Yo no establezco, a priori, un nexo causal entre la denuncia por abuso sexual contra el músico de Botellita de Jerez y el posterior suicidio de este, pero tampoco lo descarto. Dado que no poseemos todavía la cantidad de datos necesaria que incline la balanza en favor de una u otra hipótesis, no me atrevo a sacar conclusiones apresuradas, tal como ha hecho alguna rigurosa profesional de la sociología. Mi consejo es la cautela. Así que ni acuso al movimiento feminista de ser la causa de un suicidio ni tampoco soy como esas ideólogas feministas más interesadas en autoexculparse que en investigar lo sucedido para aprender de la experiencia
Digo más, como sugerencia: Debería evaluarse el protocolo ético y legal de las denuncias por la red, teniendo en cuenta que estas ya suponen una especie de castigo, de violencia simbólica que puede tener diversas consecuencias para las personas señaladas (despido del trabajo, encausamiento judicial, vergüenza para la familia del acusado, desprestigio y posiblemente el suicidio). La denuncia mediática contra el presunto abusador ya porta un doble filo: es señalamiento y es castigo al mismo tiempo porque a la vez que hace visible al presunto culpable también lo condena y ya lo daña, pasando por encima del examen protocolario de las pruebas y los testimonios e ignorando la presunción de inocencia. Un arma tan delicada como la denuncia por las redes, dado los efectos graves que puede tener, debe regirse por un protocolo de uso riguroso que limite la posibilidad del linchamiento y excluya el riesgo de que se dañe de forma irreparable a una persona inocente.
Y sea como sea, hay que asumir que la violencia de los justos o de las justas también es violencia y causa daño, aunque sea simbólico. Tal parece que algunas personas, por considerarse justas y representar a las víctimas, creen que sus acciones son por esencia buenas y se hayan a salvo de tener consecuencias graves e imprevistas. Según este principio, las víctimas y sus representantes jamás se equivocan al actuar y todo lo que hagan, bueno o malo, estará justificado por la nobleza de su causa. En un conflicto, sin embargo, hay que cargar con las consecuencias más oscuras y no siempre deseadas de ciertos actos, asumiéndolas para desactivar su mecanismo en el futuro. Evaluar las experiencias y asumir los posibles errores o riesgos que comporta el uso de la violencia justa, exigen el abandono de las miradas autocomplacientes.
Y otra cosa, de los errores que uno comete en la batalla se alimenta el enemigo que lamentablemente no siempre es tonto y manco.