Santo de la Esperanza declaró este martes el cardenal chileno Ricardo Ezzati al beato Óscar Romero en el centenario de su nacimiento. Ezzati fue enviado por el papa Francisco para ofrecer la misa central en homenaje al mártir salvadoreño por su natalicio.
El religioso chileno y arzobispo de Santiago de Chile, en medio de cientos de personas que colmaron por dentro y fuera la Catedral Metropolitana de San Salvador, recordó con dramáticas palabras al beato Romero por su lucha, defensa de los pobres, así como de la dignidad de la Iglesia y su martirio.
Romero nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, un pueblo pobre y apenas conocido en el oriente de El Salvador. Y murió asesinado "por odio a la fe", de acuerdo a lo que dictaminó el Vaticano, que en mayo de 2015 lo declaró beato y mártir de la Iglesia Católica.
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Los homenajes a Romero en su centenario de nacimiento iniciaron en este país con el mes de agosto, que contempló misas especiales en su honor en todas las iglesias, así como una peregrinación sin precedentes desde la capital a ciudad Barrios, pueblo oriental donde tuvo lugar hace cien años el nacimiento "del futuro santo de las américas", como afirmó el cardenal Ezzati en su homilía.
En catedral de San Salvador, donde están sepultados los restos mortales de Romero, se reunieron junto a dignatarios representantes de la iglesia latinoamericana, como el Arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa y el cardenal salvadoreño, Gregorio Rosa Chávez, el presidente de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, entre otros políticos.
El enviado especial del Vaticano también leyó en su homilía los pasajes más importantes de la biografía de Romero, un "obispo y hombre más bien tradicional", que tras dramáticos acontecimientos que se vivían El Salvador, como matanzas de feligreses y de sacerdotes como Rutilio Grande, "le hizo adoptar la doctrina preferencial por los pobres".
El beato salvadoreño asumió en 1977 como Arzobispo de San Salvador, cuando la polarización política se vivía a diario en el país, con la violencia de la dictadura militar y de las fuerzas guerrilleras.
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"Romero fue un defensor de los derechos humanos" que criticó la violencia del odio y "llamó a la reconciliación", expresó el cardenal chileno, quien reiteró repetidas veces acerca de la conversión de Romero de ser un "hombre de tradiciones" en "acusador de la violencia y defensor de los pobres".
"El fuego de Dios incendió el corazón del obispo mártir", a quien este martes se le rinde homenaje, apuntó Ezzati.
Monseñor Romero murió el 24 de marzo de 1980 en la capilla del Hospital La Divina Providencia para enfermos terminales de cáncer. Una bala disparada por un sicario de los escuadrones de la muerte de ultraderecha, que comandaba Roberto D’Aubuisson, lo mató en el acto mientras el entonces arzobispo de San Salvador se disponía a ofrecer la comunión en la misa.
En la introducción del Informe de la Comisión de la Verdad auspiciada por la ONU, en el cual se dan a conocer los patrones de la violencia en El Salvador desde 1980 a 1991, se asegura que el asesinato del prelado "polarizó aún más a la sociedad salvadoreña y se convirtió en hito que simboliza el mayor irrespeto a los derechos humanos y preludio de la guerra abierta entre gobierno y guerrilla".
"En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión", fue llamado, un día antes de su asesinato, que Romero pronunció en misma Catedral donde se le rindió el homenaje trascendente.