Octubre, mes en que se celebra o conmemora el día de la niñez, es un buen momento para reflexionar acerca de las niñas salvadoreñas, esas niñas que se enfrentan a tan tempana edad a violaciones, en su mayoría por parte de sus familiares y/o personas cercanas y posteriormente pasar a conformar un número más, que año con año engrosan las estadísticas de niñas embarazadas (33% de embarazos en el país).
¿Ha pensado alguna vez, el significado que para una niña, entre los nueve a doce años, tiene el estar embarazada?, según estudio “Maternidad y Union en Niñas y Adolescente” evidencia que la situación que viven las niñas entre 10 a 12 años que están embarazadas, es que ya se encuentran algunas de ellas en unión, situación que hace que abandonen la escuela, además de encontrarse desprotegidas aún y cuando existan leyes como la LEPINA o la Ley Especial integral para una vida libre de violencia para las mujeres.
¿Cómo es posible que una niña en estado de embarazo se vea obligada a abandonar su condición y desarrollar consigo toda una carga de responsabilidades de una mujer adulta, para las cuales no está ni física ni emocionalmente apta? es una niña vulnerada en su derecho a ser niña. En otras palabras son niñas abusadas sexualmente.
El abuso sexual infantil existe en la sociedad salvadoreña arraigado con toda la magnitud de las secuelas que trae consigo. Según estudios en otros países consideran que únicamente el 10 por ciento de los casos de abuso sexual infantil llega a denuncia y la gran mayoría sucede dentro de los límites de la familia, convirtiéndose así en el secreto mejor guardado manteniéndose así en la impunidad total.
Las secuelas psíquicas que dejan, concretamente en las niñas violadas y posteriormente embarazadas pueden perdurar toda una vida, y por lo general estas niñas son unidas en pareja con el violador o conviven con estos por ser parte de su grupo familiar, situaciones como estas no se deben dar bajo ningún pretexto o razones. El embarazo en niñas y adolescentes es considerado como una de las formas de violencia que más impacta en las aspiraciones personales y la salud de este grupo poblacional, desde el momento que se le culpabiliza y no se le ofrece alternativas, más que el destino de “ser madres”.
Además del deterioro en la salud mental que se da en estas niñas se le suma los problemas de salud que el embarazo a tan corta edad puede traer consecuencias como la descalcificación crónica, la anemia perniciosa y el alto riesgo de muerte durante el parto.
En las niñas sobrevivientes de violencia sexual, el inicio forzado de la maternidad se torna una barrera casi insuperable para acceder a derechos fundamentales como la educación y la recreación entre otros, a la vez que pone en riesgo su salud y coloca en absoluta desventaja para la construcción y realización de su proyecto de vida, decidido por ella misma, que le permita un desarrollo pleno como mujer.
La erradicación de los embarazos en niñas implica por una parte se cumplan las leyes de protección a la niñez que tienen que ver con los matrimonios y los abusos sexuales, por lo que habrá que comenzar con una mirada diferente hacia los abusadores-violadores, y dar la alternativa de suspender un embarazo no buscado ni deseado.
Además los embarazos en niñas y adolescentes son una problemática que poseen múltiples aristas, todas a cada cual más profundas, arraigadas de manera estructural en la pobreza, la exclusión, la discriminación y los patrones patriarcales que condicionan a las mujeres, desde su nacimiento a un rol meramente reproductivo, despojándola de sus derechos como ser humana que es. En casos como estos, considero que el aborto por violación, por salud y la vida de las niñas y las mujeres debe ser permitido.