jueves, 5 diciembre 2024

El país de la hipocresía

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Hace varios meses una amiga me cuestiona que, al leer mis columnas, encuentre yo tanta negatividad en el país. Me puse a pensar y a releer y me doy cuenta que tiene razón y quise escribir algo positivo de la sociedad, en colectividad. No pude. Y no es mi naturaleza simular ni disimular para moverme en un mundo políticamente correcto que delimita lo socialmente  permitido y lo prohibido.

El concepto de hipocresía se confunde con el de la doble moral, pues ambos contemplan la dualidad como base. La hipocresía combina dos cosas: el simular o pretender ser algo que no se es y el disimular, o sea, pretender no ser algo que sí se es. Como por ejemplo cuando los predicadores condenan a aquellos que fornican pero en la oscuridad ellos también pecan vigorosamente. Sus predicaciones y exhortaciones son inconsistentes con su comportamiento pecaminoso y por lo tanto no están en condición moral de criticar nuestro comportamiento y al final terminan siendo más detestables que los que pecan deliberadamente.

Así como la mentira, la hipocresía está intrínsecamente ligada a una subcultura de aceptación. Bernie Sanders, prestigioso político estadounidense, dice que a él no le gustan las fórmulas de cortesía y que él no le diría “Happy birthday” a nadie solo para ganar votos. Nosotros, sin embargo, le decimos “estimado” a alguien cuando en realidad no lo estimamos, cuando es pura formalidad. Se nos dice que como seres humanos que debemos funcionar en una sociedad debemos responder con una sonrisa al “¿cómo estás?” aunque se pierda el significado del mismo y se responda hipócritamente o con otra falsedad.

La doble moral, por otro lado, contempla dos acciones que mudan dependiendo de la situación en la que les convenga más. Un claro ejemplo son los políticos y el delicado tema de la negociación con las pandillas mientras le daban la cara a la población con un rostro distinto. La psicología explica que los moralistas pueden ser hipócritas o viceversa, pero que lo que los define es el entorno como cuando, dentro de una misma familia, se sabe que el padre tiene una amante pero ay de la mujer que se atreva a desafiar la fidelidad impuesta por la justificación de una cultura machista. Así, en la misma familia, se le dice al joven que vaya y explore sexualmente como le plazca pero que la hija tiene que llegar virgen al matrimonio.

¿Es ser hipócrita querer al país y querer irse al mismo tiempo? Quizás. O quizás sea una doble moral dependiendo del momento.  Hay gente que desprecia a los yankis y tildan al país del norte de imperialista, pero por dentro mueren por irse. Y lo niegan y condenan a aquellos que se van, a los que traicionan a la patria. De repente les sale una oportunidad de beca o laboral a Estados Unidos y van como ovejas al matadero, violando sus propios principios morales.

Hasta la fecha no he encontrado a una persona con un argumento coherente positivo sobre el país. Y le pido a docenas de personas que me digan cosas positivas de El Salvador y me salen con las mismas mentiras de siempre: por lo menos hemos ido dos veces al mundial, somos el país con las playas más bellas del mundo, somos un ejemplo de transición a posguerra, las pupusas, las vivianadas, etc. Nada en concreto. La gente dice que ama a su país pero al mismo tiempo estudian inglés para abandonarlo a la primera oportunidad. La gente trata y trata y no encuentra qué decir y termina diciendo cosas que no cree ciertas pero es mejor ser hipócrita y proteger la reputación del país que ser lengualarga.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.
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