Una divertida telenovela para estos aburridos días de más de lo mismo
En el 2018 abrí una cuenta monetaria en Banrural, y al cabo de unas semanas me empezaron a llegar mensajes telefónicos del banco dirigidos a otra persona a la que le notificaban que le debitaban un monto por inactividad de su cuenta. Fui a averiguar y resultó que mi número de teléfono ─adquirido en el 2016 en Claro─ era un número “reciclado” que le había pertenecido a un Pedro Arnulfo Martín Jiménez, de la aldea San Marcos Huista, en Jacaltenango, Huhuetenango, quien ─según estableció Banrural─ dejó abierta pero inactiva su cuenta desde el 2011 porque, de acuerdo a informaciones de empleados de la agencia bancaria en la mencionada aldea, se había marchado a Estados Unidos ese mismo año.
A don Pedro Arnulfo le anularon su línea en Claro, pero su cuenta en Banrural quedó abierta y no notificó que su número de teléfono ya no era suyo. En Claro me lo asignaron a mí cinco años más tarde y ─para mi mala suerte─ abrí la mencionada cuenta en Banrural siete años después de que a don Arnulfo le diera por soñar el sueño americano y dejara su cuenta inmóvil. Ahora, yo, a pesar de tener cuenta en Banrural, no tengo un teléfono a dónde el banco envíe mis movimientos financieros, sino sólo califico para que me lleguen los cobros que por inmovilidad de su cuenta le mandan a don Arnulfo. ¿Me siguen? Porque la estúpida telenovela (valga la redundancia) no acaba aún.
En Banrural no hay poder humano capaz de anular el número que era de don Arnulfo y desligarlo de su inerme cuenta bancaria para asignarlo a la mía. Dicen que él debe llegar a poner de nuevo su huella dactilar al banco, que el sistema no admite otra cosa, que el problema es de Claro, no de Banrural, y que cambie mi número telefónico. Pregunto si así manejan casos similares (pues debe haberlos, conociendo a Claro) y obtengo silencio. Digo que cambiar de número me causaría embrollos indeseables, y obtengo silencio. Pero el colmo es que, a pesar de que en Banrural afirman que la encargada de la agencia bancaria de la aldea de don Arnulfo puede (con su huella dactilar) anular el número de teléfono que era de él y que ahora es mío, insisten en que sea él quien lo haga. Uf. ¿Y si (¡Dios no lo quiera!) don Arnulfo se murió?, pregunto. Ah, eso ya no es con nosotros, responden con sabia resignación terrenal.
La argucia de Claro es ya del todo proverbial. Pero la ineptitud de Banrural sólo se equipara con su total falta de voluntad para solucionarle un problema simple a uno de sus clientes. Pues ante mi lamento de verme obligado a cerrar mi cuenta, obtengo el mismo silencio huraño del burócrata impasible al que todo le da igual.
¿Remediará Banrural mi problema? ¿Me forzará la gerente de la agencia 754 y el personal de Servicio al cliente a cerrar mi cuenta? La telenovela continuará. No le cambie.