viernes, 12 abril 2024
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Guatemala… “aparta de mí­ este cáliz….”

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Cuando escribo este artí­culo de opinión, todaví­a no sé, no puedo ni podrí­a saberlo, cuál será el desenlace final de la crisis que vive actualmente Guatemala. Pero una cosa si sé: la crisis es el resultado de la insurgencia de una nueva institucionalidad, más creí­ble y sólida, más legí­tima y real, frente a la vieja institucionalidad, desgastada, sin credibilidad, contaminada por la corrupción y el desgaste del mal uso, que se resiste a abandonar el escenario estatal y polí­tico, mientras persiste en seguir siendo útil y funcional en una sociedad que la condena y rechaza.

Esa lucha, sorda e intensa, constante y profunda, entre lo que muere y lo que nace, es la esencia misma de la crisis que hoy vive el paí­s hermano. Porque, como suele decirse, lo que nace no acaba de nacer y lo que muere no acaba de morir. Es una transición dramática, dolorosa, que la sociedad debe encajar con madurez e inteligencia. Pero, desgraciadamente, no siempre – casi nunca – es así­.

Gracias a la acción polí­tica externa, el sistema de administración de justicia en Guatemala ha adquirido una nueva vitalidad y un impulso dinámico incuestionable. La institucionalidad guatemalteca ha recibido una bocanada de oxí­geno vital que le permite, hoy, ser más eficiente y eficaz. Claro, esa bocanada de oxí­geno llegó hasta el fondo del Ministerio Público y, con los adecuados operadores y el liderazgo apropiado, pudieron convertirse en los interlocutores válidos y debidos de la acción purificadora que emprendió la Comisión Internacional de Lucha contra la Impunidad y la Corrupción en Guatemala, la ya célebre CICIG. El trabajo de esa Comisión, bajo las órdenes de varios Comisionados jefes (creo que ya van tres con el actual abogado colombiano Iván González, el actual), ha logrado insuflarle una nueva dinámica a la institucionalidad apagada y contaminada de la sociedad guatemalteca, exactamente como nos sucede a nosotros aquí­ en Honduras.

¿Podrí­a suceder en Honduras lo que está pasando en Guatemala?… Sí­ y no. Todo depende de la actitud, valiente o cobarde, positiva o negativa, audaz o timorata, que adopte el Ministerio Público, el ente contraparte de la acción investigadora y acompañante de la Misión de Apoyo de la OEA en la lucha contra la corrupción y la impunidad en Honduras (la MACCIH). Si la Fiscalí­a General no muestra una voluntad real de investigar a los corruptos hasta en sus últimas fuentes y guaridas, será muy poco lo que pueda hacer la MACCIH. Para que la misma sea más eficiente y llegue al fondo de la redes de corrupción que operan al interior del Estado, es necesario que la MACCIH tenga realmente interlocutores válidos, verdaderos agentes contrapartes que la ayuden y que tengan la voluntad y el valor suficiente de llegar hasta el fondo de los casos.

Voy a poner el ejemplo del caso de Instituto Hondureño del Seguro Social (IHSS). Muy pocos son los que ignoran que existen ví­nculos materiales (copias de cheques, por ejemplo) que demuestran la recepción de fondos ilí­citos por parte del partido de gobierno en su campaña electoral de los años 2013 y 2014. Esos fondos provienen de “empresas de maletí­n”, creadas por los artí­fices de la red de corrupción que saqueó millonarios recursos del IHSS. Y, entonces, uno se pregunta, ¿por qué la investigación no alcanza las altas esferas de la red, los eslabones más definitivos de la cadena, los ladrones de arriba…? ¿Cuál es la razón para que las pesquisas se queden en un nivel bajo o intermedio, sin llegar nunca a la cúpula? ¿Qué mecanismos explican el por qué no se acusa a antiguos y actuales altos funcionarios de la Fiscalí­a, cuyos requerimientos fiscales ya están listos, debidamente revisados y preparados desde hace algún tiempo? ¿Cuál es la mano intrusa que protege a estos personajes, amparándose en su condición de operador de polí­tica e influyente negociador e intermediario? Quién es o quiénes son esos personajes malvados, siniestros operadores en la sombra, que mueven los hilos, articulan los sucios acuerdos y, al final, protegen a los corruptos, muchas veces verdaderos hombres de paja o pantallas silenciosas de los corruptos y ladrones de verdad.

Esas redes, amigos lectores, son las que está poniendo al desnudo el Comisionado Iván Velásquez en Guatemala. Y por eso lo persiguen, hostigan y amenazan. Esa es la verdadera razón: en Guatemala está naciendo una nueva institucionalidad, más fuerte y legí­tima, mientras la vieja, la de ayer, la de los corruptos y los militares violadores de derechos humanos, se resiste a morir. No hay otra manera de ver las cosas.

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Víctor Meza
Víctor Meza
Escritor y catedrático hondureño; columnista, politólogo y analista de la realidad latinoamericana

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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