El 6 de diciembre de 2015, en Venezuela se eligió a los 167 diputados de la Asamblea Nacional por un periodo constitucional de cinco años, de enero de 2016 a enero de 2021. En la elección participaron poco menos de 14 millones de votantes. De manera oficial el Consejo Nacional Electoral (CNE), encargado de la elección, el día 8 de diciembre, con el total de las actas contabilizadas, asignó 109 diputados a la oposición, 55 al oficialismo y 3 a las comunidades indígenas.
Desde la llegada del chavismo, 17 años atrás, era la primera victoria de peso para la Mesa de Unidad Nacional (MUD) que reúne a los partidos de la oposición. En un primer momento, ante la evidencia, el presidente Nicolás Maduro declaró que “reconocía los resultados adversos” que explicaba como que “ha triunfado la guerra económica” y también dijo que la elección era una victoria para la Constitución y la democracia.
Semanas después de esta declaratoria empezó a desconocer a la Asamblea Nacional y a volver, como lo había hecho en muchas ocasiones el presidente Hugo Chávez, a gobernar por decretos haciendo a un lado al Poder Legislativo. La lucha contra este poder alcanza niveles de golpe de Estado cuando el pasado 30 de julio, el presidente Maduro lleva a cabo la elección de una Asamblea Constituyente que hará una nueva Constitución y que de entrada pasa por encima del actual Poder Legislativo elegido democráticamente y en el marco de la Constitución vigente.
El chavismo, ahora madurismo, no acepta gobernar en condición de minoría. La democracia es bienvenida sólo si ellos ganan las elecciones, pero si las pierden, como ocurrió con la Asamblea Nacional, no la reconocen y buscan otros mecanismos donde ellos puedan tener el control total. Solo sabe actuar en el marco de un régimen autoritario, que ahora toma carácter dictatorial después del golpe de Estado del Poder Ejecutivo en contra del Poder Legislativo.
El 72.0 % de los venezolanos se manifiestan en contra de la instalación de una Asamblea Constituyente, según la encuestadora Datanálisis, la más prestigiada de ese país. Ésta se integra por 545 miembros todos afines al régimen, no hay de otros. La prensa internacional e instancias independientes estiman que a la elección del pasado domingo se presentaron no más de 2 millones de votantes. El gobierno habla de más de 8 millones de éstos. Los números cuentan, pero no son el punto. El hecho es que se trata de una Asamblea ilegal que está fuera de la Constitución. Da origen a un golpe de Estado.
En México hay algunos sectores de izquierda y del ámbito de la intelectualidad que se han pronunciado a favor del golpe de Estado. Existe una Asamblea Nacional elegida por la mayoría del voto popular y un presidente no la puede desconocer solo porque no le es afín. Hay que defender a la democracia y el orden constitucional ahora roto por Maduro. Esto no implica estar de acuerdo con la oposición. Lo que acaba de ocurrir en Venezuela es una vuelta atrás de la rueda de la historia, regresamos a la época de los golpes de Estado que parecían se habían ido para siempre. Lo nuevo es que ahora los defienden sectores de la izquierda y la intelectualidad. Son nuevos tiempos, tiempos bizarros.