La campaña política electoral inserta en el actual estado de cosas, que ya inició a pesar que aún no hay convocatoria oficial del TSE, pretende instalar, si no es que lo hizo ya, la ideología dominante en la cual el término "empresario/a" y sus acepciones utilizadas para referirse a algunos candidatos/as de todos los partidos políticos resultan en una suerte de cualidad que connota capacidades que los separan de aquellos que no lo son.
Entonces, los candidatos/as que se anuncian con el término "empresarios/as" -sin entrar en detalles a la actividad económica, tamaño o rubro empresarial- pretenden proyectar al electorado que generan empleo, riqueza (para sí mismos), y poseen habilidades para administrar la cosa pública a razón de su experiencia previa en administrar la cosa privada. En las ofertas de todos los partidos políticos de El Salvador se pretende marcar claramente una distancia entre los candidato/as "empresarios/as" de los que no lo son y legitimar así su condición.
En la oferta electoral, se re-produce la distancia entre clases sociales. ¿Será entonces que los que no son "empresarios/as" no poseen las mismas cualidades para administrar la cosa pública?. ¿Acaso los que no son candidatos/as empresarios/as de todos los partidos no podrían ostentar cualidades no ponderadas por el estado de cosas y resultar interesantes para el electorado?.
En mi opinión, ser "empresario/a" no es garantía de absolutamente nada para la administración transparente, eficaz y eficiente de la cosa pública, y no hablemos de su necesaria transformación. Dos décadas completas de "arenato" en El Salvador así lo demuestran. El triunvirato empresa-partido-Estado es la contundente evidencia histórica que precede al actual período.
De lo único que tengo certeza de un candidato/a "empresario/a", es que ha encontrado la forma de producir ganancia para sí mismo, a costa de casi cualquier cosa incluyendo la compra y venta de la fuerza de trabajo, ese es y será por siempre, su definitivo cometido.
La transformación de la sociedad, del Estado, no provendrá de las ideas de quienes el estado de cosas les ha funcionado bien, a través de la suerte del mercado o el aprovechamiento de otros factores no mencionados en términos de generación de ganancias para sí mismos, compra venta de fuerza de trabajo, servicios y mercancías. La transformación del estado de cosas en pos de lograr sociedades más equitativas e incluyentes, no provendrá de un empresario/a previsiblemente en condiciones favorables en el mercado, sencillamente porque el estado de cosas, sus implicaciones en la desigualdad, la perennización de las inequidades entre seres humanos, le beneficia.