#LaIncómoda #SiempreIncorrecta
No es fácil este tema, lo he vivido en carne propia desde el miedo. Retrocediendo un poco en mi memoria, entiendo que el miedo a quedar embarazada me hizo decidir que la virginidad sería un tema desclasificado para mi familia: a los 19 años “informé” que ya no era virgen y decidí tener mi primera experiencia sexual a los 22.
De padre y madre futbolista y bibliotecaria, respectivamente; trabajadores y enfocados en darnos como legado una educación integral, incluyendo educación sexual adecuada; a muy temprana edad mi mami nos leía cuentos ilustrados para cada etapa. Así conocí el pene y la vulva desde bien pequeña y de manera adecuada. No recuerdo nombre, ni editorial de esos libros, solo recuerdo los muñequitos que iban creciendo conmigo.
A pesar de estos esfuerzos de mi madre, la curiosidad y las hormonas me ganaron algunas batallas pues reconozco que fui irresponsable con mi sexualidad al no utilizar condones en algunos de los encuentros sexuales que tuve y he tenido.
En el pasado, esto me llevó a utilizar inyecciones y hacer todo lo que me recomendaban para el día después y también prometí que no lo volvería a hacer. Cuando pasaba la crisis y la menstruación bajaba, asumía la responsabilidad de tomarme las pruebas de VIH y asistir a mi ginecóloga. Este tipo de recuerdos me impactan pues si no hubiera encontrado el feminismo en mi camino, quizás me hubiera dado muerte social el día que mi hermana menor me llamó llorando pues le habían dicho que yo había abortado no sé cuántas veces, obviamente porque mi actividad sexual era tema de conversación en algunos lugares. La regañé por ponerle mente a chambres que buscaban dañarla utilizando un tema tan difícil para generar ese daño. Se tranquilizó cuando le dije que ese tipo de cosas yo se las contaría a ella primero. Nunca tuve necesidad de hacerlo, también hubiera sido mi derecho hacerlo o no.
En esta historia hay varios puntos que me interesa destacar: el miedo a la palabra aborto es a todo nivel, que la educación sexual oportuna fue clave en mi propia historia, que asumir los riesgos de relaciones sexuales sin protección y con protección implicaron decisiones que también resultaron de esa educación sexual clave, el miedo a la palabra aborto me lo metieron por todos lados. Para sacarme el miedo tuve privilegios como los libros, mi mami y el feminismo entendido como “una visión crítica que va en contra de los códigos culturales dominantes” (Solís Román, 2007, pág. 26), así tuve la oportunidad de evitar reproducir con mi propia vida y mi cuerpo todo aquello que el sistema machista genera, cambiando por completo mi actitud frente a la vida. Este cambio trascendental en mí, es un cambio de paradigma que ahora sé que inicia en lo privado, en lo individual y es lo que ahora me hace ser consciente de lo importante de estas transformaciones.
Como mujer salvadoreña he experimentado el acoso, la desigualdad y el hostigamiento en carne propia; ser feminista en estos sistemas es cuestionar los poderes de facto y esto implica ser objeto de “la amenaza, el acoso, el hostigamiento, el golpe, la violación (hasta) el feminicidio (que) está arraigado en el odio contra una mujer cuya forma de pensar, vivir y actuar amenaza al sistema dominante” (Gigler, 2012) es decir que, ser parte de esa población que cuestiona su propio estatus quo es un riesgo. Entonces, ¿por qué exponerse a esto y enfrentarse al dilema del aborto de manera pública si no es necesario convertirse en amenaza para el sistema?
Todavía estoy buscando respuestas. Es así como llego hasta aquí con este primer ejercicio de varios que espero terminar algún día.
Citas:
Gigler, A. (2012). Nos tienen miedo: Feminicidio y el odio institucionalizado. Viento sur , 58-65.
Solís Román, A. (2007). Movimiento social y Estado. Alternativas para el Desarrollo (105), 24-28.