Está bien, hablemos del aborto.
Qué palabra tan demonizada, tan plagada de odio, de humillación. Adornada con frases que los fanáticos religiosos y morales se inventan: ‘asesinas de bebés´, ‘matando vidas inocentes´.
En primer lugar, ningún hombre debería imponer su opinión sobre el aborto, ¿por qué? Porque no tiene útero, porque nunca ha estado embarazado, y porque simplemente, nunca tendrá la experiencia de dar a luz. También porque la mayoría de padres son ausentes (aunque honestamente ¿quién necesita de un hombre para criar a los hijos?, la mayoría de salvadoreñas no).
Ahora vamos con las siguientes ofensoras: las mujeres que se oponen al aborto por motivos religiosos o por ignorancia. Mire, si usted no quiere abortar, no aborte, pero no decida por alguien más. No sea pro-parto, y no sea hipócrita: usted no va a criar ni a preocuparse por ese montón de bebés que nacen en la pobreza y que probablemente, cuando crezcan, sean los mismos pandilleros que usted exige sean exterminados sin piedad.
La prohibición total del aborto es un eslabón más en el círculo de violencia sexual que sufren las mujeres y niñas en nuestro país. Empieza con el pensamiento machista de que una mujer NO PUEDE y NO DEBE disfrutar de su sexualidad, por ‘golfa´, por ‘libertina´. Cuando los hombres son adúlteros, promiscuos, y ENCIMA nos tratan de culpar a nosotras por los embarazos (¿y que usted no colaboró en el acto papito? ¿No es su ‘semilla´ la que ‘preñó´ a esa mujer?). Después viene la condena pública, por ser niña y estar embarazada, por ser pobre y embarazada.
Ya he escuchado cómo se nos juzga: “Qué bruta, ya está preñada otra vez”, “¿Y éstas para qué se ponen a parir tanto?”, “Qué p*&$! que no se cuidó”, y así sucesivamente, vivimos en un sistema que castiga a las mujeres por no “cuidarse”, pero tampoco les brinda programas de educación sexual real, ni les da acceso gratuito a métodos anti-conceptivos hormonales, ni siquiera se incluye a los hombres en la prevención de embarazos. Una sociedad que no da nada, pero que SIEMPRE quita.
Un sistema que revictimiza a las niñas violadas, a las adolescentes que son forzadas a acompañarse con viejos asquerosos y pervertidos. Somos un país que está transgrediendo ACTIVAMENTE los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y niñas. El estado salvadoreño IGNORA las peticiones de la ONU, Amnistía internacional, y demás organismos internacionales que apoyan la despenalización del aborto en sus cuatro causales.
Veamos cifras: De enero de 2010 a noviembre de 2016, 30 hospitales públicos del país reportaron el ingreso de 10,145 adolescentes por diagnósticos relacionados al parto, embarazo, preeclampsia, aborto y atención materna. De ellas, 365 tenían 12 años, 1,916 eran de 13 años y 7,864 tenían 14 años.
¿En qué cabeza cabe penalizar a las mujeres por ser pobres?, ¿Por perder a un hijo?, ¿Por tener 13 o 14 años y haber sido abusadas sexualmente?, ¿Por tener emergencias obstétricas?, ¿Por NO QUERER dar a luz a una criatura producto de la trata de personas? ¡¿Cómo es posible que nuestro sistema legislativo permita tal abuso contra los derechos de las mujeres más vulnerables?!
¿Por qué es más importante para ustedes imponer dilemas morales y religiosos, en lugar de asegurar la salud y el bienestar de MUJERES que ya existen en este mundo, algunas con hijos y familias?
¿Por qué somos nosotras, las pro-decisión, más asesinas que ustedes, que prefieren condenar y ver morir desangradas en las camillas, o podridas en las cárceles a mujeres que no tienen la capacidad económica para ir a hospitales privados? ¿A las que no pueden viajar a México/Europa para realizarse un aborto legal?
Ya sé, ellas no importan porque son pobres. Porque su vida o muerte es totalmente irrelevante para gente como vos, Ricardo. Porque preferís seguir apoyando un sistema que tiene a las mujeres en desventaja; siempre culpables de todo, siempre responsables de cuidar y nutrir, mientras ustedes se lavan las manos en su privilegio de machos ebrios y futboleros: “Mujer servir cena, mujer parir hijos, mujer trabajar y atender hogar, mujer satisfacer deseos sexuales”. Empatía es lo que les falta señoras y señores. Empatía.