sábado, 14 diciembre 2024
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No es verdad que "son los consumidores los que generan el empleo" por una sencilla razón: son los dueños de los medios de producción quienes deciden de qué manera van a responder al incremento de la demanda, son ellos los que van a decidir cómo y en qué invertir

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En las últimas semanas surgió en las redes sociales una serie de discusiones “económicas” que resultan dignas de analizar. No tanto por su profundidad, sino por su desconocimiento de las ciencias económicas.

Un joven lí­der polí­tico, que tuvo la oportunidad de dirigirse a los estudiantes de la UES en el oriente del paí­s en el 2012, expuso que no era cierto que los empresarios generan empleos, sino que los que generan empleo son los consumidores, ya que ellos al demandar más bienes o servicios [aporte propio] generan más empleo. Cualquier economista sabe que esta es una visión parcial, sino es que falsa, de cómo operan las fuerzas del mercado. Es verdad que se necesitan consumidores para garantizar la venta y consecuente ganancia (por eso es importante que las personas tengan ingresos para comprar), sin embargo, no es verdad que “son los consumidores los que generan el empleo” por una sencilla razón: son los dueños de los medios de producción quienes deciden de qué manera van a responder al incremento de la demanda, son ellos los que van a decidir cómo y en qué invertir.

Para ser exactos, ellos deciden si, ante el aumento de la demanda,  la cubren invirtiendo en tecnologí­a (compra de maquinaria) lo cual no conduce a un incremento del empleo,   contratan más personal, aunque pueden ser trabajos temporales o a medio tiempo o incluso pueden decidir incrementar el precio del bien que producen, ya que, al hacer el análisis costo-beneficio, resulta que un incremento de la producción puede conducir a una disminución de la ganancia, por lo que es mejor mantener la producción tal como está, esto por mencionar algunas de las opciones. Es decir, los productores no son “mansos borregos” que responden a los deseos de los consumidores de manera automática, sino que analizan los costos y beneficios para ellos. Esto último es importante tenerlo siempre presente: nuestro sistema económico está basado en el egoí­smo, es decir, que al productor no lo mueve un sentimiento solidario para producir (pensando en el beneficio de las personas que consumen dicho bien o servicio), sino en su propio beneficio, tal cómo lo expuso Adam Smith en su obra “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” (conocida como “La riqueza de las naciones”).

Ahora bien, como puede observarse, el debate que se originó en las redes sociales sobre lo que este joven polí­tico expresó, era fácilmente rebatible, no obstante, generó una serie de discusiones que no hizo más que hacer evidente algo: la falta de conocimiento económico por parte de la población. Opinaron periodistas, abogados, ingenieros, estudiantes, entre otros y en la mayorí­a de las opiniones era evidente que todos habí­an escuchado algo sobre economí­a, pero no se tiene claridad de los conceptos básicos y menos de las relaciones que se establecen entre las fuerzas del mercado.

Esto me condujo a cuestionar nuestra acción como economistas en la discusión de los problemas económicos que nos aquejan a nivel nacional y mundial. Todos hablamos de incrementar el crecimiento económico y de tener más desarrollo, pero ¿realmente sabemos transmitir a la población que implicaciones tiene esa búsqueda del crecimiento y el desarrollo? ¿hemos podido dejar claro cuál es el rol que juegan los diversos sectores dentro del proceso de generar crecimiento y desarrollo? Todo estos son aspectos que deben tenerse claros para poder llegar a una discusión que es apremiante para el paí­s y en la cual debemos participar todos ¿qué tipo de desarrollo necesitamos? En fin, es ineludible discutir sobre estos y otros temas, pero no solo entre economistas hablando nuestro propio dialecto, sino tener una discusión más inclusiva para formar un criterio económico con un mejor fundamento en la población en general.

En estos y otros aspectos nos gustarí­a, desde esta columna que amablemente Contrapunto me ha invitado a colaborar, aportar. Así­ que, economistas dejemos de hablar entre nosotros y vernos el ombligo, urge educar a la población para que cuente con mejores elementos para comprender la realidad económica que viven, pero sobre todo para que sepan cómo pueden aportar para transformarla y comprender los retos que tenemos como paí­s.

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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