El próximo 16 de noviembre se cumplen 28 años del asesinato de Ignacio Martín-Baro (IMB), uno de los seis sacerdotes jesuitas asesinados por el ejército, junto a dos empleadas, cuando en 1989, se desarrollaba la mayor ofensiva de las fuerzas guerrilleras contra el gobierno salvadoreño.
Cuando se cumple un año más de su desaparición física conviene traer al presente el aporte de IMB al psicólogo social. Se doctorado de la Universidad de Chicago, ejerció la docencia y la investigación en la Universidad Centroamericana (UCA), lo que lo llevó a publicar varios libros e infinidad de artículos. El centro de su estudio fueron los problemas de salud mental de la población, especialmente los de las mayorías populares. Señaló con meridiana claridad como a la raíz de éstos están las injustas estructuras económico-sociales sobre las que se ha construido el país. Valoró el esfuerzo bélico desde una perspectiva ética, señalando “si todo este sufrimiento no es sino el costo de un parto histórico, en el que surja una nueva sociedad basada en la solidaridad y en la justicia, la guerra civil en El Salvador habrá encontrado su justificación histórica”. [1]
Este compromiso con la gente más desprotegida lo llevó a estudiar con rigor académico los problemas psicosociales que ocasionaban las estructuras del país y la violencia de la guerra. Fueron las aflicciones de las mayorías populares el centro de su actividad científica mediante la que buscó respuesta y posibles soluciones a los problemas que esas mayorías le planteaban. Estudio e investigó en las principales corrientes de pensamiento de las ciencias sociales, interrogándolas desde la realidad histórica del país, de Centroamérica y América latina y desde esta revisión crítica ofreció lo mejor de su producción científica.
Con su asesinato se truncó una corriente de pensamiento psicológico novedosa, que hizo que la psicología y los psicólogos tomaran consciencia de los problemas del país. En la introducción de su libro Problemas de Psicología Social en América Latina, plantea que la función de la psicología es liberar al individuo de sus lastres y potenciar su desarrollo y plenitud personal, mientras que señala que el objetivo específico de la psicología social se cifra en el desmantelamiento de los mecanismos ideológicos, su estructura y funcionamiento en los individuos. [2]
En esta perspectiva el objeto del estudio de la psicología social, es ese espacio de encuentro del individuo y la sociedad, en donde lo propiamente individual se torna social y lo social se expresa en el individuo. Cómo piensa, siente y actúa el individuo en una realidad grupal, en los grupos sociales; encuentro que se sucede en una determinada situación histórica.
Este encuentro no se da en el vacío, se da en el campo de la ideología, que Martín -Baro, define como "sistema estructural por el cual y en el cual el individuo accede a la realidad, (percepción, intelección, comprensión) e interactúa con ella (acción). Este es el objeto de estudio de la psicología social, la conducta como producto social, es ahí en donde se encuentra su dimensión histórica. Es esta historicidad la que determina desde qué y para que, se construye el conocimiento, y es que en la psicología social no se parte de nadie, decir esto es partir del poder establecido. La psicología se hace desde los dominados o desde los dominantes, en una situación histórica concreta, que en este caso es El Salvador, en su relación con Centro América y Latinoamérica. [3]
Sirvan estas notas para recordar su aporte a la psicología social de América Latina desde la realidad de El Salvador, aporte que dimensiona con claridad el objeto de la psicología y el punto de partida para el estudio de los problemas de la sociedad.