sábado, 7 diciembre 2024

El regreso del idiota

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Acabo de leer los libros «Manual del perfecto idiota latinoamericano», y «El regreso del idiota», escritos por Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa. La verdad, era una lectura que tenía pendiente la cual he disfrutado muchísimo.

Los idiotas, según el libro, al ubicarse en una posición de influencia social, abonan el terreno para el populismo y el estancamiento en el subdesarrollo de los países latinoamericanos.

Pero, siendo un poco más localistas, tomando como muestra la ciudad en que nací y donde vivo, y donde pienso crecer comercialmente hablando, acá también hay idiotas. Y digo ‘idiotas’ no porque tengan grandes ideas, sino por la naturaleza de las mismas.

El hecho es que, algunos, por su ambición desmedida de continuar en el poder o de volver, estrangulando municipios, aprovechándose de la cosa pública, y sintiéndose reyes sin corona, por sus acciones y sus crímenes, persisten tercamente en aferrarse al poder.

Siendo más puntuales, hay un personaje bastante impresentable y por qué no decirlo, tristemente célebre en mi ciudad. Este señor, a quien todo el mundo conoce, por quince años gobernó la ciudad, y se ha convertido en las últimas dos elecciones y esta tercera, en una amenaza para la democracia del municipio y también para la dignidad de sus habitantes.

Y digo una amenaza, porque cuando fue alcalde por quince años, es decir cinco periodos ininterrumpidos, se dedicó a cometer las peores fechorías que cualquier persona empoderada puede hacer. Usted haga números, cuéntelas, dígalas, porque todo el mundo las conoce. El punto es que, este señor representa el nepotismo en su máxima expresión, porque no le bastó con solamente con ser él un funcionario electo, sino que inmiscuyó en sus negocios políticos y en la administración del municipio a sus familiares, es decir, hijos, hermanos, cónyuge de turno y alguna que otra querida que se creía reina del municipio sin tener corona.

Pero dejando de lado las cuestiones personales, apartando en sí aquellos asuntos que atañen únicamente al individuo en la intimidad, nosotros como ciudadanos, nos encontramos en un peligro latente, porque algunos buscan convertirse en políticos para mejorar sus finanzas personales y familiares. El señor de quien les hablo, cuyo nombre no quiero recordar, es una muestra de la avaricia y de las malas prácticas.  

Como hombre defensor que soy de la democracia, y de este sistema republicano que se encuentra consagrado en la Constitución, pienso que la democracia tiene un error, y este estriba en que gana el que decide la mayoría de los que concurren a las urnas. Pero a veces las mayorías suelen estar equivocadas.

Pienso que este señor, la cúpula del Partido GANA, y los dueños del Partido Nuevas Ideas, están cometiendo un gravísimo error al buscar una coalición en San Miguel, y es un error de cálculo.

Ya lo dije, en Derecho, y también en política hay que ser como en el golf: hay que tener precisión. El hecho es que, acá la precisión les está fallando, por una cuestión que se llama ‘sentido común’. Y el sentido común nos está indicando que aunque se junten casi todos los partidos políticos, este señor que ya fue alcalde de mi ciudad por quince años, jamás volvería a gobernar San Miguel, por una razón que se llama ‘crisis de popularidad’, porque el grupo de las 29 mil personas que votaron por él hace tres años, que a su vez son menos a las que votaron por él hace seis, ha ido reduciéndose, y el 28 F podría llegar a su mínima expresión.

Ahora bien, ¿qué podría pasar al coaligarse GANA y Nuevas Ideas? Bueno, la muerte política del Partido Nuevas Ideas, porque este señor impresentable, no representa ni el espíritu ni las ideas con las cuales fue creado el insipiente partido político color azul cyan proceso. Los afiliados en San Miguel, y en casi todo el país, están indignados.

La crisis de popularidad de este señor, objeto del artículo, no se la cura ni una transfusión de sangre, inyectándose en sus venas un litro de la sangre del presidente de la república.

Acá hay que ser sesudos y tener sentido común. Esto es algo que a veces a muchos les falta.

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Óscar López Portillo
Óscar López Portillo
Columnista de ContraPunto
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