lunes, 15 abril 2024
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La muerte como detonante de la indignación popular

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Es un rasgo de la historia colombiana la desaparición física del adversario político por parte de la oligarquía criolla, es tan larga la lista de víctimas que no es suficiente este artículo para abarcar el tema. Aunque si se tendrán en cuenta algunos casos emblemáticos para soportar este escrito centrado en el paro nacional que vivimos en Colombia, tales como la desaparición de los movimientos sociales y políticos A Luchar y Unión Patriótica entre otros, aunque los que no se mencionen no les resta su importancia para sus sobrevivientes y para quienes recogimos esa herencia.

La Unión Patriótica fue desaparecida por el estado colombiano cobrando la vida de 1.163 miembros, desapareciendo a otros 123 militantes entre 1985 y 1993.[1] Así mismo, miembros de los movimientos políticos A Luchar y el Frente Popular fueron desaparecidos, rodeando la cifra de 800 casos registrados; además de sufrir 260 asesinatos, 165 detenciones arbitrarias, 80 desapariciones forzadas, 58 casos de tortura, 32 amenazas y 20 atentados y hasta un caso de abuso sexual en el caso de A Luchar.[2] Menciono estos casos porque son el símbolo reciente del trato de la derecha sobre las expresiones organizadas de las comunidades que empiezan a disputarles el proyecto de nación.

Este convulsionado periodo previo al siglo XX caló hondo en la conciencia de la gente, continuando con los dos periodos de Álvaro Uribe cuyo saldo más monstruoso son los 6402 ejecuciones extrajudiciales a manos de las Fuerzas militares[3]. Todo este miedo sembrado fue una causa de desmovilización y desarticulación en el tejido social que traía experiencias organizativas significativas a nivel local y nacional; pero paradójicamente el actual Paro Nacional demuestra algo diferente.

En la última encuesta hecha por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística –DANE- para el año 2018, mi país cuenta con una mayoría poblacional entre los 20 a 29 años de edad, distribuida con el resto de compatriotas en las cabeceras municipales o ciudades dentro del 77.1% de los 48 millones de habitantes. ¿Quiénes llevan el mayor protagonismo de este paro? Así es, la juventud nacida en la década del 90 en adelante, aquella que sobrevivió a la oleada de violencia estatal, o cuyos padres y madres lograron escapar de esas balas asesinas.

Con total conocimiento del arrojo que tiene este sector, son quienes están materializando la primera línea, motivando las asambleas populares, transformando los CAI´s en bibliotecas populares y sosteniendo con actividades culturales los espacios reapropiados en las ciudades. Una juventud que sufre el endeudamiento bancario, la informalidad, los trabajos hiper-precarizados, la ansiedad producida por estudiar y trabajar, contextos de exclusión y violencias en el barrio, padres y madres prematuros, desempleados, soportes de hogar y otras miles de cruces que deben cargar por culpa del modelo económico colombiano que marchita el corazón del joven y exprime vidas enteras en trabajos frustrantes y falsas aspiraciones.

A esta generación consciente de que no tiene nada más que perder, porque ni una pensión preveen bajo el actual modelo, se juega la vida desde el 28 de abril. Bajo esta idea, el ver, oír y conocer las victimas mortales de la Policía Nacional (nuevas muertes violentas que se agregan a las miles de la historia nacional) no ha generado el efecto “tradicional” en el Paro, no ha ahuyentado a sus protagonistas, no los inmoviliza, por el contrario esos actos que constan de dos partes, la víctima y su antes de morir (familia, trabajo, edad, círculo social, etc.) y el ataque policial (golpiza, disparo, gas lacrimógeno, uso de tanqueta, violación, etc.) son un combustible de indignación, deslegitimidad del Estado/gobierno nacional y un catalizador de la capacidad política de exigir cambios sustanciales en el orden imperante.

Lo que representó la muerte como política estatal, hoy toma otro sentido en los sectores populares; como si al acostumbrarnos a la muerte política y social no solo sembrara insensibilidad, sino muy en el fondo también hubiera dejado la semilla de la indignación y solidaridad por estas víctimas y así de manera secreta echara raíces, cuyos frutos se conocerán en esta coyuntura de estallido social. Detrás de las exigencias políticas y denuncias contra esa violencia estatal se presenta entre líneas una empatía por quienes ya no están, porque su vida se forjó entre la explotación y la exclusión, pero además no eran malos sujetos, sino personas que dentro de esa condición sobrevivían entre valores y afectos.

La muerte los saca del anonimato porque revela una forma de vida similar a la del resto que se moviliza, además transmite el mensaje de que por exigir bajo el derecho de la protesta, cambiar esa forma de vida recibieron a cambio la muerte de una institucionalidad que se supone debe cuidar y proteger. Este efecto fractal entre muerte y movilización, trasciende al nivel del símbolo a estas víctimas cuyos rostros dan sentido a la protesta.

No hay certezas de cómo terminará esta coyuntura en términos jurídicos, políticos y económicos, pero en algo si hay certeza y es que difícilmente habrá retrocesos en la capacidad de exigir cambios sustanciales porque el soporte de eso son aquellos rostros sonrientes, tranquilos y afectivos que han recorrido el mundo y se han quedado en los corazones del pueblo colombiano.

Wilmar Harley Castillo Amorocho


[1] https://centrodememoriahistorica.gov.co/tag/union-patriotica/

[2] https://comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/informe-sobre-el-genocidio-politico-contra-a-luchar-fue-entregado-a-la-comision-de-la-verdad

[3] https://www.jep.gov.co/Sala-de-Prensa/Paginas/La-JEP-hace-p%C3%BAblica-la-estrategia-de-priorizaci%C3%B3n-dentro-del-Caso-03,-conocido-como-el-de-falsos-positivos.aspx

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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