Se veía venir, era previsible. De hecho, no fuimos pocos los que intuimos la cercanía de las campañas de desprestigio, el acoso mediático y las zancadillas bajo la mesa en contra de la Misión de Apoyo de la OEA en la lucha contra la corrupción y la impunidad (MACCIH) en nuestro país. Los que conocemos el medio y sabemos en donde invernan los cangrejos de la política criolla, no debimos sorprendernos por la airada reacción de las élites, desde las políticas hasta las empresariales. Son, por decirlo de alguna manera discreta y elegante, unas de las élites más atrasadas e incultas de la región latinoamericana y, por lo mismo, de las más conservadoras y agresivas.
Recuerdo la forma en que sus representantes reaccionaban cada vez que acudíamos a la mesa de negociaciones posteriores al golpe de Estado del año 2009. Los acompañantes internacionales de aquel diálogo mostraban discretamente su asombro, aunque en privado daban rienda suelta al enojo, cuando no a la sangrienta burla, por la testarudez y zafiedad de los golpistas. Hubo momentos casi surrealistas, material espumoso y abundante para narraciones divertidas y piadosas.
Fue memorable una reunión en la que el recién retirado diplomático norteamericano Thomas Shannon, insistía en la necesidad de encontrar pronto una salida al conflicto, mientras uno de los representantes de los golpistas, entre porfiado y grosero, persistía en oponerse. La lógica del diplomático chocaba contra la necedad del golpista. Fue entonces cuando se me ocurrió recordarle a mi interlocutor más cercano una frase conocida y afortunada: Honduras tiene derecho a una nueva derecha. Es decir a una derecha moderna, ilustrada si es posible, dialogante, medianamente civilizada y políticamente diestra. La actual, la que padecemos, a veces da la impresión de vivir en las cavernas.
Así es que no debemos sorprendernos. En la medida que la MACCIH avanza y consolida su estructura institucional, incorporando nuevos recursos humanos, profesionales reconocidos y con sobrada experiencia, en esa misma medida crece y crecerá la oposición de las élites al trabajo de la Misión. Esa oposición está alimentada por el temor, el pánico hasta cierto punto, ante el rumbo preocupante que van tomando las investigaciones que asesoran y acompañan los expertos de la MACCIH. Nunca imaginaron los diputados, especialmente algunos que por sus conexiones y vínculos se consideran sabios e intocables, que la MACCIH estaba revisando papeles, buscando evidencias, husmeando por aquí y por allá, para encontrar el hilo rojo que permitirá desenrollar el ovillo de la corrupción legislativa, las redes delincuenciales que involucran a reales o supuestas organizaciones no gubernamentales de desarrollo (ONG), a instituciones estatales y, por supuesto, a legisladores, tanto propietarios como suplentes que, invocando la necesidad de realizar proyectos de desarrollo en sus comunidades, aprovechan el sistema de corrupción institucionalizada y convierten en fondos privados los recursos que son públicos.
Las investigaciones de la MACCIH, aunque apenas representan el inicio de algo seguramente más grande y escandaloso, han generado estupor y miedo entre las mafias corruptas que han secuestrado eslabones clave del Estado, para ponerlos al servicio de sus mezquinos intereses particulares. Personajes que apenas ayer eran discretos y azorados ciudadanos, con patrimonios acordes con sus actividades laborales, hoy aparecen convertidos en potentados, millonarios de última hora, nuevos ricos tan atolondrados como cínicos, que tejen redes de control y dominio en sus respectivas regiones, propietarios de plantaciones fabulosas, redes de transporte, medios de comunicación radiales y televisivos, a la vez que poderosos e influyentes vecinos, dueños incuestionables de vidas y de haciendas. Son los nuevos caudillos, dedicados “emprendedores” que acumulan fortunas en base a la corrupción y el saqueo de los bienes del Estado. Son los que han secuestrado múltiples y variados espacios del engranaje estatal, convirtiendo al gobierno y al tesoro nacional en la mejor fuente de acumulación privada de capital. Es una forma singular de acumulación originaria, que no se origina en los procesos productivos sino en la especulación política y en el robo descarado de los fondos nacionales.
La lista de investigados es larga, tan larga como grande es la dimensión del saqueo. Aparecerán nuevos nombres, sin duda, de la misma forma que aparecerán nuevos elementos y componentes de las redes de corrupción insertadas dentro del Estado. Personajes asiduos en los medios de comunicación, muy pronto dejarán de ser comentaristas y opinantes para convertirse en noticia. Es la hora del destape, el momento esperado del streap tease ético ante la sociedad.
Y si las cosas son así, si el miedo crece y la angustia los invade ante los nubarrones que se ciernen sobre sus atolondradas cabezas y sus manos sucias, por qué habríamos de asombrarnos ante su virulenta reacción y su desmesurada campaña en contra de la MACCIH, la Misión de la OEA que no hace otra cosa que lo que debe hacer. Razón suficiente para apoyarla y defenderla.