“… la heroína no tiene un valor intrínseco, no es como el oro. Si no tienes a quien vendérsela, solo es un montón de polvo blanco. Puedes detener a hombres como El Chapo, pero mientras haya demanda tendrás el problema”, afirma James J. Hunt, jefe de la DEA en Nueva York, en una entrevista a Amanda Mars (El País, 12.11.17).
El hub de la heroína en Estados Unidos es Nueva York. Aquí se intercepta una tercera parte del total. Ahora diez veces más que hace ocho años. La demanda ha crecido exponencialmente a partir de la adicción causada por el abuso de medicinas, a partir de opioides, recetadas por los médicos.
Hace 40 años, dice Hunt, la mafia de Estados Unidos controlaba la introducción y el mercado. Traía la heroína de Sicilia y Turquía. La vendían a traficantes afroamericanos y algunos latinos que eran los que estaban en el negocio del narcomenudeo.
La mafia, continúa el agente especial de la DEA, fue expulsada del negocio en los años ochenta y noventa cuando los cárteles colombianos empezaron a producir heroína. Se hicieron del control del mercado en Estados Unidos cuando bajaron los precios a la mitad. Entonces las pandillas de dominicanos se hacen cargo de la venta al menudeo.
Hacia el año 2000, los cárteles colombianos, después de sufrir duros golpes, es cuando caen Escobar, Ochoa y Gacha, toman la decisión de vender su mercancía a los mexicanos, asegura Hunt. Éstos asumen el control, pero la venta al menudeo sigue en manos de las pandillas de dominicanos.
La mafia vendía el kilo de heroína a 200,000 dólares y los mexicanos lo hacen entre 50,000 y 60,000 dólares a los dominicanos dueños del narcomenudeo. En los últimos quince años los precios de la venta directa han caído a pesar de que se ha incrementado la demanda.
El agente de la DEA afirma que para el caso de la heroína la fuerza de venta de los cárteles mexicanos es mucho mayor de lo que tuvo la mafia. Su negocio no tiene una estructura pesada como las mafias. Ellos acuerdan de manera individual con las pandillas dominicanas que están muy fragmentadas.
Los cárteles mexicanos tienen en Estados Unidos estructuras muy ligeras y son muy poco visibles, plantea Hunt. La heroína entra a Estados Unidos por la porosa frontera entre los dos países. En su versión “miles de tráilers la cruzan cada día y ellos los usan” en un sentido y en otro. De ida con droga y de regreso con dinero.
Hunt reconoce que “el problema es que hay una gran población de adictos” en Estados Unidos, y que el reto es “conseguir que las nuevas generaciones no prueben la heroína. Hay gente que prueba la cocaína o la marihuana, luego madura, encuentra un trabajo y no lo vuelve a hacer. Pero la heroína toma todo tu cuerpo y tu alma”.