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El Carbonero

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¿Pero qué dice la letra de El Carbonero?, en síntesis, trata de un personaje de orígenes humildes que baja de las cumbres cargando carbón de madera que venderá en las calles de pueblos y el mercado

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Por: Gabriel Otero

“El Carbonero” canción considerada por muchos salvadoreños como el segundo himno nacional, fue creación de don Pancho Lara, nacido en 1900 en la hacienda La Presa en Santa Ana, poeta y músico al que se le atribuyen alrededor de 400 composiciones, muchas infantiles y las más famosas de perfil folclórico y popular.

La canción, escrita en 1934, es digna del análisis hermenéutico. El nacimiento de “El Carbonero” coincide en su plano temporal-histórico con la dictadura del General Maximiliano Hernández Martínez, célebre por haber cometido el etnocidio de más de 25 mil indígenas en enero de 1932 y cuyo gobierno, iluminado por la adaptación caricaturesca de la teosofía, continuó hasta 1944.

¿Pero qué dice la letra de El Carbonero?, en síntesis, trata de un personaje de orígenes humildes que baja de las cumbres cargando carbón de madera que venderá en las calles de pueblos y el mercado. Y mientras desciende viene “enredando horizontes y cruzando vallados adonde gime el torogoz”, mítica ave, adoptada como nacional desde 1999.

La historia y la letra son sencillas, pero están plagadas de un enorme simbolismo, lo que nos lleva a varias interpretaciones: la primera, se refiere al extinto oficio de carbonero heredado de la época de la colonia, en otros lugares como España, México y Argentina el trabajo de carbonero era extenuante pero bien remunerado. Antiguas coplas españolas describen su deambular por las calles: “Carbón de encina, cisco de roble la confianza no está en los hombres. No está en los hombres, ni en las mujeres, que está en el tronco de los laureles”.             

La segunda, el carbonero pregona orgulloso de que su “carboncito negro vierte lumbre de amor y es de nacazcol, chaperno y copinol”, está relacionada al comercio de un recurso natural: el uso indiscriminado de la leña como método de cocción y la generación artesanal de carbón vegetal, costumbre alentada por la pobreza, la utilización de este tipo de energía prevalece en el 92 % de hogares rurales y ha sido una de las causas para que El Salvador sea el país más deforestado de Centro América.    

La tercera, el cuestionado estribillo “sí, mi señor” que denota la sumisión del campesino-carbonero ante un sistema de producción impuesto por el corvo y el fusil, El Salvador de 1931 a 1979 estuvo gobernado por militares y su economía se basaba en el monocultivo del café. Pero ¿de qué otra forma se expresaría alguien sometido a las tiendas de raya y a condiciones de vida o de muerte cercanas a la esclavitud?

La cuarta, la exaltación de lo bucólico como uno de los hilos rítmicos y conductores de la letra, la contemplación del paisaje alentando el espíritu del solitario trajinar del carbonero.   

Impresiona la capacidad lírica y el poder de concreción de don Pancho Lara, quien murió el 12 de mayo de 1989 y que fue declarado Hijo Meritísimo de El Salvador un mes después.

“El Carbonero” es un legado que no debe desdeñarse, a pesar de la espantosa paráfrasis perpetrada por un partido político en ciernes, un crimen de lesa cultura, cuando los odios escupían sangre y la guerra civil iniciaba.

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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