Por Carlos Velis.
“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”
(Paulo Freire)
Si vemos las condiciones sociales en el mundo actual, con los ojos críticos abiertos, o sea, buscando respuestas, no pretendiendo encontrar confirmaciones para nuestros prejuicios, nos daremos cuenta de que este es un momento absurdamente enredado, caótico y sin aparente salida. Ante nuestros ojos se presenta una madeja donde no se le ve la punta. Desde el ámbito de la familia hasta la geopolítica, solo vemos violencia y guerra. Pero de dónde ha nacido esta incomprensión y, sobre todo, como enfrentarla. Sobre eso van mis reflexiones.
Todos los profetas han predicado la paz, sin que hasta ahora hayan calado sus sabias palabras en los corazones. Francisco de Asís nos ha dejado uno de los poemas-oración más bellos de la literatura, que patentiza el anhelo de paz; y lo hace, creo yo, apuntando al único lugar que puede alojar aquella semilla: “Hazme un instrumento de tu paz”. En otras palaras, que “yo” tome la responsabilidad de difundir la paz hacia los demás, sobre todo donde más se necesita.
No habla de religión, ni desde el púlpito; mucho menos de vidas retiradas y contemplativas. Lejos de eso, nos llama a ser “instrumentos”, a introducirnos en el mundo y confrontar los conflictos, llevando Amor, Fe, Consuelo, Entendimiento, Paz. A simple vista, son los conceptos que la educación llama “valores”.
Buscando un apoyo para elaborar este artículo, encontré documentos donde se habla ampliamente de valores en la educación; conceptos como “democracia”, “derechos humanos”, “tradición”, “bienes culturales”, etc., aquellos que, a los diez minutos en una clase, los alumnos ya perdieron el interés. Apuntan en un cuaderno y olvidan.
Cuando solo sería necesario leer a Francisco y practicar esos conceptos.
Poniéndolo en términos modernos, el monje de Asís habla de solidaridad, empatía, respeto, tolerancia, honestidad, verdad; en fin, amor al prójimo, como dijo Jesús de Nazareth. Pero comenzando en la célula social más pequeña, como es la familia, continuando con el sistema educativo, el formal y el informal. Y abarcar hasta la amplitud del sistema social. Este es el único camino que nos transformará en mejores seres humanos.
Descifrando las palabras del santo: AMOR, respeto y calidez en el trato; PERDÓN, tolerancia y comprensión; UNIÓN, aceptación al diferente, unidad en la diversidad; VERDAD, honestidad en mis acciones y aceptación de mis errores; FE, autoestima, confianza, valoración del otro; ESPERANZA, visión positiva en el futuro; LUZ y ALEGRÍA, estos valores son complementarios.
Cuando todo parece que está perdido, una palabra, una canción o poema, no digamos un abrazo y una caricia en el cabello, nos devuelve la LUZ de la que nos habla aquel bello poema. Ese cambio de humor vuela y contagia, yo doy fe de eso. En los momentos más grises, a veces es suficiente con saber que no estamos solos. Y no sabemos hasta dónde llegará esa energía positiva, o buena onda, como decíamos en mi adolescencia.