Llegan con pompa, se toman fotos, anuncian programas y proyectos, luego los reflectores y las cámaras se van para que la comunidad vuelva a su mismo ritmo, con el pandillero en la esquina posteando, pero la noticia ya está y ese mismo día aparecerán en algunos periódicos, canales de televisión y en las Fake News. Ese es el juego de parecer antes que ser.
No se trata de una mera dialéctica de la política populista, es en sí su esencia misma, dar soluciones simples a problemas complejos. Porque las verdaderas soluciones llevan tiempo y, a veces ese tiempo dura más de lo que estará el político en el poder.
El juego de parecer lleva en si una maquinaria digital que es digna de investigar y analizar, no es simple, es un enramado que no se hace de la noche a la mañana. No es barata, se paga mucho dinero y conlleva a muchos empleados o fanáticos que lo podrán hacer de gratis.
En este juego se banaliza la crítica, la realidad y sobre todo la verdad, pues al final se apela a los sentimientos antes que a los hechos reales y palpables. No hay estudios que valgan, analistas que opinen, expertos a consultar, todo se hace desde el ritmo del momento, según estén caldeados los ánimos de los espectadores.
La idea es simple, se llenan las redes sociales de la información y la opinión del emisor, luego dentro del canal aparecen los influencer, algunas veces son personas reales y otras páginas con una gran cantidad de seguidores, son estos seguidores y trolles mesclados los que respaldarán y avivarán la llama que luego encenderá la opinión pública.
Cuando el mensaje ya está en el receptor no hay nada ni nadie que lo contradiga, si alguien tiene el valor de hacerlo, los primeros que saldrán serán los trolles y influencer a desprestigiar, insultar y algunas veces amenazar. Con frases como “los mismos de siempre”, “traidores”, “dolidos” y otras tantas frases serán vomitadas.
En este circo la tolerancia y respeto no existe, simplemente porque “el fin justifica los medios” como lo dijo Maquiavelo, y el fín es el “País”, según lo conceptualiza el enramado mediático.