Sobre el deber moral de levantarse después de caer
Cuando llegué a Nicaragua en 1979, pocos meses después del triunfo sandinista, divertía y desesperaba ver cómo en las oficinas públicas casi nadie sabía qué hacer ante los trámites que la gente llegaba a realizar. Era el pueblo ocupando puestos para los que el somocismo obviamente no lo había preparado. Era la inexperiencia popular, la gente que había sido marginada de los servicios públicos, cometiendo error tras error tras error. Y aprendiendo de sus errores una, otra y otra vez. Era el precio a pagar por haber hecho una revolución popular.
Cuando llegué por segunda vez, en 1982, me quedé diez años, y las cosas mejoraban a paso lento pero seguro. El pueblo comenzó a educarse y el Estado empezó a funcionar un poco (no mucho) mejor. Como el triunfo había sido producto de una revolución armada, lo que sí funcionaba bien era el ejército y la seguridad del Estado. Lo demás caminaba a paso más lento.
Debido a su sistemática marginación por parte del sistema oligárquico, el pueblo carece de experiencia política y, sobre todo, de colmillo político. Por eso, no es de extrañar que cometa errores cuando se organiza en un partido nacido de un movimiento social de raíces campesinas. La ingenuidad política popular es entonces fácil presa de oportunistas, infiltrados de la inteligencia militar y del crimen organizado (que a menudo son lo mismo) y de corruptos disfrazados de revolucionarios que romantizan al pueblo como si todo lo que viene del pueblo es por fuerza bueno sólo por venir del pueblo. Pensar que en el pueblo no hay ladrones, traidores, oportunistas, asesinos y enemigos de la causa popular, es deshumanizarlo, como todo lo que se idealiza, e implica perder de vista el hecho simple de que el pueblo está formado por seres humanos que, como todos los seres humanos, tienen virtudes y defectos.
Una organización popular naciente está sujeta a tropezar y caerse. Y obligada a levantarse, a enmendar errores, subsanarlos, superarlos y seguir adelante. No en vano se lee en la Biblia judeo-cristiana que “si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. Y cito esta biblia porque el pueblo es en su mayoría cristiano y se rige por la moral cristiana.
En palabras seculares, el deber moral de una organización popular no es no caer en el error, sino subsanarlo y levantarse airosa aunque en esta digna tarea se quede tuerta y manca. Lo importante es que el resto del cuerpo se salve y cumpla su deber histórico con la frente en alto. ¡Fuera, pues, los mercaderes del templo!