Edgar Alejandro Rivas Mira, o “El Capitán”.

Hernández aseveraba que sus fuentes le hicieron saber del supuesto retorno de “El Capitán”  a El Salvador; primero lo ubicaba, junto a su hermano mayor Alfonso, en  una casa a las orillas de la laguna de Apastepeque, presuntamente enfermo de Alzhéimer.

En otro artí­culo, Hernández ubicó a los hermanos Rivas Mira, en la región montañosa occidental entre Apaneca y Ataco, siempre con “El Capitán” enfermo y en los estertores de una próxima muerte.

Aquellas  aseveraciones nos obligaron a hacer varias consultas en El Salvador y en el extranjero, pero no hubo fuente que verificara las aseveraciones de Hernández.

Durante el proceso de producción del documental “Roque, Fusilemos la Noche”, de la directora austriaca Tina Leisch, le entregamos a la documentalista las señas que tení­amos, entre otras personas, de Alfonso Rivas Mira, distinguido académico, quizás ya retirado, de la Universidad de Colima, de México.

Leisch logró un contacto telefónico con el profesor Alfonso, pero este fue escueto: “ambos, mi hermano y mi cuñada, están muertos”¦” Con la misma colgó el teléfono sin dar mayor explicación.

Como familia, no nos hemos detenido en averiguar el paradero, vivo o muerto, de Edgar Alejandro Rivas Mira, debido a que es fundamental su inclusión en el proceso judicial y en el reclamo de justicia que estamos siguiendo y que en breve podrí­a tomar nuevos brí­os si la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) admite nuestra denuncia puesta en noviembre de 2011 contra el Estado Salvadoreño por denegación de justicia para Roque Dalton, ví­ctima de una serie de delitos de lesa humanidad que se cometieron en su contra.

Nuestras indagaciones nos llevaron a una fuente que consideramos seria y confiable, además de muy cercana a la pareja Rivas-Meardi.

Esta fuente, cuya identidad mantendremos en el anonimato, nos relató una versión dramática  del fin que habrí­a tenido “El Capitán”.  Lo decimos todaví­a como una suposición, hasta que se verifiquen los pormenores y los detalles no aclarados, como fechas y lugares exactos de  los fallecimientos. También habrí­a que tomar en cuenta que en una investigación judicial todos los hechos deben tener certeza.

No obstante, lo que divulgamos serí­an las circunstancias de los fallecimientos de la pareja Rivas-Meardi, así­ como el estado deplorable en que se encontraba “El Capitán” cuando le habrí­a sobrevenido la muerte.

La fuente nos cuenta que la pareja Rivas-Meardi residí­a en México desde hace muchos años; es probable que desde que “El Capitán”  huyera -o negociara su salida del ERP con Villalobos y Meléndez- después del secuestro y asesinato de Roberto Poma, en 1977. Algunas versiones indican que “El Capitán” cobró el rescate de la familia  Poma y que se quedó con ese y otros dineros de las recompensas por los empresarios secuestrados en aquella época.

Otra cosa que nos cuenta la fuente es que siempre vivieron en México, con documentación e identidades falsas; nunca usaron sus nombres propios ni tuvieron documentos salvadoreños (excepto al final de su vida, Ana Angélica retornó -ya viuda- en 2011 y pudo sacar DUI y pasaporte legal).

La fuente nos narró  que “El Capitán” se habí­a convertido en un alcohólico empedernido, incrementando su mal con prolongados estados depresivos, paranoia y psicosis.

“El Capitán”  tuvo  momentos de violencia intrafamiliar, producto de sus estados mentales deteriorados, a tal grado que la única hija de la pareja terminó por abandonarlos y se refugió en una ciudad europea, rompiendo para siempre con su núcleo familiar.

Así­ las cosas, Edgar Alejandro Rivas Mira habrí­a fallecido en el Distrito Federal de México, al estallarle el hí­gado producto de una incurable cirrosis hepática, un dí­a de 2009.

La muerte de Angélica

Ya  en estado de viudez, Ana Angélica Meardi Araujo, como dijimos antes, regresó a El Salvador, casi dos años después del fallecimiento de su marido.

Narra la persona que brindó el testimonio que  Ana Angélica padecí­a ““igual que “El Capitán”- de una profunda paranoia ó delirio de persecución.

“No  querí­a salir a la calle por miedo que la identificaran y la mataran”¦ Costó hacerle ver que las cosas habí­an cambiado en El Salvador; costó que fuera a sacar sus documentos de identidad, porque desde hace años no  los usaba”, contó el testigo.

La estadí­a de Ana Angélica no fue prolongada en San Salvador; regresó a México, donde al cabo de  dos meses falleció, también en la soledad y el olvido más absoluto.

En  nuestras averiguaciones, llegamos al perfil abierto de Ana Angélica Meardi Araujo en el Facebook, el cual sólo registra su nombre; no cuenta  con un solo amigo ni fotografí­as ni más información. Fue abierto el 6 de diciembre de 2008 y nunca se cerró”¦

Más interrogantes

Edgar  Alejandro Rivas Mira habrí­a muerto sin enfrentar sus culpas por los crí­menes que cometió. En vida, y después de haber salido del ERP, nunca tuvo la valentí­a polí­tica siquiera de argumentar ni de justificar sus acciones, mucho menos pedir perdón a la sociedad salvadoreña por sus responsabilidades en los hechos graves que dirigió.

Quizás ese sentido de culpa lo persiguió hasta matarlo sin el protagonismo que algún dí­a enarboló, cuando se creyó dueño del mundo y de la verdad; dueño de las vidas humanas que segó.

Su presunta o real muerte, nos deja otras muchas interrogantes: ¿Por qué Edgar Alejandro Rivas Mira  se estableció en México? ¿Quién en México lo protegí­a y quién lo mantuvo en la sombra durante tanto tiempo?

Por extraña coincidencia muchos de los dictadores salvadoreños de antes y durante la  guerra civil tuvieron también como refugio las tierras mexicanas.

¿Puede  vivir en México, sin ser identificado y durante tanto tiempo, un hombre  que un dí­a fue el perseguido número uno de El Salvador? ¿Podrí­a permanecer así­ sin saberlo las inteligencias de México, Estados Unidos y  El Salvador?

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Juan José Dalton
Juan José Dalton
Director General y Fundador de Grupo Dalton: Diario Digital ContraPunto, Periódico AudioVisual ContraPuntoTV y Archivo Digital Roque Dalton
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