Liliana Bellone es una narradora, poeta, ensayista y crítica literaria argentina. Graduada en Letras, ejerció la docencia y la investigación en Salta. Publicó una decena de libros, entre ellos, las novelas: Augustus (Premio Casa de las Américas de Cuba, La Habana, 1993), Fragmentos de siglo (Ediciones del Robledal, Salta, 1999) y Eva Perón, alumna de Nervo, (Edición del Congreso de la Nación Argentina, Buenos Aires, 2010, Colección Bicentenario). Recibió numerosos premios por su labor literaria. Colabora en Revista Casa de las Américas y Amnios de Cuba, René y Descartes de Buenos Aires, El Hipogrifo de Roma, y otras publicaciones y medios de prensa. Aquí tenemos una entrevista a la escritora acerca de su obra Fragmentos de Siglo que tiene como tema los años 70-80 de la dictadura argentina. La entrevista fue realizada en Italia porque un personaje de la historia es el profesor argentino Carlos Giordano, que enseño muchos años en la Universidad de Calabria para salvarse la vida, exemplo de los lazos culturales que unen Italia a Argentina.
1) Usted nació en la ciudad de Salta en 1954. Muchos llaman esta ciudad, en el norte de Argentina, “Salta la Linda”, ¿Usted qué relación tiene con su ciudad?
– La ciudad donde uno ha nacido no puede pasar inadvertida en la historia personal de nadie, así que Borges dice: «No nos une el amor sino el espanto; será por eso que la quiero tanto». En mi caso no es tan así, quiero mucho a mi ciudad donde hay historias familiares y personales; Salta me ha sonreído pero cuando escribo suelo verla con otros ojos, en otros espacios, fuera del tiempo. A veces la crítica nos recuerda que Buenos Aires es la ciudad de luz mientras que las provincias siempre tienen un lado oscuro. En Salta hay un pasado un poco agobiante, unas grandes familias y el peso de los criollos que ha sido muy importante en la guerra de Independencia.
2) Salta, al igual que el resto del país, vivió la dictadura militar (1976-1983) y la violencia política. Desaparecieron unos doscientos salteños, entre ellos el gobernador justicialista Miguel Ragone. ¿Algunos de sus compañeros fueron asesinados?
– Sí, sí, fueron asesinados muchos compañeros míos que fueron alumnos de Carlos Giordano, el profesor que inspira un poco al libro Fragmentos de siglo en el personaje de Ismael. He elegido este nombre en homenaje a Ismael Viñas, crítico argentino. También en la ficción Ismael formó a muchos estudiantes que desaparecieron. Yo utilicé nombres ficticios para ellos pero existieron, muchos se quedaron en exilio, algunos regresaron, otros murieron. José el peruano, por ejemplo, se inspira a un poeta salteño.
3) Ha publicado dentro de los géneros de poesía, cuento, novela, crítica literaria, ¿Cuál es su preferido?, ¿Cuáles son sus proyectos para el futuro?, ¿A qué se dedica ahora?
– Últimamente la novela y el cuento pero la poesía siempre surge. También en Fragmentos de Siglo los personajes escriben poemas que, claramente, son míos. Tengo una novela inédita que se llama La Opera no escrita de Giacomo Puccini porque Michele Puccini, el hermano de Giacomo, vivió una vida muy triste y trágica en la frontera, en una ciudad cercana a Salta que se llama San Salvador de Jujuy y no se le encuentra el cadáver, entonces es muy triste, por eso es la obra que Puccini nunca escribió. Y tengo otra novela, histórica, que se titula Guayaquil, acerca del encuentro entre José de San Martín, el libertador de Argentina, Chile y Perú, y el general Simón Bolívar.
