En la naturaleza la causa por la que una especie pasa a estar en peligro de extinción suele ser un cambio brusco, repentino, en las condiciones de su medio ambiente. En muchos casos ha sido la acción humana la que ha generado la situación crítica para determinadas especies de vivientes. Sin la rápida adaptación a las nuevas condiciones, la especie puede incluso desaparecer de la faz de la tierra. Así ocurrió con los dinosaurios, el ejemplo más socorrido de una especie que sucumbió bruscamente. Se dice, en este caso, que fue la colisión de un meteorito con nuestro planeta la que ocasionó una inmensa nube de polvo que se extendió por la atmósfera terrestre, oscureció la luz del sol y destruyó gran parte de la vegetación de la que se alimentaban esos gigantes herbívoros.
En el mundo humano, social, pueden darse asimismo grandes cataclismos, capaces de oscurecer el sol y terminar con el alimento de los grandes y pesados animales que lo dominan. Es lo que acaba de ocurrir en nuestro país: el asteroide chocó el pasado 3 de febrero, generando enormes columnas de polvo, que han venido a alterar el plácido deambular y la tranquila digestión de nuestros dinosaurios nativos [1]. Los avisos del avistamiento del meteorito acercándose y las señales de que dicho evento estaba próximo no alertaron a los lentos y vegetarianos animales prehistóricos, convencidos de que se trataba sólo de fotos del momento, de encuestas manipuladas o de falsas alarmas. De modo que ahora la pregunta es si serán capaces de reaccionar y adaptarse a las nuevas condiciones de su hábitat natural.
Para decirlo con cifras: el PDC, que en los ochenta fue partido de gobierno con mayoría parlamentaria absoluta, conocida como “la aplanadora verde”, esta vez apenas logró 8 mil votos. Lo superó VAMOS, el recién creado instituto político que fundó un emigrante salvadoreño que se hizo empresario, partido que casi alcanza al PCN, fundado asimismo en los sesenta y heredero de los años de la dictadura militar que terminó en 1979. Ambos, no obstante, sumaron menor cantidad que el total de votos nulos y votos en blanco, que alcanzaron los 28 mil 798.
No tienen mejor aspecto los grandes gigantes de la posguerra, FMLN y ARENA. El primero siguió en su caída libre, bajando a 389 mil 289 sufragios, cuando en 2014 sobrepasó el millón en primera vuelta y rozó el millón y medio en segunda. ARENA sumó 857 mil 39 apoyos con su coalición de partidos de derecha y unos 750 mil para su bandera partidaria, o sea, cerca de la mitad que en 2014.
Ambas formaciones políticas ya han anunciado la renovación de sus órganos de dirección, aunque aún no hay claridad si la llegada de nuevas caras implicará rectificación en sus lineamientos políticos y en su desprestigiada forma de hacer política.
Al otro lado, pese a la escasa participación electoral (el ausentismo, declarado “ganador” por la derecha perdedora) Nayib Bukele obtuvo el gane con la mayor cifra de votos de la historia electoral salvadoreña (un millón 434 mil 856) si exceptuamos 2014 cuando se impuso Salvador Sánchez Cerén con un millón 495 mil 815, pero en segunda vuelta. Querer cuestionar la legitimidad de su victoria es, además de poco elegante, falto de realismo político. Es hora que las pasiones partidistas cedan a la sensatez.