Siendo un alma en pena puedo viajar donde quiera con sólo pensarlo. No me pregunten como es que pienso; tuve una discusión con un alma en pena que había sido médico, no pude convencerlo que ambos podíamos pensar, decía que no podemos hacerlo porque no tenemos cerebro, yo le dije y qué es lo que estamos haciendo ahora que estamos platicando, respondió que cualquier cosa menos pensar y desapareció.
Decía que ayer me dio la gana de andar en autobús de San Salvador a Sonsonate, pero en primera clase (aire acondicionado, buenos asientos y televisión); como me enseñaron a ser educado fui a subirme a la terminal, no pagué el pasaje porque no me dejé ver, me senté y parece que era el último asiento; el motorista apareció por la puerta de entrada y pegó una mirada a todo el interior del bus, luego dijo a un pasajero que estaba esperando afuera que había un asiento libre; rápidamente me di cuenta que se trataba del asiento en donde yo estaba sentado y decidí aparecerme como una señora con un niño en brazos; el pasajero que venía subiendo recorrió todo el bus buscando donde sentarse y luego se bajó puteando al motorista por querer engañarlo.
A mi lado estaba una muchacha muy atractiva, morena, labios carnosos y con los ojos normales (es decir que era bizca), posiblemente tenía sangre nacida del maíz, vivía en Izalco (allí hay una población aborigen bastante grande), trabajaba de sirvienta en San Salvador y venía a ver a su familia.
Ella estaba con los ojos cerrados, dormida o pensando en cómo resolver algún problema difícil, entonces decidí aparecerme, pero como hombre: zapatos deportivos, pantalón con ruedos estrechos, camisa tipo polo (no sé qué es) y una gorra. El bus ya iba por la Ceiba de Guadalupe, yo presione mi pierna en la de ella, estaba bien calientita y ella también hizo lo mismo; la miré y ella abrió sus bellos ojos negros, apareció una sonrisa en sus labios tentadores y me preguntó: ¿para dónde va?; yo le respondí que me dirigía para Izalco, ella dijo que también y preguntó ¿de qué familia es Usted?, con mucha seguridad expresé que me llamaba Santiago Lúe, que tenía una hermana estudiando en la Universidad de El Salvador y que trabajaba en Tigo; ella me tomó de la mano y me dijo que sentía mucho gusto de conocerme, que trabajaba como cajera en un supermercado y que vivía donde una tía, que le gustaba ver televisión, leer novelas eróticas y de guerras, así como comer fruta.
Como mi mano seguía en la de ella, la subí lentamente y la deposité en sus piernas, la miré directamente a sus ojos y ellos me dijeron que estaba bien. No sentí el viaje, ella me dijo que ya estábamos llegando, que la acompañara porque tenía que subirse a un pick up para que la llevara a su cantón y que generalmente los hombres son tocones y abusadores.