Cuando escribo este artículo de opinión, todavía no sé, no puedo ni podría saberlo, cuál será el desenlace final de la crisis que vive actualmente Guatemala. Pero una cosa si sé: la crisis es el resultado de la insurgencia de una nueva institucionalidad, más creíble y sólida, más legítima y real, frente a la vieja institucionalidad, desgastada, sin credibilidad, contaminada por la corrupción y el desgaste del mal uso, que se resiste a abandonar el escenario estatal y político, mientras persiste en seguir siendo útil y funcional en una sociedad que la condena y rechaza.
Esa lucha, sorda e intensa, constante y profunda, entre lo que muere y lo que nace, es la esencia misma de la crisis que hoy vive el país hermano. Porque, como suele decirse, lo que nace no acaba de nacer y lo que muere no acaba de morir. Es una transición dramática, dolorosa, que la sociedad debe encajar con madurez e inteligencia. Pero, desgraciadamente, no siempre – casi nunca – es así.
Gracias a la acción política externa, el sistema de administración de justicia en Guatemala ha adquirido una nueva vitalidad y un impulso dinámico incuestionable. La institucionalidad guatemalteca ha recibido una bocanada de oxígeno vital que le permite, hoy, ser más eficiente y eficaz. Claro, esa bocanada de oxígeno llegó hasta el fondo del Ministerio Público y, con los adecuados operadores y el liderazgo apropiado, pudieron convertirse en los interlocutores válidos y debidos de la acción purificadora que emprendió la Comisión Internacional de Lucha contra la Impunidad y la Corrupción en Guatemala, la ya célebre CICIG. El trabajo de esa Comisión, bajo las órdenes de varios Comisionados jefes (creo que ya van tres con el actual abogado colombiano Iván González, el actual), ha logrado insuflarle una nueva dinámica a la institucionalidad apagada y contaminada de la sociedad guatemalteca, exactamente como nos sucede a nosotros aquí en Honduras.
¿Podría suceder en Honduras lo que está pasando en Guatemala?… Sí y no. Todo depende de la actitud, valiente o cobarde, positiva o negativa, audaz o timorata, que adopte el Ministerio Público, el ente contraparte de la acción investigadora y acompañante de la Misión de Apoyo de la OEA en la lucha contra la corrupción y la impunidad en Honduras (la MACCIH). Si la Fiscalía General no muestra una voluntad real de investigar a los corruptos hasta en sus últimas fuentes y guaridas, será muy poco lo que pueda hacer la MACCIH. Para que la misma sea más eficiente y llegue al fondo de la redes de corrupción que operan al interior del Estado, es necesario que la MACCIH tenga realmente interlocutores válidos, verdaderos agentes contrapartes que la ayuden y que tengan la voluntad y el valor suficiente de llegar hasta el fondo de los casos.
Voy a poner el ejemplo del caso de Instituto Hondureño del Seguro Social (IHSS). Muy pocos son los que ignoran que existen vínculos materiales (copias de cheques, por ejemplo) que demuestran la recepción de fondos ilícitos por parte del partido de gobierno en su campaña electoral de los años 2013 y 2014. Esos fondos provienen de “empresas de maletín”, creadas por los artífices de la red de corrupción que saqueó millonarios recursos del IHSS. Y, entonces, uno se pregunta, ¿por qué la investigación no alcanza las altas esferas de la red, los eslabones más definitivos de la cadena, los ladrones de arriba…? ¿Cuál es la razón para que las pesquisas se queden en un nivel bajo o intermedio, sin llegar nunca a la cúpula? ¿Qué mecanismos explican el por qué no se acusa a antiguos y actuales altos funcionarios de la Fiscalía, cuyos requerimientos fiscales ya están listos, debidamente revisados y preparados desde hace algún tiempo? ¿Cuál es la mano intrusa que protege a estos personajes, amparándose en su condición de operador de política e influyente negociador e intermediario? Quién es o quiénes son esos personajes malvados, siniestros operadores en la sombra, que mueven los hilos, articulan los sucios acuerdos y, al final, protegen a los corruptos, muchas veces verdaderos hombres de paja o pantallas silenciosas de los corruptos y ladrones de verdad.
Esas redes, amigos lectores, son las que está poniendo al desnudo el Comisionado Iván Velásquez en Guatemala. Y por eso lo persiguen, hostigan y amenazan. Esa es la verdadera razón: en Guatemala está naciendo una nueva institucionalidad, más fuerte y legítima, mientras la vieja, la de ayer, la de los corruptos y los militares violadores de derechos humanos, se resiste a morir. No hay otra manera de ver las cosas.