4) En Fragmentos de Siglo, las cartas de Ana a Sylvia desde París, el «Cuaderno de Tapas Azules», que convoca el «Cuaderno» de Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal y la Vita Nova de Dante, los papeles de Ismael y el Diario de Sylvia recuperan las historias de exilio político durante la última dictadura militar, proyectando en elipsis, como una metáfora, la historia argentina. ¿La palabra escrita es la única áncora de recuperación de la identidad o es imposible recuperar lo vivido a través de la escritura?
– Siempre se pierde algo cuando se escribe y se habla. Otra forma de recuperación muy conocida y utilizada es la imagen, pero también aquí se pierde algo. Es imposible decirlo todo, algo queda por decir. Escribir ayuda mucho como en el caso del testimonio. La memoria se recupera por las letras. En busca del tiempo perdido es la recuperación de la infancia por la escritura, por ejemplo. Escribir es también una forma de elaborar de nuevo la realidad. Hay muchas partes en Fragmentos de Siglo donde se habla de reptiles, saurios, una forma de vuelta a las épocas primordiales, una forma de alienación personal, como si se tratara de renegar la historia contemporánea. Y después los personajes se van al refugio, un refugio en la cordillera donde no hay historia. Los sueños, las pesadillas son todas como una evasión de la realidad. El papel de Joaquín es una forma de evasión, no se entiende si es realidad o sueño. En el libro se menciona Venecia porque es la ciudad de la fantasía de los enamorados desde siempre. Los pasajes no son marcados, hay continuidad. Como Cortázar que pasaba desde Buenos Aires hacia París. El lector va interpretando, tiene que interpretar.
5) La palabra “˜rostro”™ aparece muchas veces en la novela. Los personajes utilizan la mirada como dispositivo para ir adelante. ¿El rostro es el lugar de la memoria y de la resistencia? ¿Qué es lo que queda después de todo el sufrimiento de la dictadura, la mirada o la palabra?
– Ernesto Sábato tiene un libro que se titula El otro rostro del peronismo. En Borges aparece el otro y el mismo. Hay una relación de amor y odio. Es bastante común en Argentina la cuestión del rostro y del otro, es algo no resuelto. En toda Latinoamérica el otro no es un semejante. Para conquistar al otro tienes que decir que es inferior, por ejemplo, decían de los indígenas que no tenían almas, entonces si no tienen almas son animalitos que se pueden matar. Cuando Fray Bartolomé de Las Casas afirmó que tenían alma empieza toda la cuestión del otro. La identidad es un problema, todos los latinoamericanos tienen esto no resuelto. La mirada es más fuerte de la palabra.
6) La novela es poética. ¿Por qué, en la novela, no se habla explícitamente de tortura?
– Bueno, como vengo de la poesía, prefiero caminar de manera más romántica. Augustus tuvo mucho éxito, es una novela que yo pensé que nunca iba a ganar un premio en Cuba (Casa de Las Américas) por ser tan poética. Sin embargo, gustó por sus temas. Yo no hablo de tortura porque nadie la imaginaba. Había una gran inconsciencia, también. Utilicé un lenguaje indirecto porque en aquella época muchos salían de la cárcel y no te contaban nada, no se hablaba de la violencia física, no querían hablar, eran fantasmas. Ahora se conocen los métodos de tortura gracias a los textos testimoniales. Hay que tener mucho coraje para contar, es demasiado difícil. En mi novela hay muertos pero no torturados.
7) El viento, alegoría del tiempo histórico, se propone como metáfora del olvido. Pero, ¿qué función tiene el tiempo, nos salva o nos dirige para el abismo?
– Los escritores y los poetas siempre están obsesionados por el tiempo. El viento, junto al tiempo, es invisible y se nota después que ha pasado. El viento es una manifestación sensorial material que arrasa todo; en Argentina, es muy terrible porque en la Pampa están los famosos tornados que todo borran. Un crítico literario, César Fernández Moreno suele decir que a diferencia de las ciudades europeas con sus grandes monumentos en la Argentina todo se borra, el viento de la Pampa borra todo. El viento es un símbolo de la falta de memoria.
