“”Estaba a punto de perder la vida. Yo trabajaba en furgón de esos en los que bajan a un montón de gente cuando los descubren. En una de esas el furgón dejó de tirar aire helado, la gente se comenzó a desesperar y a desmayar. Yo siempre llevaba un hacha pequeña con mango de metal y con ella abrí un boquete en la pared de la caja del tráiler para avisarle al motorista que parara, que nos íbamos a bajar””, recuerda Moisés (nombre ficticio) con aires de haber vencido a la muerte aquel caluroso día en algún lugar del trayecto entre El Salvador y los Estados Unidos vía terrestre.
Hace 14 años que Moisés es coyote, aunque como a muchos de sus colegas, prefiere el término “guía”. Accedió a contar a ContraPunto sobre su forma de ganarse la vida y sus perspectivas sobre las nuevas políticas estadounidenses impulsadas por el gobierno de Donald Trump, que sin duda afectarán sus ingresos.
La necesidad fue un día, según cuenta, la que lo obligó a aventurarse por la sofocante e inclemente ruta del migrante con el objetivo más que de conocer, de llegar a la “tierra prometida”; una decisión que le dejó como herencia contactos, rutas, caminos y lugares que facilitarían el trabajo en el futuro.
“”La gente como todo primer día se pone nerviosa. Preguntan si es seguro, que si van a pasar o no. Queriendo saber siempre más de lo que ya saben. Por lo demás, ahí van, esperando a lo que uno les va diciendo””, explica Moisés.
El primer día se llega hasta la frontera de Guatemala con México. Ahí en algunos casos, dependiendo de cómo la gente trabaje, se cambian guías o a veces con la misma gente que sale de aquí, con esa misma llega.
Para quienes se quedan de este lado del recuerdo, siempre trasciende la duda de cómo es el viaje. ¿Se sufre? ¿Qué clase de peligros hay? ¿Ha mejorado el método de “subir” a la gente?
“”Sufrir en el viaje era antes; hoy depende de los escrúpulos que tenga la persona con la que se ha hecho el negocio porque eso no solo depende del trabajo sino con el tipo de gente con la que se trate. En mi caso juega mucho el hecho que la gente se sienta bien. Uno por los principios cristianos y lo otro porque no solo es negocio””, afirma Moisés.
Su labor inefable de “subir” o “tirar gente para arriba”, como se maneja en la jerga coyotera, no lo ha alejado de los valores de la fe cristiana evangélica que profesa. Moisés fue criado en el evangelio, dice, y que esos mismos valores le obligan a dar un trato digno a sus clientes, cientos y cientos de salvadoreños.
El recorrido es seguro, dice Moisés, porque van en vehículo, llegan a lugares con techo, comida, estancia. Pero el gobierno salvadoreño no lo cree así. De hecho, arrecia sus campañas en contra de la migración ilegal a Estados Unidos, tal y como lo expresa el canciller salvadoreño, Hugo Martínez.
No obstante, una pregunta válida para Moisés es qué tanto les afectarán en su trabajo de coyote las nuevas directrices antimigrantes que el presidente estadounidense Donald Trump ha emitido.
“”Alternativas siempre van a haber. Será más difícil pero las alternativas si no hay, se hacen. Siempre se busca la forma pero sí va a ser más duro””, admite Moisés.
Moisés vaticina que los precios de los viajes deberán aumentar. Desde su visión, la gente emigra por la inseguridad y la necesidad que hay en sus países de origen.
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“”Todos nos exponemos independientemente el estatus social que se tenga. Otros se van por necesidad, agregando que se une a la inseguridad; y otros se van porque tienen la posibilidad pues todos sus familiares están allá. Es algo cultural””, opina.
En este momento los precios promedios para que un coyote te suba a los Estados Unidos rondan entre $9 mil a $11 mil dólares por persona. Moisés lo sabe; él le ruega al Dios que conoció en su juventud que más que cuidarlo en el camino, lo saque de esa vida, misma que ni su familia aprueba.
“” ¿Le temen a las políticas de Trump? “” preguntamos
“”Se podría decir que sí, pero no es algo que digamos que vamos a parar. Esto es de sabios, si ves que las cosas no van bien, para qué vas a continuar. Sí asustan en alguna medida””, confiesa Moisés.
Concluye que inmigración siempre habrá. A pesar de ese temor, el ser humano tiende a ser así: a dar el todo por el todo si hay alguna ventaja.