viernes, 26 abril 2024
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Gran espectáculo

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La celebración de la toma de posesión del presidente Andrés Manuel López Obrador, el cuarto después de la alternancia, fue un espectáculo con mucho diseño, cuidado en todos los detalles y operado de manera exitosa.

A lo largo de más de doce horas de actividades, buena parte transmitidas en cadena nacional de radio y televisión, hubo actividades en cuatro pistas: el Congreso, el Palacio Nacional, Los Pinos y el Zócalo.

Con este espectáculo se inaugura una nueva litúrgica cí­vica, la propia del gobierno que el sábado asumió su responsabilidad. Hay elementos originales y distintos, pero otros que se retoman del pasado.

El presidente López Obrador tiene un gran sentido de la escena y también es un gran creador de sí­mbolos. Es algo que le es muy propio a su talante y hoy en México no existe ningún polí­tico que en eso le pueda competir.

En muy buena media, la creación del personaje que ahora es se debe a su capacidad de crear escenografí­as en las que él se mueve desde el centro y desde las cuales se comunica.

La puesta de escena del sábado, con sus cuatro pistas, es diseño del presidente. Él, como nadie, sabe de la importancia que éstas tienen, para decir y comunicar lo que quiere. Son mensajes que hablan de él y su proyecto.

Los eventos en tres de las pistas fueron públicos y solo la comida, con 400 invitados, fue privada. La pista uno, la puesta en escena en el Cámara de Diputados, donde Morena es mayorí­a, fue muy cuidada, hubo ensayos previos.

De la pista dos, la comida en Palacio Nacional, se sabe poco. Se conoce la lista de los invitados y que aquí­ sí­ asistió el dictador de Venezuela, pero no se hizo presente la delegación de Estados Unidos. Es posible que esto se haya negociado previamente.

La tercera pista, la de Los Pinos, tuvo un gran atractivo para cientos de personas que lo visitaron y se incorporaron al espectáculo a la manera de un performance. La residencia oficial de los presidentes, desde el general Cárdenas a Peña Nieto, se abrí­a a los ojos, al tacto y al olfato del pueblo.

Una amiga periodista alemana me dijo que esta puesta en escena le recordaba, aunque fuera de manera simbólica, la irrupción del pueblo a palacios y castillos de la monarquí­a europea como en la revolución francesa o rusa.

El Zócalo, la cuarta pista, fue el escenario con mayor producción. Al parecer, no es muy claro, representantes de pueblos originarios, conducidos por la directora de teatro Jesusa Rodrí­guez, disfrazada como indí­gena en el escenario, realizaron ceremonias de su cultura ancestral.

La primera fue una limpia al presidente y su esposa, para quitarles todos los males espí­ritus. Y luego la entrega del bastón de mando por parte, supuestamente, de todos los pueblos originarios del paí­s. Hay organizaciones indí­genas que no estuvieron de acuerdo con estas ceremonias.

El presidente a lo largo de su sexenio, lo ha hecho siempre, pondrá mucho cuidado en el diseño de las puestas en escena donde él aparezca y desde las cuales se comunica con la gente. La construcción de la nueva litúrgica cí­vica depara muchas sorpresas.

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Rubén Aguilar Valenzuela
Rubén Aguilar Valenzuela
Columnista y analista de ContraPunto. Doctor en Ciencias Sociales, con una Licenciatura y Maestría en Sociología y Estudios de Desarrollo Institucional; exfuncionario del gobierno mexicano.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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