El agua, la corrupción y sus distractores.
Mediante una exigua cobertura, los medios de comunicación oligárquicos buscaron reducir la colosal dimensión política de la Marcha por el Agua del viernes pasado. No podía ser de otra manera. La reivindicación del agua toca el corazón de un sistema económico que basa la prosperidad de unos cuantos en el despojo de los recursos naturales de todos, legalizando el robo y criminalizando la protesta contra el mismo. Los medios de comunicación que forman parte de este sistema no podían darle una cobertura adecuada a la marcha que ocupó las calles de la capital, y mucho menos al crecimiento paulatino de sus caudales, que arrancaron de varios puntos del país y transcurrieron buena parte de su geografía.
Pero el impacto que la marcha tuvo en la conciencia de los más despolitizados capitalinos fue decisivo para que entendieran que la desviación, canalización y embalse de los naturales cursos fluviales para mover hidroeléctricas privadas e irrigar campos de cultivo privados de palma africana, es corrupto y criminal. Y también, que el hecho de que nuestros ríos ya no lleguen al mar equivale a la perpetración de un etnocidio en nombre de la libertad de empresa. La toma de conciencia sobre que el agua no es sólo una mercancía, sino que es básicamente un recurso vital, implica establecer un límite entre el agua como valor de cambio y como valor de uso. Y en darle a su valor de uso una importancia mayor que al de cambio. El mismo criterio se aplica al aire y a la tierra.
Se ha repetido hasta la saciedad que la lucha por el agua es una lucha por la vida. Hay que puntualizar que se lucha por el agua porque ésta se ha privatizado al privatizar los ríos, al desviarlos y usar su caudal para producir riqueza privada, al provocar la desertificación de la tierra allí donde ésta era fértil y al obligar a la gente a migrar lejos de sus viviendas por falta de agua. En otras palabras, se lucha por la vida porque las condiciones materiales para que ésta exista se están privatizando gracias a un sistema suicida. Pues es suicida secar los ríos para venderles electricidad a quienes se priva del agua. Un sistema tal es una fábrica incesante de pobres y miserables sobre cuyas espaldas se erige la opulencia de unos pocos, que dejan tras de sí una pestífera estela de contaminación, de escasez de recursos, de enfermedad y de muerte.
Para amortiguar y virar el impacto de esta formidable marcha, los servicios de inteligencia y los medios oligárquicos lanzaron el distractor (o “caja china”) del manido conflicto con Belice, y también el de que los diputados proponen declarar el 25 de abril como “día de la ciudadanía contra la corrupción”. Es necesario entender que la “lucha contra la corrupción” es un distractor de los problemas nacionales más apremiantes y que los políticos corruptos no son la causa sino el efecto de la verdadera razón de nuestros problemas económicos. Que el corrupto es el sistema y que la pudrición de los políticos es una necesidad para que el sistema funcione. Que quitando corruptos del Estado no se soluciona nada, pues vienen otros, y eso sólo sirve como un distractor para hacer que el pueblo se crea actor de “revoluciones” que no son sino alegres simulacros manipulados.
El sistema es el criminal, y hay que cambiarlo. Organicémonos para recobrar lo que nos pertenece a todos sin excepción: el agua, los ríos, la tierra, los bosques, la vida. ¡Luchemos contra la corrupción del sistema!