Escritor referente de la diáspora salvadoreña en USA: Grego Pineda

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La Guerra Civil salvadoreña nos dio el producto del trauma nacional que marcó la conciencia colectiva del ser salvadoreño. Han transcurrido 30 años y el trauma nacional tiende a convertirse en parte de un pasado—crucificado en un “¿Será cierto todo lo que pasó?”

Hemos entrado al siglo XXI y El Salvador se encuentra aún fragmentado tanto en lo político como en lo social. El país, a la distancia, se nos presenta en cama como un paciente carente de sangre en un hospital sin doctores, que por falta de un orden práctico no puede mantenerse como una narrativa de coherencia, sino que, al contrario, se presenta como un espacio inhóspito. Ante esta realidad, emergen múltiples universos del imaginario salvadoreño.  De esto no queda atrás la imaginación de los escritores de la diáspora quienes buscan explorar o, mejor dicho, reinventar la identidad nacional y ampliar la cultura con una literatura heterogénea. Una literatura que busca sacudir los discursos vacíos del aparato estatal.   

Para entender la literatura salvadoreña en el exterior es necesario leerla dentro del contexto de literatura minoritaria. La poesía que resulta de este ambiente, al menos en la diáspora, en poetas como Grego Pineda, es una poesía que manifiesta una cultura transnacional en evolución dentro de un ambiente norteamericano. ¿Escribe en inglés? ¡Claro que no! Este escritor, a pesar de vivir en un lugar angloamericano que constantemente cuestiona su identidad cultural y su opción por escribir en español, se vale de la fricción de margen y centro. De esto resulta una literatura que la distingue de las letras nacionales. 

Pertenecer a múltiples sistemas hace que el poeta Grego Pineda desarrolle un estilo propio. A diferencia de la poesía popular de los años setentas y ochentas que se prestó para una cultura revolucionaria, la poesía de Grego resalta las indignaciones y preocupaciones de aquellos que se han visto forzados u obligadas a huir de sus lugares de origen, como resultado de los efectos de un conflicto armado, de situaciones de violencia generalizada, de violaciones de los derechos humanos o de catástrofes naturales. Este poeta expone el dolor del exilio, y del vivir en un “afuera” tal como lo muestra en el poema «El Password». Veamos:

La vida exige que introduzca mi password

para activar los sistemas y programas

de felicidad, paz y realización.

Escribí la contraseña que creía adecuada,

personal y secreta; pero resultó no ser correcta.

Lo intenté nuevamente y tampoco fue aceptada

y en la entrada se leía: «inválido».

Insistí por tercera vez y el sistema se bloqueó y dictó:

«acceso denegado y bloqueado por seguridad».

Al no recordar el abracadabra respectivo

y desde entonces, vivo afuera

tratando de encontrar esa palabra mágica.

La poesía que ha venido a quedarse en el corazón de este poeta, es una poesía que explora la condición existencial y social del estado humano de la diáspora salvadoreña.

El lenguaje que nos comparte este poeta es contemporáneo y nos ayuda a entender lo complejo que es vivir entre dos culturas: la que lo rechaza por no poder activar los sistemas o, mejor dicho, por no alcanzar total asimilación y la que lo trata como “hermano lejano” que lo hace sentir como un ser que vive afuera. ¿Afuera de qué? Afuera del pueblo que produjo parte de su realidad y lo arroja a otro mundo donde se despluma al ser que no concuerda con el vaquero amante a sus pistolas.   

Al leer la poesía de Grego, el lector corre el riesgo de sentir el fuerte pesimismo inducido por las condiciones sociales y culturales que avasallan al autor. En el poema «A la vida» el poeta lanza una bofetada que apaga el bullicio que nos automatiza para que pensemos en todas aquellas cosas que en nuestro día a día nos olvidamos y no nos planteamos. Hablo, desde luego, de esa relación que el exiliado tiene con su país de origen. Ante su grito precisa abrir los ojos -debemos hacerlo-, para desglosar el cansancio que sentimos en el exilio:

Oblígame a confiar en ti… nuevamente:

Ódiame si desconfío.

Oblígame a burlar mi dolor con guiño evasivo:

Ódiame si me dueles.

Oblígame a insuflarme entusiasmo donde hay pesar:

Ódiame si enfermo de tristeza.

