miércoles, 11 septiembre 2024
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El Centro en Semana Santa

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"Para la ignorancia colectiva esta Semana (Santa) solo son vacaciones no oficiales por el uso y las costumbres, la espiritualidad quedó olvidada en algún lugar del Ajusco, la calle es una romería obligada por la supervivencia": Gabriel Otero

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Por Gabriel Otero


Aquí hay gente como para dar y regalar. La avenida Juárez es la anarquía completa, cientos de miles caminan hacia el Zócalo bajo calores citadinos, treinta y un grados pueden ser nada en otros lugares, pero entre edificios e inversiones térmicas son la tortura, es Domingo de Ramos, la Semana Mayor inicia en este México vergonzante de ser católico, y cómo no, la curia pontificia y sus representantes nacionales han abusado repetidamente de su grey.

Para la ignorancia colectiva esta semana solo son vacaciones no oficiales por el uso y las costumbres, la espiritualidad quedó olvidada en algún lugar del Ajusco, la calle es una romería obligada por la supervivencia, a mitad de la acera hay estatuas vivas doradas y plateadas luchando por mantener su postura y porque no se les corra el maquillaje, a sus costados cada cierta distancia hay todo tipo de personajes que evitan reñir por las monedas de los transeúntes, Iron Man convive con un Guasón cantante, al lado hay un grupo de danzoneros apretujados por el espacio, bien dicen que el danzón se baila sobre un ladrillo.

Frente a ellos hay una cellista que interpreta rolas de Luis Miguel, inspirada, parece inmune a las multitudes, acaricia el arco y viaja entre notas melódicas y romanticismo ochentero, a sus espaldas se encuentra la calle y más allá el Hemiciclo a Juárez y la Alameda, la famosa, el sitio renovado, testigo del acontecer cotidiano y descanso de los desempleados.

Un par de estatuas de bronce guardan los recordatorios de las marchas feministas, su color negro contrasta con los manchones de pintura verde y morada, son la alegoría del sistema judicial de un país oscuro intentando esconder la dolorosa cifra de diez mujeres asesinadas a diario, de las cuales solo la tercera parte son considerados feminicidios, este es el rostro del México que nadie quiere ver.

Siguiendo sobre la avenida Juárez, entre las calles de Dolores y López, hay un par de raperos saltando una cuerda luminosa mientras un payaso obsceno hace de las suyas burlándose de su público que ríe a carcajadas, no hay duda de la locura de esta ciudad nacida inmensa desde que el águila se posó en un nopal para devorar a la serpiente.

Al llegar al cruce del Eje Central Lázaro Cárdenas en donde la avenida Juárez se transforma en la avenida Francisco I. Madero los peatones transitan en sincronía para no encontrarse con los que vienen en sentido contrario, alguien comparó este punto con el cruce de Shibuya de Tokio y no parece exagerado.

Aquí uno se siente cifra del anonimato, cardumen humano, parte de los que van y al rato regresan, esta es de las contadas ocasiones anuales para visitar el centro.

¿Para qué ir si no hay necesidad alguna? Solo para odiar y amar más a esta ciudad.

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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