Por Gabriel Lerner
Con la publicación (el 08/30/2022) de la versión final en la codificación del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) se puede evaluar la actitud nacional respecto a la migración desde que Biden asumió el poder.
Las nuevas reglas son básicamente las que ya regían desde 2012. A partir del 31 de octubre, se aplicarán sólo a solicitudes de renovación y no a las nuevas que esperan por demandas judiciales.
En las nuevas reglas no hay novedades.
Algo característico de esta administración.
Pasos pequeños, no significativos. Titubeos. Carencia de un programa abierto y declarado del gobierno: ¿qué quiere hacer con los 12 millones de indocumentados que aquí residen desde hace décadas? ¿Y con los que, cancelado el programa Quédate en México por el cual quienes solicitaban – legalmente – asilo, debían esperar en el país vecino, carecen de opciones legales?
No es lo que Biden prometió en su campaña electoral.
La indecisión federal crea un vacío que ocupan los republicanos partidarios de la mano dura.
Así, el gobernador de Texas Greg Abbott ya ha enviado a casi 10,000 inmigrantes en autobuses a Washington y a Nueva York, desafiando la oposición de las autoridades de ambas y al gobierno federal, que por ley se encarga exclusivamente de inmigración.
Abbott lo justifica alegando falta de recursos para procesarlos. En realidad quiere humillar al gobierno federal, perjudicar a los alcaldes demócratas y ganar puntos electorales.
Porque si realmente quisiera solucionar el problema, Abbott debería conferir con las autoridades migratorias, y coordinar con estas cualquier desplazamiento de inmigrantes, para, sí son dirigidos a otros lugares y no solo estos dos, no sería como venganza sino para repartir responsabilidades y recursos, como se ha hecho por décadas, mientras se procesan los pedidos.
Doug Ducey, el gobernador de Arizona, también adoptó una política de inmigración independiente, enfocada en terminar tramos del muro fronterizo. Sin esperar la acción de Washington ni el permiso necesario, está colocando pilas de contenedores sobre terreno federal.
Las acciones en Texas y Arizona son más bravatas partidarias que política real. Es cierto: el problema es serio; los intentos de cruce y con ello las detenciones de inmigrantes han aumentado dramáticamente, hasta cuatro veces más que el año pasado. Sucede en todos los estados fronterizos y requieren amplios recursos y una acción federal organizada.
Una acción que no vemos.
Concluimos que el tratamiento del tema migratorio es hoy poco menos que anárquico.
Pero tampoco las políticas de mano dura funcionarán.
Hoy sabemos que las políticas crueles de Trump entre 2017 y 2020 no lograron reducir la inmigración indocumentada y generaron un gran costo humano, particularmente para los padres y los niños separados en la frontera.
La Casa Blanca y las secretarías correspondientes deben entonces reemplazar los parches, los anuncios parciales, las idas y venidas, por un plan coherente, posible, activo e inmediato, que incluya el mejoramiento radical de las condiciones de vida en los países que generan emigración como política nacional y la legalización de muchos de quienes hicieron aquí su vida, especialmente quienes se amparan bajo DACA.