Es tiempo de los revisionismos absolutos, lo que ayer era normal hoy es aberrante, lo que mañana será absurdo hoy es serio y formal. Están de moda la intromisión, la sensiblería y la delación. Nada está oculto y mucho menos secreto. Cuidado con lo dicho y lo hecho, piensa lo que opines, pero no digas lo que pienses.
Creemos que por el encierro de la pandemia nos hemos ganado nuevos derechos, el de juzgar a los demás por lo que hacen o dejan de hacer, la acción y la omisión son igualmente condenables. La justicia se ha transformado en escarnio, un video de Youtube es el tribunal público de imprudencias y estupideces ajenas, porque las nuestras esperamos que jamás sean descubiertas.
Todo es efímero, la fugacidad facilita entrometerse con todos, delatar lo que consideramos irregular porque no va de acuerdo con nuestros intereses o por deporte. La denuncia gira en otra órbita, esta implica acudir a un juzgado, es alzar la voz ante una transgresión de la ley.
La palabra es patrimonio de una “legión de idiotas”(1) cuya formación es en gran parte originada de “influencers”, que tienen por huestes a millones de incautos y el que no esté de acuerdo es un “boomer” prófugo del asilo. Twitter es la palestra de lo fatídico, cuadrilátero virtual en el que abundan los relevos australianos.
Bastan un video y un tuit viralizados para crucificar a quien sea, no hay defensa posible, la delación es tan efectiva como dolorosa por sus secuelas, es un acto poseedor de voluntad redentora que quiere prevenirnos con sus níveas y oportunas intervenciones, es la esencia liberadora del chivato en potencia.
Los delatores andan desatados, indómitos transitan en la vida cotidiana, ya no necesitan cobijarse en el anonimato, puede ser el vecino cordial que sonríe todas las mañanas o cualquiera con mala fe y celular en la mano a la espera del momento comprometedor, el instante justo para destrozar reputaciones y eso es todo para un trago de hiel profundo, y con suerte, no tan prolongado.
Es el arribo de la distopía, la individualidad exacerbada por la tecnología, el fin de la privacidad.
¿Volveremos a ser libres si es que algún día lo fuimos?
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(1) Umberto Eco sobre las redes sociales