8) La novela se construye a partir de un yo, en diferentes etapas del proceso de búsqueda de sí mismo y del otro. El espacio textual como comunicación es ilusorio, crea la ilusión de compartir con otro pero solo manifiesta silencio y distancia. Como en el ejemplo:
Acto fallido la realidad. Nada concuerda. A veces el azar intenta un roce pero la desconexión continúa. No hay encuentro. Los seres que nos rodean son fantasmas, nosotros mismos somos fantasmas. El cielo y su desencuentro eterno. […] A veces, surge la duda cuando releo lo que he escrito. ¿Escribí acaso yo estas palabras o me las dictó Ismael durante una tarde de silencios? ¿o las escribes tú que me envías remotas cartas?
– Aquí, las palabras las dictas el fantasma de Ismael. Ernesto Sábato escribió un libro que se llama El escritor y sus fantasmas. Umberto Eco y ítalo Calvino hablan de la visibilización, o sea que cuando uno escribe tiene que visibilizar los fantasmas, eso que te está inspirando. El novelista trabaja con los fantasmas, seres por mitad reales y por otra fantasiosos. Borges decía que él no escribía, le dictaban sus antepasados. En esta novela yo querría hablar de los años setenta. Después apareció el tema de las lectura, del profesor, de las cartas…En el caso de Augustus había leído mucho a Juan Rulfo, Augustus es el Pedro Paramo femenino. Acá, Helene es ciega, como Borges, es una Borges femenina. Yo tuve la dicha de encontrar a Borges. Era una conferencia sobre la muerte, muy barata, como dos euros, e yo era una joven estudiante. Fue impresionante! Le dije que escribía poemas y él contestó diciéndome qué tenía que mostrárselos. Me pareció muy sensible y simpático, todo lo contrario que por allí la gente pensaba.
9) En mi análisis del texto fue interesante descubrir que la palabra “˜recuerdo”™ aparece 77 veces en toda la novela. ¿Todos estamos solos, no hay escape?
– Nuestra vida es un pasado, ya está. Todo es fugaz. No hay escape. Nosotros vivimos ya el recuerdo. No lo sabemos pero ya estamos recordando. Cuando se trata de novelas existenciales lo único que queda es el recuerdo porque el acto es imposible hacerlo. No hay manera de repetirlo de nuevo. Se escribe sobre algo sólo recordándolo. Y recordar el pasado es muy importante para no repetir los errores.
10) ¿Usted qué relación tenía con Carlos Giordano, profesor argentino que enseñó literatura hispanoamericana en la Universidad de Calabria?
– Carlos Giordano llegó para dar clases de teoría literaria y literatura argentina. Era un experto de los grupos antagónicos de Boedo y Florida. Por primera vez escuché por los labios del profesor Giordano el nombre de Proust. Había una gran admiración por parte nuestra. Yo era su auxiliar estudiantil. Él era un gran lector. Ismael, en mi novela, está descrito así, con muchos libros desde Virgilio y Homero, pasando por los románticos. Carlos Giordano siempre nos recomendaba Proust y a los latinoamericanos. Le gustaba Cortázar. Se despidió de nosotros en el aeropuerto de Salta. Eleonor, su mujer, estaba presa poco antes de partir. Todos la conocían con el nombre de Ingrid, algunos decían que era su nombre de guerra; muchos dijeron que ella pertenecía al grupo de los montoneros pero yo no lo creo porque estaba todo el día y todos los días en la universidad. Gracias a Federico Rubio, un tío que era militar, Carlos ha conseguido que Eleonor fuese incluida en la famosa lista de presos. Movió cielo y tierra para traerla. Yo no lo vi más. Nos decía que necesitaba dinero para comprar ropa para un invierno en Roma. Vendió los libros a un hombre que se llamaba Mario Benedetti, como el escritor. Santiago, el hijo, vive en Buenos Aires, es un periodista musical. Tengo un buen recuerdo de él, válido profesor.