domingo, 14 abril 2024
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La lucha geopolítica del siglo XXI: patriotismo frente a globalismo

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"El globalismo pretende instaurar un gobierno único mundial sustentado por el calentamiento global, la ideología de género, la despoblación y la inmigración ilegal. Por el contrario, el patriotismo se opone a esto al proteger el matrimonio tradicional, la familia, la economía nacional, y al restringir la inmigración ilegal": Fabrizio Nuñez

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Por Fabrizio Nuñez


En lo que va del siglo XXI, el paradigma de izquierda y derecha, surgido a finales del siglo XVIII con la Revolución Francesa, ha quedado ciertamente obsoleto, dando paso a un nuevo enfrentamiento ideológico en la política internacional de esta centuria: patriotismo frente a globalismo. Por su parte, el patriotismo logró resaltar con la presidencia de Donald Trump en los Estados Unidos. Por el contrario, el globalismo relució con el COVID-19, cuyas medidas han dejado en evidencia los objetivos de la agenda globalista.

Respecto al globalismo, se identifica a grandes rasgos por los objetivos que persigue. Busca instaurar un gobierno supranacional mundial, cuyo fin es acabar con las naciones como entidades independientes y soberanas y con sus culturas, apoderarse de sus riquezas en tanto que las naciones pasen a ser meros protectorados, imponer políticas antifamiliares que permitan reducir drásticamente la población, y atacar al cristianismo, debido a que representa una escala de valores contraria a esta ideología. Estos objetivos son ejecutados a través de la acción de organizaciones internacionales derivadas de mecanismos no democráticos, ni nacen de la voluntad popular.

En concreto, el globalismo se sustenta sobre cuatro dogmas que definen su agenda en el mundo. Primero, el calentamiento global, el cual argumenta que el aumento de temperaturas a nivel planetario es debido a la industrialización y la contaminación actuales, cuando en la Edad Media y en periodos anteriores ha habido temperaturas mucho más elevadas.

Segundo, la ideología de género, cuyos argumentos niegan la biología, la genitalidad y la genética como factores definitorios de la identidad sexual, atribuyéndole a esta última una definición solo aceptable por medio de variables sociales, culturales, conductuales y subjetivas del individuo.

Tercero, la reducción poblacional. Este dogma, asevera que el actual crecimiento de la población mundial ha alcanzado unos supuestos límites en el planeta, determinados por el Club de Roma, cuya consecuencia sería el desabastecimiento y escasez de recursos mundiales. Para ello, la solución determinada por dicha organización sería el crecimiento cero de la economía y de la población mundial. Tal medida, se ejecuta a través de los servicios de aborto y la eutanasia.

Cuarto, la defensa de la inmigración ilegal. Todos los acuerdos supranacionales referentes a la protección y al recibimiento obligatorio de inmigrantes ilegales, solamente tienen como objetivo aniquilar las culturas e identidades nacionales, imposibilitar el Estado de bienestar para los ciudadanos y erosionar la soberanía de los Estados. Como resultado, ante la llegada de tantos inmigrantes mantenidos a costa de los presupuestos nacionales, los países serán incapaces de mantener sus servicios sociales ya existentes.

En cuanto al patriotismo dentro de la política internacional, sus rasgos son los siguientes. Defiende la soberanía de las naciones, y coloca los intereses nacionales por encima de cualquier agenda externa, mientras que rechaza la interferencia de políticas extranjeras provenientes de otros países, bloques de integración o de organizaciones supranacionales. Esto, sin importar el tipo de régimen o la ideología del mismo.

Como contraparte al globalismo, el patriotismo basa sus políticas sobre las antípodas de los dogmas globalistas. Primero, la preservación del matrimonio entre hombres y mujeres. Segundo, el reconocimiento de la familia como núcleo y origen de la sociedad. Tercero, la oposición a la inmigración ilegal indiscriminada. Cuarto, el fortalecimiento y la protección de la economía nacional.

De tal forma, puede corroborarse lo anterior con algunos gobiernos caracterizados por su patriotismo. Primero, los mandatos en Hungría de Viktor Orbán, quien estabilizó la economía y los asuntos étnicos a través de políticas. A su vez, ha mantenido a la inmigración ilegal fuera del país, y ha preservado la unión heterosexual como única forma de matrimonio.

Asimismo, puede citarse al gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil. Acerca de internacionalizar la Amazonia brasileña, Bolsonaro se opuso reafirmando la soberanía del país sobre esa región. También, se ha opuesto públicamente al matrimonio homosexual y a la proliferación de los movimientos LGBT en eventos públicos. Además, hs rechazado la inmigración ilegal.

