Si manejar la autoestima de los adolescentes siempre fue un tema complicado, ese vaivén de emociones se ha potenciado con la llegada de las redes sociales.
Un determinado número de “likes” en Instagram puede hacerla trepar hasta picos insospechados o provocar bajones abruptos como si se tratase de fluctuantes acciones en la Bolsa de Valores.
No es para menos. La adolescencia no es otra cosa que la transición entre la niñez y la vida adulta.
Obviamente este proceso de cambio es muy difícil de sobrellevar, sobre todo porque a esa edad todavía son influenciados en mayor medida por los comentarios de sus pares, no son autónomos en su concepto de ellos mismos.
Precisamente a esa edad es cuando los adolescentes están en una etapa fundamental de la creación de la personalidad. Una situación de baja autoestima podría anclarlos en este proceso. Otro escenario es que su personalidad base no los impulse a crear una más sólida y resistente ante cualquier avatar de su vida.
Ante esto, la mejor manera de elevar la autoestima es hacerles ver lo bueno y positivo de forma adecuada por parte de los padres. Sin gritos ni incriminaciones, sino dejando atrás lo negativo. No juzgandolos, sino analizando situaciones y aciertos o fallos en la forma de sobrellevar los problemas y aun las circunstancias positivas de su vida.
Maltratarlos, hacerles sentir culpables de las cosas que les ocurren, no ayudándoles a pensar aunque nos pidan ayuda o comentando delante de otros que son insoportables, no hará más que dañarles su dignidad.
Ser víctima de bullying, sin un apoyo familiar o profesional, puede lesionar aún más su confianza, especialmente si nadie de alrededor les hace visualizar lo valioso que tienen . En síntesis, sin minimizarlo, pero tampoco sobreprotegerlo.
Una persona con baja autoestima -y mucho más con la inmadurez de un adolescente- es capaz de lo peor, incluso del suicidio.
Con una personalidad aún no integrada ni segura al sentirse rechazados, podrían tomar la decisión de quitarse la vida como medida más extrema. Sin embargo, también tienden a autolesionarse o a recurrir a ciertos “refugios” como el alcohol, las drogas, los juegos de azar e incluso el sexo lascivo y dañino con una o muchas parejas.
Además, la baja autoestima es un factor de riesgo para la aparición de problemas psicológicos y sociales como los trastornos de alimentación como la bulimia y la anorexia debido a la preocupación exagerada por la imagen corporal. Por eso, ante crisis de bajo autoestima, además de toda la ayuda familiar probablemente el adolescente necesite psicoterapia con un profesional.
Aquellos con autoestima alta tampoco están exentos de problemas, pero son menores. A menos que se trate de adolescentes cuya confianza y seguridad en sí mismos ha sido creada y fomentada por falsos halagos de sus padres. En ese caso es igual de mala y peligrosa que una baja autoestima, incluso hasta más dolorosa… Sobre todo en el momento en que se dan cuenta que sus padres les han engañado y ellos mismos no han sido capaces de darse cuenta de lo que realmente valen. Recordemos que es más fácil construir sobre bases reales que sobre falsas.