Oblígame a mirar la muerte como una reafirmación de ti:

Ódiame si me acuesto con la muerte.

Oblígame a mirarte a la cara y no odiarte:

Oblígame y Ódiame y así estamos a mano: ¡Traidora!

Así como el poeta le reclama a la realidad de vivir entre dos culturas, también se da el derecho de reclamarle a su patria. Pero ese reclamo no es un reclamo vacío, sino más bien es un reclamo forjado bajo las llamas de un pesimismo muy propio del poeta. Pesimismo que deriva de ese diálogo que el poeta mantiene con su patria. Es en este diálogo que hay que enfocarse, pues ese diálogo no sólo aporta nuevos y valiosos conceptos para el estudio de nuestra realidad en la diáspora, sino que ese conversatorio entre poeta y Estado, al ser analizado, realza un debate en torno al concepto que el «hermano lejano» mantiene sobre su patria, desde su exilio en Estados Unidos. En el poema «Mi Patria» emerge la fuerza de su voz que puede ser grito de protesta o tentativa de romper con el sentido nacionalista de los salvadoreños:

Te amé, es cierto.

Te amaba porque te necesitaba o quizá te necesitaba porque te amaba.

Ahora no estoy para emular a Shakespeare con su Ser o no Ser, así que ni siquiera entraré a aclararme lo escrito en la línea dos.

Y quizá hasta haya mentido en la línea uno.

Y es que no sé plantearme este amorfo afecto por ti. Y para colmo tienes un nombre irónico y sarcástico. Tú no salvas a nadie a pesar de ser «El Salvador». Si no fuera tan dolorosa tu Historia, hasta me daría risa disertar sobre tu pretensioso nombre.

La utilidad de este poema no sólo está en la relación entre poeta y Estado, sino que también pone el amor patriótico del lector en tela de juicio. Es un poema que inicia exponiendo una ruptura amorosa pero luego se transfigura en un mensaje político que desenmascara una falsa realidad de amor por la patria. Tal tendencia, predominante a lo largo de su poemario, estimula el pensamiento crítico necesario para cuestionar los procesos sociales y políticos de un El Salvador que no ha podido salvarse a sí mismo.

Grego Pineda es directo y no titubea en dar a conocer las injusticias cometidas por grandes funcionarios como lo que el caso Dalton quien fue asesinado vilmente por Joaquín Villalobos y sus seguidores. Ese espíritu poético juega un papel importante para mantener la memoria histórica viva y darnos el derecho a recordar. En su poema «EL POETA Y EL COMANDANTE» el poeta tiene esto que decir:

El Comandante siempre quiso ser poeta. Y hay obra suya publicada en aquellos tiempos universitarios.

Sus versos no son malos, pero tampoco merecen comentarse. Trató de formar un grupo literario y no pudo. Luego quiso ser guerrillero para luchar por la justicia y la igualdad. Y en esas andanzas conoció al poeta y novelista. Cierto día, en una casa de seguridad clandestina, ambos conversaban sobre la vida, el amor, versos, antologías y corrientes poéticas, y el comandante se frustró tanto que sin mediar palabra disparó en la sien del ya famoso poeta. Salió del cuarto y ordenó con voz marcial a sus compañeros: ¡Desháganse de este poeta de mierda!

Y tampoco pudo.

Lo importante de este poema es el contenido y no la forma. La voz de Grego tiene función como fuente de información que se convierte en una actividad de construcción histórica. La narrativa de la diáspora mantiene la memoria de nuestro pasado social, de quien hemos heredado nuestros traumas que estampan la actitud ante la vida. Escritores como Grego son la reflexión filosófica, humanista e individual, bien provista de contenido y significado de nuestra realidad en la diáspora salvadoreña de Estados Unidos. En fin, creo que es hora de valorar la literatura de la diáspora, considerada en Estados Unidos como literatura minoritaria, y ubicarla en El Salvador como punto de referencia de los intelectuales salvadoreños en el exterior.   


(*) MARIO ESCOBAR es poeta y activista salvadoreño, radicado en California, Estados Unidos. Es catedrático y vicerrector del Departamento de Idiomas y Sociedades Globales de Los Angeles Mission College,  en Los Ángeles, CA.

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Mario Angel Escobar
Mario Angel Escobar
Reconocido poeta, novelista y profesor universitario salvadoreño que reside en Los Angeles. Colaborador de ContraPunto
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