Otro gobierno de carácter patriota es el de Vladímir Putin en Rusia. Luego de la disolución de la Unión Soviética, ante la quiebra económica y el riesgo de desintegración territorial remanente, Putin estabilizó y ha mantenido en constante estabilidad a la economía rusa. Asimismo, ha mantenido a raya a todas las amenazas, internas y externas, concernientes a la integridad territorial rusa. De igual forma, Putin ha mostrado rechazo por los dogmas globalistas como la ideología de género y el calentamiento global.

Hay que mencionar, además, a la República Popular China como ejemplo de régimen patriota frente al globalismo. Desde 1978, China comenzó a figurarse como potencia internacional con reformas económicas y sociales internas. Para 2014, ya había superado en PIB a los Estados Unidos. A partir de Xi Jinping, China empieza a mostrar resistencia a la agenda globalista. La familia mantiene su importancia social, el régimen se niega al uso de los imperialismos, y rechaza las intervenciones extranjeras.

Sobre el gobierno de Donald Trump, fue éste más evidentemente opuesto a la agenda globalista. Entre sus acciones patriotas: la salida de los Estados Unidos del Acuerdo de París, del Acuerdo de Asociación Transpacífico, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, y de la Organización Mundial de la Salud. En lo comercial, solicitó reformar el NAFTA, aplicó aranceles al acero y aluminio extranjeros, a los productos chinos y de la UE. También, destacan las reuniones con Putin, el retiro de tropas de Siria y Afganistán, así como el desfinanciamiento de Planned Parenthood y de clínicas abortistas.

A pesar de las anteriores acciones patriotas frente al globalismo, las medidas ejecutadas por el COVID-19 pusieron en evidencia la agenda globalista en el sistema internacional. En primer lugar, la OMS usurpó la soberanía sanitaria de los Estados al atribuirse facultades propias de una instancia de salud nacional, tales como prohibir autopsias a los fallecidos por la enfermedad, decretar estado de emergencia, establecer confinamientos masivos, uso obligatorio de mascarilla, distancia física y establecer otras más como medidas epidemiológicas.

En el caso de los confinamientos, constituyen una vulneración al derecho de movilidad. Mientras que la restricción de aglomeración se traduce en una prohibición al derecho de reunión. Ambos casos, y otros, disfrazados de medidas sanitarias, se traducen en una intromisión totalitarista de los organismos supranacionales globalistas dentro de la vida personal de los individuos de los Estados nacionales. Es decir que, el globalismo ha debilitado de forma inédita la soberanía de los países, a la vez que, muy dañinamente, ha dictado la forma de vida de las personas en cada rincón del planeta.

Asimismo, el COVID-19 impuso cambios forzosos en las dinámicas sociales y económicas del mundo. Socialmente, se implantó el trabajo y la educación a distancia, se cerró espacios de esparcimiento y se canceló actividades religiosas. Se prohibió las reuniones multitudinarias. Al mismo tiempo, se originó una discriminación entre quienes cumplen y no cumplen a rajatabla las exigencias sanitarias; entre quienes han decidido vacunarse o no hacerlo. Todo esto debido a la forma de vida impuesta por el globalismo.

Económicamente, las dinámicas cambiaron repentinamente. En América Latina, durante los confinamientos, los negocios en línea aumentaron sus ventas un 74 %, al igual que el 82 % de las personas que decidieron aceptar pagos electrónicos.

En el ámbito de las finanzas, cuanto más se endurecían las restricciones por la enfermedad, los criptoactivos incrementaban más sus precios, lo cual llevó a una popularización de estos como reserva de valor o como forma alternativa de transferencias. Esto último, podría ser el inicio de un nuevo modo de producción mundial basado sobre activos financieros que funcionan con tecnologías criptográficas y de cadena de bloques, al cual podría denominársele criptoactivismo. Así, el globalismo ha ocasionado un cambio económico impuesto y fuera de la voluntad popular de las naciones.

En conclusión, el globalismo pretende instaurar un gobierno único mundial sustentado por el calentamiento global, la ideología de género, la despoblación y la inmigración ilegal. Por el contrario, el patriotismo se opone a esto al proteger el matrimonio tradicional, la familia, la economía nacional, y al restringir la inmigración ilegal. Dado esto, gobiernos patriotas como el de Hungría, Brasil, Rusia, China, Estados Unidos han enfrentado la agenda globalista, haciendo resaltar el enfrentamiento geopolítico. A pesar de ello, el COVID-19 favoreció a la agenda globalista, debilitando aún más la soberanía de los Estados y controlando de manera totalitarista la voluntad de cada individuo en el planeta.

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Fabrizio Nuñez
Fabrizio Nuñez
Lic. en Relaciones Internacionales de El Salvador; Investigador social en temas de derecho, economía, política y finanzas Columnista y colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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