Donald Trump se convirtió hoy en el presidente número 45 de Estados Unidos jurando su cargo sobre la Biblia que utilizó Abraham Lincoln, bajo la promesa de hacer a su país "grande otra vez" y con el índice de aprobación más bajo de un mandatario en las últimas décadas.
A los pies del Capitolio, en Washington, y a los 70 años, el empresario multimillonario relevó en el cargo al primer presidente negro en la historia de Estados Unidos, Barack Obama, cuyo legado se dispone a desmontar.
Decenas de miles de personas asistieron a su toma de posesión. Otras miles protestaron contra su llegada a la Casa Blanca en las calles de la capital, tomadas por policía y tanquetas militares y controladas por una veintena de "check points".
Con corbata roja y levantando el pulgar de su mano derecha, Trump bajó las escaleras del Capitolio, saludó a Obama y ocupó su silla, serio y circunspecto, hasta el momento de jurar al mediodía (local).
"Yo, Donald Trump, juro solemnemente que ejerceré fielmente el cargo de presidente de Estados Unidos y que pondré toda mi capacidad para preservar, proteger y defender la Constitución de Estados Unidos", pronunció el nuevo mandatario ante el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, en una mañana nublada y bajo la amenaza de una lluvia que se quedó en ligeras gotas durante la ceremonia inaugural.
Junto a la Biblia de Lincoln, que también utilizó Obama, Trump situó otra que, con su nombre grabado y encuadernada en terciopelo, le regaló su madre en 1955.
"América primero", aseguró en el discurso que siguió a su juramento, en el que volvió a asegurar que protegerá las fronteras de su país. "América volverá a ganar, a ganar como nunca antes", manifestó. "Devolveremos los dueños a esta maravillosa nación", dijo Trump, que defiende el proteccionismo económico y coquetea con el racismo y la xenofobia.
Entre quienes presenciaron su toma de posesión estuvo su rival electoral, la demócrata Hillary Clinton, y el marido de esta, el ex presidente Bill Clinton. No acudieron más de 50 congresistas demócratas como señal de rechazo.
El magnate neoyorquino, que es el presidente de mayor edad al asumir el cargo en la historia del país, tomó posesión con el menor índice de aprobación de un mandatario en las últimas tres décadas: un 40 por ciento según sondeos de varios medios de comunicación. Obama, que dejó la Casa Blanca con un 60 por ciento, tenía tal día como hoy hace ocho años un respaldo del 84 por ciento. El republicano George W. Bush, un 61 por ciento cuando juró en 2001.
En las calles de la capital se calcula que hoy había entre 700.000 y 900.000 personas para dar la bienvenida a Trump. En 2009 acudieron 1,8 millones para ver tomar posesión a Obama.
Tras una comida en el Capitolio, Trump desfilará por la Avenida Pensilvania hacia la Casa Blanca. La duración de ese desfile se estima en unos 90 minutos, uno de los más cortos en una toma de posesión de la historia reciente.
Ningún presidente en la historia de Estados Unidos ha sido recibido con tal movilización social en su contra como Trump. Esta semana se han visto ya protestas en Washington, una ciudad en la que el 90 por ciento de los votantes apoyó a Clinton en las elecciones. La mayor, sin embargo, llegará mañana sábado.
Una Marcha de Mujeres que comenzó a gestarse la misma madrugada de la victoria electoral del republicano y a la que se han ido uniendo diversos colectivos sociales recorrerá el sábado el centro de Washington.
Los organizadores esperan la asistencia de unas 200.000 personas, una cifra multitudinaria en una ciudad poco dada a las manifestaciones y en la que la prensa considera ya exitosa una protesta con medio centenar de personas. Contra Richard Nixon se manifestaron cerca de 60.000 personas el día de su toma de posesión en 1973. También George W. Bush fue recibido con protestas.
Una parte del mundo contiene el aliento ante lo que hará un hombre que entra en el Despacho Oval sin experiencia política, dinamitando el "establishment" con un discurso populista proteccionista, sin una línea divisoria entre verdades y mentiras, que veta a la prensa y que ha demostrado tener un comportamiento imprevisible.
Sus movimientos previos anticipan un pulso con China, un acercamiento a la Rusia de Vladimir Putin, un enfrentamiento dialéctico con Europa, un cambio en el papel de su país en Cercano Oriente y un suplicio para México, al que ya ahoga económicamente y en cuya frontera quiere un muro contra la inmigración ilegal.
Trump discute los pilares sobre los que se ha asentado la política de Estados Unidos, que por su poder económico y militar es el país que marca el compás en el Globo.
Cuestiona la OTAN y el libre comercio mundial y estará acompañado por un Gobierno predominantemente blanco, masculino, conservador y rico. Es la primera vez desde 1998 que no hay un latino en el gabinete presidencial, pese a que los hispanos, con más de 55 millones, se han convertido en la primera minoría del país. (Agencia dpa)