lunes, 13 enero 2025
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El Salvador, tiempos de cambio

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El evento electoral de Febrero 28, mostró que la sociedad está dispuesta a participar cuando ve que su voz puede ser oída, que sus demandas pueden ser atendidas, que su precaria situación por fin puede iniciar un proceso de superación

Los resultados de las elecciones del pasado 28 de febrero, significaron un quiebre histórico en la hegemonía del poder político en el país; las elites neoliberales, conservadoras y antidemocráticas, fueron derrotadas, el arrasador triunfo de Nuevas Ideas era un hecho esperado dado la esperanza despertada por Nayib Bukele y su partido, ante el desencanto y frustración popular por el actuar de ARENA-FMLN partidos a los que, según las encuestas, 9 de cada 10 salvadoreños consideraban corruptos.

El evento electoral de Febrero 28, mostró que la sociedad está dispuesta a participar cuando ve que su voz puede ser oída, que sus demandas pueden ser atendidas, que su precaria situación por fin puede iniciar un proceso de superación. Las expectativas son altas, pero la gente entiende que esto es un proceso en el que se ha comprometido, con la idea de avanzar a un país mejor.

El voto popular mayoritariamente a favor de Nuevas Ideas y de refrenda a Bukele, constituyó una revolución sufragista que rompió al viejo régimen y empuja por edificar uno nuevo. Ese respaldo del pueblo da una legitimidad para impulsar un proceso de transformaciones que pongan al país en un nuevo momento de su historia. Esa realidad, es la que los viejos poderes, pretenden desvirtuar, es una realidad nueva en que la hegemonía la dirige Bukele y sus aliados.

La decisión política adoptada por 64 diputados, en su primera sesión plenaria, de destituir e inmediatamente sustituir con base al Artículo 186 de la Constitución de la República a los Magistrados propietarios de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, destituir a sus suplentes, así como también, destituir al Fiscal General, es la muestra del alcance y radicalidad transformativa que tendrá este momentum.

Sin duda ese acto político de destitución y sustitución de funcionarios de segundo grado, anunciado desde la campaña electoral, es la nota principal de la discusión política y abre ansiedades, hay que decirlo, más allá del hecho en sí mismo es por lo que este hecho anuncia y ha mostrado con clara evidencia el posicionamiento de los diversos actores de la sociedad.

Mientras el sentir popular es mayoritariamente de satisfacción, los grupos pro viejo orden se han lanzado en un reclamo de defensa de la “institucionalidad democrática”, esa institucionalidad cooptada y corrompida, que no resuelve las desigualdades, que favorece la impunidad y que ha estado en favor y arbitrio de las elites.

En ese afán de defender lo indefendible, defienden funcionarios electos en un reparto de cuotas y pretenden desconocer el resultado de las elecciones de Febrero 28, la mayoría legislativa y municipal que el pueblo otorgó a Nuevas Ideas es para impulsar un cambio al status quo, y ese cambio pasa por una reforma de las instituciones del Estado, para alinearlas con un nuevo enfoque de desarrollo que cambie las bases del modelo económico, que provea bienestar a los salvadoreños y que haga valer el fin del Estado, que es la persona humana a lo largo del ciclo de la vida.

Hay un actuar de doble moral en las elites y sus acólitos, cuando las elites han actuado como ahora lo hace Nuevas ideas, decían entonces que la democracia es la decisión de la mayoría, ARENA y el FMLN tuvieron esas mayorías, y con ella privatizaron empresas públicas, dolarizaron la economía, sus políticas expulsaron salvadoreños, afectaron los recursos naturales, precarizaron el empleo e informalizaron la economía, destruyeron la capacidad productiva para hacer acá una gran maquila, negociaron y entregaron el país al crimen organizado, fomentaron la corrupción e hicieron de la impunidad su baza de gobernanza.

La comunidad internacional, se pronuncia sobre un hecho político sin tener en cuenta el contexto en que este se da. Hablan desde su realidad y su historia, sobre la importancia de una convivencia democrática, de la separación de poderes, del no a la concentración de poder, hablan desde el deber ser, pero obvian que ese modelo ideal, no es una realidad en la vida cotidiana de los salvadoreños. Esta situación de desencanto es, incluso en muchos casos en esas naciones, una realidad sin solución que cuestiona ese modelo ideal.

Es un reto y una necesidad, explicar con evidencia, lo que acá está sucediendo, en El Salvador hay una revolución democrática en marcha, aquella que se postergó desde enero de 1992, aquella transformación que las elites inviabilizaron, la que torpedearon y ahogaron una vez el ejército guerrillero se desmovilizó. Hoy piden dialogo, concertación, pero no reconocen que lo que sucede es la respuesta ciudadana a sus prácticas autoritarias y a sus atropellos y desprecio a la gente.

