sábado, 13 abril 2024
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El vuelo de Claribel

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Aquí­ yace, aquí­ duerme, quien en vida fuera un vuelo. Te recuerdo tan llena de vida, de fuerza, querida amiga, segunda madre, regazo donde deposité mis llantos y hogar donde compartí­ la risa. La poesí­a fue solo una forma de acercarme a tu corazón: es decir, cumplió cabalmente su función, como la cumplió con otros, muchos, que también te leyeron y te amaron.

Habí­a tanto que decirte, tanto que escucharte, sobre todo, escucharte. Tus palabras, las que quedaron en los libros y las que quedaron en el aire, son necesarias más que nunca hoy. Son más vivas que muchas que ahora escuchamos o leemos en esta feria de las vanidades. La tarde que Iván me trajo la noticia, leí­a el bello libro de Henry Miller sobre Rimbaud, y me quedó grabada aquel pasaje donde dice que los grandes poetas de los dos siglos pasados gozaban de la grandeza de una vena profética, cosa que se ve amenazada por la barbarie moderna. Tení­an esa vena profética, porque su poesí­a anunciaba el futuro. La poesí­a de un tiempo decadente ya no lo hace, decí­a Miller, y se encierra en sí­ misma en un lenguaje inasequible. Tu voz, Claribel, anuncia un futuro mejor, con palabras sencillas, pero no menos profundas. Tu partida nos deja momentáneamente huérfanos. Pero con esa orfandad, sólo cabe hacer dos cosas: sumirnos en y sumarnos a la consumación de la nada y el sinsentido; o bien, rebelarnos y revelarnos con la palabra y con las manos para encontrar esa partí­cula de porvenir que está en tu poesí­a.

Nada de tristeza, nada de pozos negros, Claribel. Me dijeron que en tu vela llegaron poetas y que los Mejí­a Godoy cantaron. Como en un velorio de pueblo: sin tremendismos, sin notas trágicas. Y te veo tomándote un vaso de ron a las cinco de la tarde en tu casa rodeada por un jardí­n, y todo parece apropiado para vos.

Tení­as una matria y una patria: Nicaragua y El Salvador. Tu patria es difí­cil e hiciste bien en vivir en tu matria. Y sin embargo, mientras más hostil y temible sea la patria, más la amamos y más se nos prende como una hiedra en lo hondo del corazón.

Esas cosas querí­a escribirte esta mañana. Espero que el papel virtual en el que van anotadas te llegue pronto a la nave espacial desde donde mirás el planeta, vos, la primera cosmonauta nacida en Estelí­ y Santa Ana al mismo tiempo, tan grande que no cabe ni en la patria ni en la matria. Espero que lleguen pronto, porque a las cinco de la tarde tenemos una plática con un vaso de ron y un jardí­n.

Hasta pronto.

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Luis Alvarenga
Luis Alvarenga
Columnista

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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