martes, 16 abril 2024
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La batalla de Chile en la actualidad

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En su famoso discurso en la Universidad de Guadalajara en 1972, Salvador Allende comentó con los estudiantes que en América Latina habí­a "jóvenes viejos y viejos jóvenes".

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En su famoso discurso en la Universidad de Guadalajara en 1972, Salvador Allende comentó con los estudiantes que en América Latina habí­a “jóvenes viejos y viejos jóvenes”. El presidente chileno se referí­a a que la edad no está directamente asociada al compromiso con la renovación del pensamiento polí­tico para la transformación de la realidad.

En ese sentido, la condición etaria no serí­a suficiente para confiar que las posibilidades de un futuro mejor se encuentran en la generación de jóvenes de un perí­odo determinado. Sino más bien en la juventud de espí­ritu transformador, en la que pueden converger diversas generaciones, dentro de las cuales, las más jóvenes en edad tiene mayores posibilidades temporales, y por lo tanto también mayores responsabilidades de llevarlas adelante.

Son estos jóvenes en compromiso y militancia por el cambio social los que, a través de la movilización ciudadana, han ido marcando el rumbo del proceso de politización que la sociedad chilena ha venido experimentando en los últimos años. A través de una diversidad de reivindicaciones que tienen como factor común la impugnación implí­cita o explí­cita de la desigualdad, segregación y exclusión propias del modelo neoliberal, justamente en el paí­s que fue el epicentro latinoamericano de su implementación.

Asimismo, en las calles se construye una nueva identidad polí­tica, que choca contra las dificultades de las instituciones polí­ticas para canalizar las demandas que surgen a lo largo de todo el paí­s, así­ como también la incapacidad de la clase polí­tica tradicional de representar, procesar y viabilizar los reclamos ciudadanos. En ese contexto, desde la movilización social han venido naciendo nuevas iniciativas que buscan disputar el poder de las élites polí­ticas tradicionales para favorecer el tránsito hacia una nueva democracia en Chile.

En clave europea, analistas sostienen que existen dos ví­as potenciales para la transformación polí­tica del paí­s. Por un lado, la “˜ví­a inglesa”™, que refiere al avance del progresismo representado por Jeremy Corbyn dentro un Partido Laboralista que busca reencontrarse con sus raí­ces originarias. Y por el otro, la “˜ví­a española”™, que está representado por el irrupción de Podemos como una alternativa al bipartidismo encaminado hacia el agotamiento.

En ese proceso, desde la movilización social se han venido produciendo y consolidando nuevas identidades colectivas y liderazgos desde las dirigencias estudiantiles, sectoriales, territoriales, así­ como también intelectuales orgánicos, quienes han jugado un importante papel dentro del proceso de politización de las reivindicaciones y se están desplazando hacia la arena polí­tica electoral, con el objetivo de abrir un espacio y encauzar las luchas que se vienen librando en los últimos años, a través de la construcción de proyectos polí­ticos que se relacionan con los dos posibles caminos mencionados anteriormente.

Desde la perspectiva de la ví­a inglesa, la facción Izquierda Socialista del Partido Socialista, viene promoviendo la precandidatura del abogado constitucionalista Fernando Atria, con miras a una postulación por parte de la coalición gobernante de la Nueva Mayorí­a. Apostando por una renovación del partido de Salvador Allende, a través de una nueva actualización del socialismo chileno desde las nuevas condiciones, se apuesta por transformar desde adentro la institucionalidad de la izquierda tradicional chilena, que en los últimos años ha sido administradora del sistema en cuestión y ha caí­do en el pragmatismo polí­tico.

Por el lado de la “˜ví­a española”™, a partir de la reciente conformación del Frente Amplio, que consiste en una coalición de partidos nuevos y/o electoralmente minoritarios, se busca disputar un lugar en el espacio polí­tico para la constitución de una alternativa al binomio de los bloques polí­ticos tradicionales. En lo que respecta a las futuras elecciones presidenciales, desde esta iniciativa se han venido levantado posibles precandidatos y precandidatas que, al igual que Atria, están vinculados con el ciclo de movilizaciones sociales recientes.

A pesar de ser ví­as distintas, estas opciones polí­ticas comparten aspectos esenciales en su diagnóstico de la realidad chilena y en sus propuestas polí­ticas. Entre estas destacan la necesidad de reivindicar la ética polí­tica y la vocación por el servicio público; la transformación del sistema polí­tico a través de la ciudadanización de la polí­tica, es decir, del acercamiento mutuo entre ciudadaní­a y polí­tica; la urgente ampliación y profundización de la democracia, a través de una nueva constitución y un fuerte énfasis en la garantí­a y fortalecimiento de los derechos sociales severamente afectados por la economí­a mercantilizada, entre otros. En gran medida se trata de dos opciones que por diferentes medios buscan fines parecidos.

Por otra parte, estas distintas ví­as son paralelas en cierto sentido, puesto que también se corresponden en el énfasis que ponen en el programa de gobierno por sobre las candidaturas individuales, la búsqueda de la horizontalidad participativa por sobre la verticalidad centralizada, la creatividad por sobre el oportunismo, el debate de ideas por sobre la confrontación vací­a y la militancia por sobre el clientelismo.

Sin embargo, cada camino contiene sus desafí­os particulares. La posible candidatura de Fernando Atria, desde una posición minoritaria, se enfrenta a las contradicciones dentro de su propio partido y al interior de la Nueva Mayorí­a, una coalición que hasta ahora alberga desde comunistas hasta democratacristianos. Así­ como también deberá lidiar con el complejo andamiaje polí­tico de un conglomerado vinculado estrechamente con el poder económico, los intereses particulares, el caudillismo y las dinámicas de cuotas de poder.

Por su parte, la potencial candidatura del Frente Amplio se plantea desde este momento como un esfuerzo de largo aliento, que no está exento de adversidades internas y que en el corto plazo apuntará a lograr una representación en el debate que se abre con el inicio de la campaña presidencial y espacios las próximas elecciones legislativas, buscando aprovechar las grietas polí­ticas y las reformas institucionales al binominalismo tradicional, para avanzar en la reconfiguración del sistema de partidos con una posición favorable hacia sus postulados polí­ticos.

Además de los retos particulares, ambos proyectos se enfrentan a un descrédito generalizado de la institucionalidad polí­tica por parte de la ciudadaní­a, manifestado directamente en los bajos niveles de participación electoral. Este representa el principal desafí­o a vencer, para poder traducir la movilización social en un nuevo programa polí­tico que sea capaz de viabilizar las reivindicaciones que defienden millones de chilenos, que desde hace algunos años vienen abriendo las grandes alamedas.

Si bien los dos proyectos se encuentran en una fase embrionaria y se proyectan hacia una construcción de largo plazo, el camino hacia las elecciones presidenciales ya está abierto y representa un momento importante para el futuro de ambas iniciativas. En nuestra América Latina, donde las polí­ticas progresistas se encuentran en un momento complejo, y en un contexto nacional en el que cada dí­a se vuelve más urgente la renovación de la polí­tica salvadoreña, seguir con atención la nueva batalla de Chile puede proveernos de algunas luces para la transformación de nuestro futuro.

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Luis Bonilla
Luis Bonilla
Colaborador

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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