Según un escritor chileno, el “rey de la coca” cuyo nombre era Eduardo Fritis Colón, hasta ese momento, era un gran proveedores de coca y manejaba todos los envíos desde Arica a los EEUU; hizo una fortuna calculada en 10 millones de dólares, realmente era el dueño de hecho de la ciudad de Arica, por la gran cantidad de negocios de su propiedad y además tenía otros en Antofagasta; construyó la primera casa de lujo en el barrio de La Lisera en Arica; el 11 de septiembre de 1973 se produce el golpe y los militares tenían conocimiento de una solicitud del gobierno de EEUU a través de la DEA para la deportación de Fritis; lo encarcelaron por varios meses y lo enviaron para EEUU, sus bienes en Arica quedaron en manos de la familia Christiansen quienes en la actualidad viven en lo que fue su casa; el propio Fritis hizo noticia unos meses después cuando en EEUU le impusieron una fianza de un millón de dólares (exorbitante para la época) y se dice que la pagó.
Este personaje sabía que los militares lo habían arrestado por el evidente apoyo al gobernador de Arica durante el gobierno de Salvador Allende (aunque lo mismo había hecho durante el gobierno de Frei); estimaba que estaría unos meses en esa cárcel en Arica y que luego lo subirían a un avión y sería enviado a los EEUU, contrataría el mejor bufete de abogados de Nueva York, tendría un juicio ante un gran jurado, de unos cuatro a cinco años de duración, así también que durante ese tiempo podría tener su casa por cárcel pagando una fianza millonaria. Tenía un sobrino, militante auténtico del Partido Socialista, estudiante de la Universidad Pontificia del Norte (la universidad privada más cara de Chile en esa época), quien hacia unos pocos meses había sido nombrado gerente de la fabrica de automóviles intervenida por el gobierno, en la cual trabajaba el “obrero socialista sin partido” y el Profe era su asesor técnico ad honorem. Posiblemente este muchacho se encontraba preso en otra cárcel de la misma ciudad.
El “rey de la coca” profundizó su amistad con el Profe, se sentaban en el suelo a conversar por varias horas; a la segunda semana de estar detenido, Fritis consiguió que le llevaran una comida diaria del mejor restaurante de la ciudad, compartiéndola con el Profe y un joven estudiante de la Universidad del Norte; aunque el Profe siempre hacía fila para obtener la comida que daban en la prisión y se sentaba a comerla y coordinar actividades con los cuatro responsables de celda y del profesor de Educación física. Fritis le tenía mucho cariño y respeto al Profe, a tal grado que tres meses después le propuso que le administrara los negocios que tenía en Chile.
Meses después que el Profe fue trasladado a una prisión en la capital, “el rey de la coca” fue despedido muy efusivamente por los doscientos presos políticos (todos hombres) que todavía quedaban en la cárcel de Arica, deseándole que no lo condenaran como narcotraficante en los EEUU.