sábado, 13 abril 2024
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Espí­ritu ambicioso

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Tengo 10 años de edad, estoy de vacaciones de fin de año, en casa de mis padres en un pueblo del Departamento de Ahuachapán. Durante la mañana hubo un gran ventarrón, pero en la tarde sólo hubo una brisa agradable. Son las nueve de la noche, todos en la casa ya estábamos dormidos cuando me despertó unas carcajadas de una vieja y unos gruñidos como gorila, se escuchaba que el agua del cántaro se estaba vaciando.

Mi madre prendió el candí­l, pasó a lado de mi cama y me entendió la mano para que la acompañara, llegamos ante el cántaro y todo estaba normal, pero seguí­a el glu, glu, glu, la carcajada y el gruñido, se sentí­an como que giraban por toda la casa, cerca del techo. Mi madre respiró profundo, me apretó la mano como para prevenirme y gritó: “ya estoy cansada de tanto jodedera, si eres una alma en pena, da tres golpes en la cómoda”, todo quedó en silencio durante unos segundos y luego se escuchó pun, pun, pun en la cómoda, luego continuó el silencio. Mi madre llamó a todos los santos que pudo en voz baja, luego rezó un Padre Nuestro y tres Ave Marí­a, yo sólo la ayudaba a repetir “sin pecado concebida”.

Continuó el silencio profundo y mi madre decidió regresar al dormitorio, habí­amos caminado unos cuantos pasos cuando se armó la jodedera nuevamente, las carcajadas, los rugidos, el agua derramándose, la mercaderí­a de la tienda cayendo de los estantes, las puertas que dan al patio se batí­an como si existiera un gran ventarrón. Mi madre dejó de caminar, se voltio y dijo en voz alta: “ya se que eres un alma en pena, si quieres una misa o un rezo en tu nombre da un golpe en la cómoda, si es una deuda que dejaste que pagar da dos golpes o si es un dinero escondido pega tres golpes en la cómoda”. Todo quedó en silencio y luego se escucharon tres golpes en la cómoda. Sentí­ que la mano de mi madre se habí­a puesto muy helada,  toda ella temblaba, pero al verle la cara parecí­a estar muy contenta. Nuevamente respiró profundo y dijo casi en secreto: “Si el dinero se encuentra en esta casa pega dos golpes en la cómoda”.

Todo continuó en silencio y mi madre decidió caminar hacia el dormitorio, cuando se escuchó: pun, pun en la cómoda. Mi mamá quedó como paralizada, cuando le vi la cara, parecí­a niñita riendo de contenta, me parecí­a que se pondrí­a a saltar de alegrí­a. Nuevamente aspiró aire dos veces y dijo: “Quiero que golpees continuamente el lugar en donde se encuentra el dinero escondido”. Pasaron varios segundos y luego se comenzó a escuchar golpes en la oficina de mi papá, más allá de la tienda; caminamos hacia el lugar en que se escuchaban los golpes, hasta que mi madre se paró ante la caja fuerte en que mi padre mantení­a el dinero de la Casa Goldtree Lieves, que serví­a para prestar a los cafetaleros de la región. Mi madre se enfureció y comenzó a putear al espí­ritu ambicioso, quizás ese espí­ritu querí­a llevarse todo ese dinero que habí­a allí­ adentro.

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Santiago Ruiz
Santiago Ruiz
Columnista Contrapunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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