Muchos de los que hoy se rasgan las arrugas, no señalaron esas fallas de la democracia, en aquellos aciagos momentos, más bien solaparon aquella condición. Otros, han olvidado que la causa está con el pueblo, no con las elites, su antibukelismo los ciega y no conceden en su análisis ningún beneficio a duda, no logran ver en la actual gestión gubernativa nada bueno. Han hecho de Bukele su enemigo por sobre las causas de injusticia, desigual distribución de riqueza y oportunidades que empobrecen al pueblo.

Varios de estos, se han aliado con las fuerzas conservadoras sencillamente porque su perspectiva progresista se ha desdibujado y han caído en la incoherencia, saludan, celebran y promueven lo que hace el chavismo, Ortega o el régimen cubano y cuando hay un vestigio de populismo centrista como el de Bukele, lo condenan y anuncian que se lanzarán con todo para enturbiar la relación y lograr castigos al gobierno salvadoreño, con la administración Biden, la comunidad internacional y los organismos multilaterales.

Otros, en sus cartas de renuncia reconocen, claramente lo que pasa (Fabio Castillo en su renuncia al equipo ad-hoc para revisar la Constitución) dice que, entre Nayib y la tiranía sólo se oponen el frente <partido disminuido a la irrelevancia por decisión popular> y los magistrados <destituidos> de la Sala de lo Constitucional; es claro que estos, son parte del dique contra el progreso, fomentador de la desigualdad y favorecedor de las elites.

Aunque Fabio, va más allá, en su exhorto a Félix Ulloa, para que se prepare, para ante una eventualidad, sustituir a Nayib (quizá ante un posible golpe de Estado u otros hechos que la historia nacional consigna).

Tendrá que edificarse en El Salvador, una nueva institucionalidad, pero con nuevas reglas y un solo propósito: el bien común de los salvadoreños.

En ese nuevo marco, nuevas reglas e instituciones, deberá ser el nuevo relacionamiento de la sociedad, las instituciones y los poderes. Nuevos espacios de convivencia social, ciudadanía activa con mayor equidad, con diálogo entre iguales y con respeto a la legalidad.

Para los intereses del pueblo, es central que en esta coyuntura los marginados, los excluidos, las mayorías, recuperen su voz; y que, con su activa participación, se sienten las bases para una sociedad más horizontal, más inclusiva, más participativa.

Democracia, es más que sólo votar, democracia debe ser bienestar, progreso, equidad, felicidad.

Llegó la hora de construir una nueva economía, con empleo productivo y decente con desarrollo humano y con una sociedad integrada. En un país próspero y seguro.

Este es el momento de los cambios en favor del pueblo, esta oportunidad debe ser aprovechada para que este nuevo bloque hegemónico retome las banderas históricas de la nación:

Reforma educativa que sea universal, de calidad y obligatoria, que nos inserte en la economía digital y dé a los salvadoreños las competencias para crear, innovar y desarrollar tecnologías.

Reforma agraria, para disponer del territorio y de sus suelos y aguas, en favor de la vida.

Reforma al sistema financiero, para poner la banca al servicio del desarrollo y combatir la usura.

Reforma fiscal para que los que más tienen paguen más, para orientar el gasto público al desarrollo, a la vida; para renegociar la deuda externa. Para promover un nuevo modelo económico.

Reforma social, que tenga en el centro, el desarrollo de la persona a lo largo de su ciclo de vida, un sistema de protección social que no deje a nadie afuera.

Una reforma política que ponga al Estado, sus instituciones y sus funcionarios al servicio de la vida y del desarrollo humano sostenible. Que no sea más coto de casa de las elites en perjuicio de la colectividad.

Unas relaciones internacionales de total soberanía y abiertas a la cooperación y a las transferencias de conocimiento que permitan un mundo de respeto, paz y en convivencia global.

Son tiempos de cambio, son tiempos de construcción de alternativas, es tiempo de participar y poner la agenda popular en el centro de la discusión nacional.

Hagamos de Bukele y su fuerza política, instrumentos para el cambio social. Para que la democracia deje de ser de papel y se convierta en el modelo de vida digna, de convivencia armoniosa, de seguridad y de futuro.

Esta es una situación global, la demanda de las sociedades es por un nuevo pacto social que reivindique la dignidad de vivir, los viejos regímenes, el ancien régime fracasó, no pudo dar respuesta a las demandas ciudadanas; a los pueblos entonces, no les queda más que sublevarse e instalar un nuevo orden, con los votos de las mayorías.

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Francisco Martínez
Francisco Martínez
Columnista y analista de ContraPunto. Consultor en temas sociolaborales, exdirigente sindical y exmilitante insurgente. Con experiencia en capacitación y organización popular, formación en finanzas corporativas y gestión de recursos humanos.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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